Secciones
Servicios
Destacamos
Les unía la amistad, el amor por la poesía y el magisterio de Boscán y Garcilaso. Todos popularizaron sus versos en el Valladolid del Siglo de Oro, y su notoriedad llegó al extremo, según Narciso Alonso Cortés, de ejercer influencia en toda España. Aunque algunos autores consideran exagerado hablar de «grupo poético de Valladolid», hay quienes, siguiendo a Antonio Prieto, identifican de esta manera a los poetas más relevantes del siglo XVI vallisoletano.
«Es indudable que aquel núcleo de poetas formó la plana mayor de defensores de la escuela italiana, secuaces de Garcilaso, luchando con entusiasmo hasta el triunfo completo de la nueva tendencia», señalaba Alonso Cortés. Uno de los más destacados fue Jerónimo de Lomas Cantoral, «gran admirador de Garcilaso que escribió todas sus poesías líricas a la manera italiana». Aunque sigue siendo un desconocido para el gran público, Lomas dio a la imprenta todo el conjunto de su obra en vida, concretamente en 1578, algo no muy usual en la época, y el mismo Cervantes se refirió a él, en su 'Canto de Calíope', con estos versos:
«Si vuestras obras son tan estimadas,/ famoso CANTORAL, en toda parte,/ serán mis alabanzas escusadas,/ si en nuevo modo no os alabo, y arte./ Con las palabras más calificadas,/ con cuanto ingenio el cielo en mí reparte,/ os admiro y alabo aquí callando,/ y llego do llegar no puedo hablando». Fue el mismo Lomas el que nos dio la nómina de algunos de aquellos compañeros suyos, seguidores también de Garcilaso, que animaron la poesía en el Valladolid del Siglo XVI. Eran Luis Salado de Otálora, Andrés Sanz de Portillo, Hernando de Cepeda, Francisco de Montanos, Cristóbal de Mendoza, Pedro Sanz de Soria, Hernando de Acuña, Dámaso de Frías, Pedro López Enríquez de Calatayud, Miguel Sánchez, Bernardino Daza Chacón, Luis Pérez, Diego Alfonso Velázquez de Velasco, y otros.
Además de recordar algunos de estos nombres, Lomas no dudó en ponderar el conjunto de sus composiciones: «Pincia, dichosa villa a quien ha sido/ tan benigno y amigo el alto cielo/ que de un humilde valle los ha subido/ a tal cumbre y honor en todo el suelo». Nacido en torno a 1542 en el seno de una familia oriunda de Palencia, nuestro hombre era hijo del entallador Pedro de Lomas y de Antonia de Cosgaya. Todos los indicios conducen a situar la vivienda familiar del poeta en la Plazuela Vieja (tramo que va desde la calle Torrecilla a la de las Angustias), pero, como escribe Inés Valverde, no hay constancia de que culminase algún tipo de formación académica o de que tuviera conocimientos de latín y griego.
Se sabe, eso sí, que en 1563 contrajo matrimonio con Ana de Santiago, estableciéndose desde entonces en el barrio de San Miguel. La familia tuvo nueve hijos: Alonso, Gaspar, Mateo, Julián, Antonia, Jerónima, Ana, otra Antonia y María. Jerónimo de Lomas pasó algunas temporadas en Sevilla, donde vivía su hermano Mateo, que estaba casado con la potentada Cecilia de la Cerda, lo que le permitió establecer contacto con un prestigioso grupo de poetas sevillanos encabezado por Lope de Molina y Hernán García. Otros autores creen que realizó algunos viajes a Italia, lo que explicaría su afición por la poesía de aquel país.
Por razones que se desconocen, nuestro hombre pudo llevar una vida tranquila gracias al compromiso de su hermano Mateo de pasarle una pensión vitalicia de 20.000 maravedíes al año. Influido por Petrarca, Bembo, Tansillo y los citados Garcilaso y Boscán, Jerónimo de Lomas editó todas sus composiciones en tres volúmenes publicados en 1578, dejando claro que la poesía era «la cosa que más amo y estimo». De hecho, la consideraba un arte que enseña deleitando y del que los clásicos griegos y romanos son sus mayores exponentes. Siguiendo la estela de Lorenzo Rubio, pionero en el descubrimiento de su obra, Antonio Prieto no duda en calificarle como el «máximo ejemplo de poesía petrarquista afincada en Valladolid, con la notable particularidad de que en él vive un sentido generacional como no lo hubo en los estilnovistas o en los sevillanos».
Su discípula, Inés Valverde, autora de una tesis doctoral dedicada al poeta vallisoletano, reconoce que si bien éste no escribió grandes composiciones poéticas, sí que dio a la imprenta «alguna de gran belleza y sobre todo un sistema compositivo que revelaba el pulso poético de su época (...). Supo instalarse en una 'dulce medianía' que le garantizó un lugar en la historia de nuestra poesía». Jerónimo de Lomas Cantoral murió en Valladolid en torno a 1599, posiblemente debido a un brote de peste que la extrema sequedad de ese año agudizó.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.