El tiempo ha desdibujado las huellas pucelanas de Faustino Antonio Camazón Valentín (Valladolid, 1901-Jaca, 1982), el criptógrafo y espía pucelano que durante la II Guerra Mundial lideró un equipo de españoles que, desde Francia, interceptaba y descifraba los mensajes que Hitler enviaba a ... sus tropas. Su labor (la de los equipos PC Bruno y PCCadix en los que estuvo integrado, junto a espías franceses y polacos)fue fundamental para conocer de antemano (y desbaratar) los movimientos de las tropas nazis, según destaca el documental 'El equipo D: los códigos olvidados', estrenado en Seminci y recuperado ahora por TVE.
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El tiempo ha desdibujado las huellas pucelanas de FaustinoAntonio Camazón Valentín (Valladolid, 1901-Jaca, 1982), el criptógrafo y espía pucelano que durante la IIGuerra Mundial lideró un equipo de españoles que, desde Francia, interceptaba y descifraba los mensajes que Hitler enviaba a sus tropas. Su labor (la de los equipos PC Bruno y PCCadix en los que estuvo integrado, junto a espías franceses y polacos)fue fundamental para conocer de antemano (y desbaratar) los movimientos de las tropas nazis, según destaca el documental 'El equipo D: los códigos olvidados', estrenado en Seminci y recuperado ahora por TVE.
Su proyección ha rescatado del olvido a un vallisoletano ilustre del que, sin embargo, apenas quedan ecos en Valladolid. Poco se sabe. Sus sobrinos (viven en Aragón) han intentado reconstruir, sin éxito, aquellos primeros años castellanos. «Debía de ser una familia de clase media alta», aventura Luis Ballarín, uno de sus sobrinos, residente en Sabiñánigo (Huesca), a punto de cumplir ahora 87 años. «Mi tío era como un profesor para mí. Culto, inteligente, una excelente persona. Hablaba muchos idiomas (entre ellos el chino, árabe y japonés). La música no le gustaba, las matemáticas, sí. Y la fotografía. Leer. Salíamos con mi 600 verde de excursión por la zona, por el Pirineo, a San Juan de la Peña. Y hablábamos. Pero no me contó mucho sobre Valladolid».
Supo Ballarín que, de muy joven, Camazón dejó la casa natal (en la calle Leopoldo Cano), viajó al norte y se coló de polizón en un barco rumbo a Colombia. Tenía apenas 13 años. A lo mejor eran 12. A su regreso a Valladolid de aquella aventura, la familia lo envío a Madrid para «enderezar» su futuro. Estudió matemáticas e idiomas. Ingresó en la Policía Criminal, luego como espía republicano. «En febrero de 1939, pasó a Francia», cuenta Ballarín.Allí fue reclutado por los servicios de inteligencia franceses (durante la IIGuerra Mundial para interceptar y descifrar los mensajes nazis de la máquina Enigma; después de la contienda, en el Ministerio de Asuntos Exteriores Francés).En 1968, al llegar a su jubilación, regresó a España. A Jaca, donde vivía la familia de su mujer, María Cadena. «Cuando Antonio Camazón volvió, mi tío Félix Lacasa, marido de Paquita Cadena, lo llevó a Valladolid». A finales de los 60. «Estuvieron allí, visitaron alguna casa familiar, pero ya no quedaba nadie. No supieron encontrar a su familia. Creo que tiene sobrinos por Galicia y por Madrid. Pero no sabemos más», dice Mamen Cadena, sobrina nieta, vecina de Zaragoza, quien guarda buena parte de la correspondencia privada de Camazón.
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«Todas las cartas y postales que tengo van dirigidas a León Claver, su cuñado, casado con Concha Cadena, hermana de su mujer María, y con los que se crió mi padre, José María Cadena», indica Mamen. En ninguna de esas misivas hace referencia a su tierra natal. Lo más personal, en una postal del 19 de marzo de 1968, sellada en Urdos (el Pirineo francés), es un mensaje en el que informa de la muerte de su hermano Rafael. «Yo trato de levantar los ánimos, aunque para mí ha sido un golpe muy rudo». Rudo, no duro, escribió. «Eran varios hermanos, y me contó que uno de ellos abrió una de las primeras fábricas de plásticos de España», rememora Ballarín.
Lo que sí que ofrece datos más claros es su partida de nacimiento, fechada el 6 de junio de 1901 en el registro civil de Valladolid. Antonio era el hijo del industrial Sebastián Camazón Nieto, natural de Corcos (26 años), y de María Valentín de la Fuente, una vallisoletana que entonces tenía 25 y que el día anterior se puso de parto en su casa de la calle Las Damas (a finales de ese año 1901 se cambió el nombre de la vía y pasó a ser Leopoldo Cano). En un segundo piso del número 26. Allí, a las 18:00 horas del 5 de junio, nació Antonio (nieto de Juan y de Matilde por vía paterna, de Antonio y María por la materna).
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Al registro civil, Sebastián, su padre, se hizo acompañar por el zapatero Juan Gallego Álvarez, con toda seguridad un amigo suyo, nacido en Arévalo, con vivienda en la calle Bolo de la Antigua, 5, y por Pablo Barcenilla, soltero, bajo en el Orfeón de Castilla, residente en el número 17 de San Blas. Todo ello, en un puñadito de calles.
La hemeroteca de El Norte (gracias a un anuncio publicado ese mismo año 1901) desvela que Sebastián tenía un negocio en la calle Cabañuelas, en el entorno de La Antigua. Una pequeña nota en el periódico 'La libertad', del 23 de diciembre de 1930, sitúa a Sebastián en Madrid. Tenía entonces 56 años. Vivía en la céntrica calle Luna. Y denunció que en un tranvía (el número 34) le habían hurtado una cartera con billetes y participaciones del sorteo de la Lotería de Navidad.
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Antonio –tal vez como buen espía– era poco dado a desvelar secretos. De hecho, la familia tardó mucho tiempo en conocer su pasado. Fueron las investigaciones de historiadores y criptólogos las que detectaron, en la documentación de los servicios de inteligencia franceses, que hubo, durante la II Guerra Mundial, un comando de siete españoles capitaneado por un tal Camazone (con el apellido así, afrancesado). Camazón falleció en 1982.Su sobrino Luis se enteró de todo aquello en 1995. «Para nosotros era un trabajador más del ministerio de Asuntos Exteriores francés», indica. Entre aquellos secretos del espía vallisoletano está aún la desdibujada historia de su pasado junto al Pisuerga.
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