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Cuando lo detuvo el Santo Oficio de la Inquisición se hospedaba en las casas que tenía en Valladolid el conde de Fuentes. Era el 15 de julio de 1576. Amador de Velasco y Mañueco llevaba entre sus pertenencias un cuadernillo con ofertas increíbles que los inquisidores consideraban «magina negra, ocultismo y esoterismo». Entre ellas, fórmulas para sanar las heridas rápidamente, argucias para enriquecerse y triunfar en el amor, otras para promover buenos partos y romper maleficios, e incluso «encantamientos y brujerías» para hacerse invisible, evitar malos sueños o provocar insomnio.
Lo más curioso es que Amador, que en muchos foros se presentaba como astrólogo y médico, gozó de fama entre los potentados y las capas populares hasta pocos días antes de ser detenido. Aunque su biografía completa aún está por redactar, conocemos retazos de su vida gracias a lo escrito por autores como Julio Caro Baroja, Anastasio Rojo Vega, Luis Antonio Arroyo y Francisco Contreras. Nuestro hombre había nacido en Grijalba, provincia de Burgos, hacia 1543, y eran sus padres Juan de Mañueco y Ana Pérez de Pozancos, si bien esta le confesaría, andando el tiempo, que en realidad era hijo de un pintor.
Tras pasar unos años con su abuelo y en casa de un labrador que le daba de comer a cambio de trabajar las tierras, completó estudios en Melgar de Fernamental, Valladolid y Salamanca. El mismo Amador aseguraba haber asistido a clases de Medicina en Granada y Valladolid, que cursó Teología en el Colegio de San Gregorio y que incluso estudió astrología en Salamanca, con el maestro Juan Aguilera. Anastasio Rojo, sin embargo, desconfía de tal afirmación y considera, más bien, que se habría ganado la vida «como astrólogo judiciario o mago y como preceptor o maestro de gramática», a tenor de los libros hallados en su casa en el momento de su detención.
Lo cierto es que Amador de Velasco se hizo famoso muy pronto por lo acertado de sus «pronósticos», a los que llegaba después de una atenta lectura de manos. En la capital burgalesa, por ejemplo, pronosticó al canónigo Juan de Yermo que sería obispo, y acertó: en 1574 fue nombrado para Mondoñedo. Importantes letrados y teólogos del momento avalaron sus exitosos pronósticos, hasta el extremo de ser acogido por Pedro de Velasco, hijo del poderoso condestable de Castilla, para aprender artes de magia y, más aún, la técnica «para tener un familiar», que no era otra cosa que un «espíritu o demonio sometido a sus órdenes y con el que podía alcanzarse cualquier deseo».
Pudo el burgalés acceder a libros y pergaminos prohibidos gracias a sus contactos y amistad con gente de clase alta, con nobles, clérigos y frailes, lo que le procuró momentos de enorme éxito en Madrid. Leía las manos en su posada, situada en la calle de la Cruz, pero también en el Palacio Real, y pronosticó, por ejemplo, que Perafán de Ribera obtendría el corregimiento de Medina del Campo, que el licenciado Oviedo se haría con el de Ágreda y que el doctor Gutierre Gómez conseguiría el gobierno de Asturias. Su estrella, sin embargo, dejó pronto de brillar.
Denunciado por un discípulo llamado Juan Alonso de Contreras, fue prendido por la Inquisición en Valladolid, donde llevaba unos días ejerciendo como adivino para gentes que habían sufrido robos y querían saber la identidad de los ladrones. Un testigo presentó entonces el citado cuadernillo, que, según Julio Caro Baroja, era todo un manual del hechicero, pues contenía pócimas para conseguir fines como hacerse invisible, recuperar la virginidad, casarse con la persona deseada o adquirir rápidamente fortuna. Fue condenado a salir de penitente en un auto de fe celebrado en la plaza toledana de Zocodover el 13 de abril de 1578 y «abjurar de levi» puesto de rodillas, sin bonete ni cinto y con una vela de cera en la mano. También lo condenaron a seis años de destierro de todo el distrito de Toledo.
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