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Francisco Mendizábal, a la izquierda, antes de pronunciar una conferencia a principios de los años 70. ARCHIVO MUNICIPAL
Un erudito contra montañas de papeles

Un erudito contra montañas de papeles

Francisco Mendizábal fue el cronista de Valladolid más joven y el que más tiempo ejerció, pero también el artífice de la titánica tarea de ordenar el emblemático archivo de Chancillería

Martes, 3 de marzo 2020, 07:14

Sin útiles de oficina, sin habitaciones adecuadas, sin despachos, «con puertas y ventanas desvencijadas, agrietadas, caídas y sin cristales, con papeles mil hacinados en sótanos y desvanes u obstruyendo el paso en escaleras y tránsitos; sin mozos de oficios, sin escribientes, sin material extraordinario, sin un solo céntimo de dinero vivo...». Era la desoladora imagen que se encontró Cristóbal Espejo Hinojosa, primer director del Archivo de la Chancillería, cuando desembarcó en aquel destartalado caserón, en 1906. De hecho, se abrió al público el 1 de febrero y él estuvo apenas unos meses al frente. Su sucesor, Alfredo Basanta de la Riva, no era mucho más optimista: «Hubimos de penetrar en aquella caverna tenebrosa, no sin antes hacer profunda reverencia, ya que era necesario pasar una puerta de un metro de altura, que nos obligaba a encorvarnos hasta besarnos las rodillas».

La tarea, por tanto, era ingente. Pero Basanta no la acometería solo. Casi al mismo tiempo de su toma de posesión llegó al archivo un joven de 21 años llamado Francisco Mendizábal García, que hacía unos meses había ingresado con el número uno en el Cuerpo de Archiveros. Era su segundo destino después de la Biblioteca Universitaria de Valladolid, donde había estado poco tiempo. Aunque alcarreño de Albalate de Zorita, donde nació el 27 de agosto de 1885, Mendizábal terminaría integrándose de tal manera en la sociedad vallisoletana, interesándose tan vivamente por su historia, arte y tradiciones y contribuyendo tan eficazmente a su difusión, que en marzo de 1920, hace ahora cien años, el Ayuntamiento lo nombró cronista oficial de la ciudad. Con apenas 35 años, el alcarreño figura, hasta el momento, como el cronista más precoz de todos los que ha tenido la ciudad, pero también como el que más tiempo ha permanecido en el cargo: 46 años.

A pesar de su ingente y meritoria labor tanto en el Archivo de la Chancillería -donde llegaría a ser director- como en numerosas iniciativas de carácter cultural íntimamente ligadas a esta ciudad, la figura de Francisco Mendizábal sigue siendo desconocida para muchos vallisoletanos. Estudió en el Instituto de Toledo antes de pasar a la Universidad Central, en cuya Facultad de Historia obtuvo los premios extraordinarios de licenciatura y de doctorado. Ya como archivero, tomó posesión de su destino vallisoletano pensando que sería temporal y ansiando ser trasladado al Archivo sevillano de Indias. Pero todo cambió cuando conoció a María Basanta de la Riva, hermana de su jefe en Chancillería y perteneciente a una familia muy apreciada en Mojados: la boda se celebró el 3 de febrero de 1910.

Como ha escrito Vicente Vega Martín, Mendizábal y Basanta transformaron aquel caótico montón de legajos que era entonces el emblemático archivo vallisoletano en un lugar listo para la consulta. Un colega de ambos rememoraba aquel aterrizaje del futuro cronista de Valladolid, en 1907, entre «montañas ingentes de pleitos y ejecutorias, sin orden ni concierto, llenando, hasta los techos, las 21 salas de un viejo caserón en siniestro aspecto desolador». Lanzados a la tarea de ordenarlo, el resultado, en apenas cinco años, fue espectacular: a la colaboración con Basanta en la confección del catálogo de la sección de Pleitos de Hidalguía, que comprendía más de 70.000 pleitos o litigios, sumaría Mendizábal el ordenamiento de las cerca de 53.000 fichas de la de Ejecutorias, los 600 legajos de los Pleitos de Vizcaya, ordenados con la ayuda de Manuel Sagardía y una subvención de la Diputación vizcaína, y la catalogación de los Pleitos Civiles.

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Con razón dejó escrito, en un artículo de gran difusión, que «el Archivo de la Chancillería de Valladolid es un milagro del Cuerpo de Archiveros español. Yo soy testigo del milagro (...). Fue un nacimiento: del caos a la creación». Asumió la dirección desde noviembre de 1941, tras la muerte de Basanta, hasta su jubilación, el 27 de agosto de 1955. A principios de diciembre de este mismo año, el Ministerio de Educación, a instancias del Congreso Internacional de Genealogía y de la Asamblea de Archiveros de Valladolid, le nombraba «director honorario del Archivo de la Real Chancillería» como «público reconocimiento de los méritos contraídos al servicio del Estado». La Medalla del Trabajo, en 1958, venía a sellar una trayectoria ejemplar como archivero, por la que también recibió la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso XII y la Encomienda con placa de la de Alfonso X el Sabio.

Divulgación

Ya entonces, su figura estaba plenamente ligada a la divulgación de la historia y el patrimonio de la provincia vallisoletana. Apenas había un evento conmemorativo de relevancia en el que no figurara como conferenciante invitado. Impulsor, en 1928, de la Asociación del Fomento de Turismo de Valladolid, que él mismo presidiría al año siguiente, en diciembre de 1929 fue nombrado cronista oficial de la provincia. Sus artículos, charlas y conferencias sobre la historia de Valladolid se multiplicaron con el discurrir de los años: en revistas especializadas, en las Exposiciones de Barcelona y Sevilla, en las actividades de Extensión Universitaria, en la Casa Social Católica, en Radio-Valladolid... A todo ello hay que sumar su dilatada colaboración en Diario Regional, que comenzó en 1918 con un artículo dedicado a «Los grandes místicos en la cultura española», sus escritos y charlas sobre la Semana Santa de Valladolid, de la que fue pregonero en 1959 y conferenciante en Paris con motivo de una exposición, en esa ciudad, dedicada a la celebración vallisoletana, sus artículos en ABC y Blanco y Negro y un elogiado ciclo de conferencias sobre la vida de San Pedro Regalado en Radio Valladolid, en mayo de 1956.

Fue profesor en el Colegio El Salvador, en el Instituto de Segunda Enseñanza y en la Facultad de Filosofía y Letras. En el momento de su muerte, ocurrida el 10 de mayo de 1976, era académico correspondiente de las Reales Academias de la Lengua, la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando, además de las de casi todas las de Genealogía de la América Española; y había sido homenajeado en varias ocasiones por su labor de fomento del Turismo en la provincia vallisoletana. De hecho, en 1967 le había sido concedida la Medalla de Bronce al Mérito Turístico por el Ministerio de Información y Turismo que dirigía Manuel Fraga.

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