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No era la primera vez que Pedro Vaquero Concellón se veía involucrado en un asunto turbio siendo alcalde de la ciudad. De hecho, como ha escrito Juan Antonio Cano García, ya durante su primer mandato (1895-1897) fue suspendido en el cargo, y también como concejal, a raíz del nombramiento de una hermana suya como maestra en una escuela municipal, a pesar de que más tarde se demostraría que no hubo ilegalidad alguna. Vallisoletano de nacimiento y médico de profesión, Vaquero retornó a la alcaldía dentro de las filas conservadoras gracias a la llegada de Antonio Maura al gobierno de la nación. Era enero de 1904. Desde un primer momento se topó con la oposición de los liberales albistas, más aún cuando aquel se opuso a iniciativas empresariales de Santiago Alba como la mejora del alumbrado público.
El «escándalo de las 6.000 pesetas», como comenzó a conocerse a escala nacional, se hizo público hace ahora 120 años. Todo ocurrió en la sesión del pleno de 25 de noviembre de 1904, cuando, después de varios días de indagación por parte de algunos concejales, no lo quedó más remedio a Vaquero Concellón que admitir lo que ya se intuía: que había ocultado, durante 85 días, una donación de 6.000 pesetas procedente de determinados casinos de la capital. Aquella sesión no pudo ser más tensa, sobre todo cuando su compañero de partido, Castor González Calleja, leyó en voz alta el dinero registrado en las arcas municipales para los llamados «trabajos de invierno», como se denominaban popularmente las obras impulsadas por el Ayuntamiento para aliviar la situación de los obreros en paro. Fue entonces cuando el alcalde sorprendió a los presentes con sus palabras:
«Hay más, señores concejales. Yo tengo en mi poder otras seis mil pesetas que en siete de septiembre último me entregaron los casinos de la Amistad, Venatorio y Republicano, autorizándome para que los gastara en festejos y, si así no lo hacía, en aquellos mismos fines a que se destinan las demás cantidades que se dio el señor gobernador saliente para trabajos de invierno». El escándalo estaba servido: nadie sabía de la existencia de dicho donativo. El alcalde lo había ocultado durante 85 días y solo lo hizo público a raíz de las indagaciones y las presiones de los concejales. Y eso que la comisión de festejos lo había pasado realmente mal para poder sufragar las ferias y fiestas de septiembre, hasta el extremo de tener que emplear otras partidas, incluidas las destinadas a gastos de representación, e ir de puerta en puerta pidiendo dinero para los premios del concurso hípico.
El escándalo saltó a la prensa nacional, azuzado sin duda por los corresponsales afines a Alba, y El Norte de Castilla fue implacable. Pero no quedó ahí el asunto. Cuando en el pleno del 2 de diciembre los concejales Alfredo Queipo de Llano y Luis Perelétegui anunciaron la presentación de un voto de censura contra el alcalde, este impidió que se discutiera. Tuvieron que esperar una semana, y no sin revuelo. En efecto, en la sesión del 9 de diciembre, Queipo de Llano relató lo sucedido desde aquel 7 de septiembre en que Vaquero recibió las 6.000 pesetas hasta el 26 de noviembre en que, presionado por los concejales, procedió a entregarlas al depositario para que fuesen anotadas como donativo para los trabajos de invierno. Muchos pensaban que procedía de entidades sospechosas de promover juegos de azar ilegales, y que la finalidad real era conseguir la benevolencia del alcalde.
Por si fuera poco, justo en el momento en que el concejal González Calleja solicitó al ujier el libro de donativos para comprobar lo ocurrido, el alcalde salió precipitadamente de la sala. El voto de censura fue aprobado por 17 concejales frente a 10 que, aun estando de acuerdo, pedían más tiempo para estudiarlo. «[Pedro Vaquero Concellón] entró pregonando moralidades en la alcaldía y ha salido huyendo con el secreto inexpugnable de 6.000 pesetas, pero sin dejar la vara ni a tiros», pudo leerse en El Imparcial. Aunque el voto de censura no permitió destituirle, pues el Ayuntamiento no tenía entonces potestad legal para ello, Vaquero Concellón fue obligado a dimitir por su partido a finales de enero de 1905.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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