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Un edificio de gran categoría constructiva, de muros de ladrillo macizo y unos forjados de hierro realizados con gran habilidad y perfección: «De virguería», así se describió el colegio Isabel la Católica en un informe municipal de 1975, cuando se estaban proyectando unas importantes reformas del mismo.
Ciertamente es un bello edificio por fuera y también lo es su interior, a pesar de las muchas modificaciones que ha conocido a lo largo de sus años de existencia, aún se puede ver buena parte del aire decorativo de aquellos años, incluido el vestíbulo y el reloj de carillón.
Enclavado en el corazón del barrio de San Nicolás, el colegio ha conocido varios nombres: de la Plaza de San Nicolás el primero, Joaquín Costa durante la II República y, finalmente se rebautizó como Isabel la Católica. Sus dependencias se decoraron con dibujos que representaban escenas y acontecimientos de los tiempos de Isabel, tales como el descubrimiento de América o la conquista de Granada, además de motivos relacionados con la función de cada dependencia: biblioteca, aula de costura, historia…
La construcción del colegio comenzó a gestarse en 1931 y se fue haciendo en varias fases hasta llegar a completar el complejo que ahora se ve. En 1934 la obra estaba en pleno desarrollo y, para ello se empleaban cincuenta obreros: se trataba de uno de los edificios más importantes en ejecución en Valladolid, junto con el matadero, el colegio de la calle San Fructuoso y los cuarteles de Caballería y Artillería del Pinar. Corría el mes de junio de 1936 cuando comenzó a funcionar con alumnado de ambos sexos, aunque al mismo tiempo se anunció una subasta para abordar una nueva fase de las obras. Y, en noviembre de 1946, el gobernador Civil comunicó al Ayuntamiento que el Ministerio de Educación ya había aprobado un presupuesto de cerca de millón y medio de pesetas para la «terminación de las obras del grupo escolar de la plaza de San Nicolás». Más de tres lustros llevó su construcción, pues aún en julio de 1953 el ministerio de Educación comunicó al Ayuntamiento que «por fin va a ser terminado el grupo escolar Isabel la Católica», cuyas obras de ampliación llevaban paradas un tiempo. Y no pararon ahí las obras importantes, pues en 1959 se añadieron unos terrenos colindantes para dedicarlos a patio del colegio. Aquel año, el centro acogió a 550 escolares, y tuvo un director y una directora para cada sección de alumnos o alumnas.
En las sucesivas fases constructivas se le acabó dotando de los más modernos avances educativos e higiénicos: biblioteca, gabinete de ciencias naturales, comedor, duchas, piscina cubierta, solárium y servicio médico (que se mejoró notablemente en 1971). En él no faltó la calefacción, ni la vivienda para el conserje en lo más alto del torreón. Mas, los usos y costumbres sociales iban cambiando, y en el año 1975 se acometió una importante reforma en el pabellón que acogía la piscina y el comedor, pues desde hacía años estaban fuera de servicio, así que con un presupuesto de tres millones de pesetas se transformaron en tres nuevas aulas, muy necesarias dado el crecimiento de la población escolar del barrio y sus inmediaciones.
El proyecto del colegio de Isabel la Católica partió de la famosa Oficina Técnica para Construcción de Escuelas creada en 1920 por el Ministerio de Instrucción Pública. En ella trabajaron arquitectos tan reputados como Antonio Flórez, Leopoldo Torres o Joaquín Antón Muro. Este último es el que firma los planos del Isabel la Católica, entre otros colegios de Valladolid, como el San Fernando. Aquella oficina tuvo un importante impulso durante la República y terminada la Guerra Civil, el Estado se inhibió durante varios años en la intervención pública de construcción de escuelas.
Se construyó el colegio sobre los solares del antiguo convento de 'las Arrepentidas', y de tres casas de la calle Puente Mayor que en 1933 se compraron con la expresa finalidad de ampliar las obras inicialmente previstas para el colegio. Las Arrepentidas era el nombre popular del convento de Santa Magdalena, de la orden de Santo Domingo de Guzmán, y en él se acogía a las mujeres que querían dejar de ejercer la prostitución. En 1812 las religiosas fueron trasladadas al convento de Santa Catalina y el edificio se dedicó a parque municipal y depósito de las bombas de incendio. El Ayuntamiento lo declaró en ruina en 1930 y el solar se ofreció al Ministerio de Instrucción Pública para albergar el colegio que finalmente se construyó.
Entre otras efemérides que pueda atesorar la historia del colegio, cabe anotar que, en febrero de 1962, con presencia de numerosas autoridades, se inauguró en sus dependencias el servicio de leche en botellines que se iba a dar en todos los centros escolares. Según información de prensa, Valladolid fue la primera capital de España en la que el alumnado comenzó a tomar leche líquida, desnatada y en botellín. Además, en el invierno de 1963, el colegio fue una de las escuelas de alfabetización para adultos de 14 a 60 años.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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