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«Un orgullo para Valladolid». Así fue recibida la inauguración del «Gran Cinema Coca» el 15 de marzo de 1930, hace ahora 90 años. Pocos en realidad saben que se trataba de una iniciativa de origen salmantino, pues su promotor, Julián Coca Gascón, era un prestigioso banquero y fundador, precisamente, del Banco Coca de la capital charra, el mismo que en 1978 sería absorbido por Banesto. Lo cierto es que a los vallisoletanos, esta nueva aventura empresarial les era muy familiar, pues el nuevo local se levantaba, aproximadamente, en el mismo lugar que habían ocupado el emblemático Teatro de la Comedia, heredero de aquel pionero Corral de Comedias del siglo XVI, y, tras él, el Gran Teatro proyectado por el famoso arquitecto Antonio Ortiz de Urbina. Éste, en pie desde septiembre de 1920, había cerrado sus puertas en junio de 1929.
«La historia se repite», se jactaba El Norte de Castilla: «Fue antaño este solar, donde hoy se alza uno de los mejores cinemas de España, recinto en el que las primicias del arte literario recibieron el espaldarazo de la fama e hicieron inmarcesible la gloria de muchos hombres, cuyas producciones aún escuchamos hoy con fervorosa admiración». Había, no obstante, una sensible diferencia entre aquel recinto teatral del siglo XVI y este cine de 1930, pues si a aquel «acudían las damas y caballeros de la más alta alcurnia», al Coca «acudirá lo más escogido de nuestra buena sociedad» pero también «las masas populares, pues a diferencia de aquellos tiempos pasados, en que sólo una clase social era la privilegiada, en los nuestros llega la cultura a todos los planos».
A Julián Coca Gascón le acompañaban en la nueva aventura empresarial su sobrino, Joaquín González Coca, que precisamente había sido propietario del Gran Teatro, y José Maldonado como representante. El proyecto arquitectónico había corrido a cargo del también salmantino Joaquín Secall Domingo. En su puesta de largo, el Coca proyectó dos películas: «El gran raid», con Charles Murray y George Sidney, y «El despertar», con Vilma Banky, Walter Byron y Louis Volheim. A los asistentes les llamó poderosamente la atención su magnífico anfiteatro, «con más de 500 localidades, desde cada una de las cuales el punto de visibilidad es absoluto», y sobre todo su capacidad para más de 1.000 plazas: «Y ni una sola se encuentra desenfocada de la proyección. Todas ven por igual», apuntaba este periódico.
Contaba asimismo con servicio de «bombonería y bar», «evacuatuarios» en la primera planta «impecablemente presentados y para ambos sexos», «dos anchurosas escaleras de mármol blanco natural, de peldaño suave» para subir al anfiteatro, un gran salón para fumar al finalizar la escalera izquierda, sala de té, botiquín, «tocador para las damas», una llamativa decoración «en azul y oro», y útiles combinaciones para la salida de espectadores, «que permiten despejar la sala mediante dos puertas en la calle de San Lorenzo y otras dos a la Plaza del Teatro». Y es que el «Gran Cinema Coca» había sido construido con los mejores materiales, «hierro, ladrillo y portland».
El Coca fue, además, una de las primeras salas que incorporó el cine sonoro en la ciudad, no en vano, a los pocos meses de abrir sus puertas solicitó al Ayuntamiento licencia para, precisamente, construir un mirador en la fachada de la calle de San Lorenzo con dicha finalidad. La inauguración de su instalación sonora «Western Electric» y la sustitución de sus aparatos proyectores por «los renombrados Saxonias» se anunció el 17 de enero de 1931. En diciembre de 1946, Julián Coca decidió arrendarlo a Ricardo Marsal y Asdrúbal de la Huerga Redondo.
A principios de los años 60 se acometió una nueva decoración de la fachada y del vestíbulo, y a mediados de la década siguiente se llevaron a cabo otras obras de reforma. Sede durante muchos años de la Seminci, la remodelación interna más importante llegaría en 1990, ya con Espectáculos Continental al frente del negocio: el 12 de octubre comenzaba su nueva etapa como espacio multicines con una sala grande en la planta baja, con capacidad para 600 espectadores, y otras dos en la primera planta. De este modo, su capacidad se ampliaba para 1.066 espectadores.
Hasta aquel 13 de enero de 2003 en que los espectadores que hacían cola para ver 'Santa Claus 2', proyectada para las cinco de la tarde, se percataron de que nadie les abría las puertas. Fueron los empleados de los bares situados enfrente quienes les avisaron de la clausura definitiva. Según se supo, en diciembre de 2001 el Ayuntamiento había tratado de llegar a un acuerdo con los dueños, en virtud del cual les permitían construir un edificio de seiscientos metros cuadrados de uso residencial y otros de mil doscientos de uso comercial a cambio de mantener todos los puestos de trabajo, pues el suelo sobre el que se levantaba el cine estaba calificado como residencial dotacional.
Pero no fue posible. Al igual que había ocurrido ya con el Vistarama, el Zorrilla y con las sesiones cinematográficas del Lope de Vega, aquella sala de vanguardia sucumbía a la «superioridad de los grandes multicines de la periferia sobre el centro», lamentaba este periódico. 'El gran dictador', 'El señor de los anillos', 'Harry Potter y la cámara secreta' y 'Santa Claus 2' fueron las últimas películas que pudieron verse en el Coca, cuyo espacio lo ocupa ahora un bloque de viviendas de cinco alturas.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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