![Contra el cine inmoral](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202202/09/media/cortadas/luises-RzTxweWOfdgfWDulhaDmTgN-1968x1216@El%20Norte.jpg)
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«El cine es un constante peligro para la castidad, escenas que hasta hace pocos años jamás, jamás, jamás eran presenciadas sino en la intimidad de los que el santo vinculo había unido en una persona, ahora las ven los niños, las niñas, no sólo cuando aún no han perdido la virginidad, sino cuando todavía son incapaces de perderla». No por casualidad, las palabras del jesuita Remigio Vilariño, escritas en 1915, fueron recuperadas con ardor en 1941. Constituían la base de la censura nacionalcatólica en la industria cinematográfica, conscientes como eran la Iglesia y el Régimen franquista de que el cine era el espectáculo de ocio preferido por los españoles.
Las organizaciones católicas se esmeraron en controlar «la moralidad del cinematógrafo» desde 1935. La que más énfasis puso en ello fue la Asociación Católica Nacional de Padres de Familia, que ya en octubre de ese año impulsó por toda España unas concurridas «Semanas contra el cine inmoral». Patrocinada por la Junta Diocesana de Acción Católica y organizada por la Juventud Femenina, la de Valladolid se celebró entre los días 20 y 27 y contó con proyecciones de películas en las salas de la Casa Social Católica, en la de los Kostkas, perteneciente ésta a la sección infantil y juvenil de las Congregaciones Marianas de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka, de los jesuitas, y en el Teatro Calderón. También se organizaron charlas moralizantes a cargo de sacerdotes, líderes de Acción Católica y personalidades de renombre nacional como Rosario Pereda y José María Pemán.
Se habló de la influencia perniciosa de determinado cine sobre las clases obreras y las familias, de la urgente necesidad de defender y propagar el «cine bueno», de los medios más idóneos para combatir el inmoral, de la importancia de los Padres de Familia en la tarea y de la propuesta de crear un organismo similar a la norteamericana «Liga de la Decencia», liderada por las mujeres católicas. Era urgente, según los organizadores, «formar la conciencia por medio de la intensificación de la cruzada religiosa a los niños, y de la asistencia a los círculos de estudio y cursillos de cultura religiosa superior postescolar». El momento esperado para culminar tamaña cruzada contra la inmoralidad llegó con la sublevación militar contra la República.
En Valladolid, como en otras muchas provincias de la España que fueron tomando los sublevados a partir del 18 de julio de 1936, se crearon comités locales y provinciales de censura católica antes incluso de que el Nuevo Estado franquista decidiera unificar las labores de control del cine mediante organismos como la Comisión Nacional de Censura Cinematográfica y la Junta Superior de Censura Cinematográfica. La inspiración de los católicos encargados de esta labor en nuestra ciudad la exponía con claridad el periódico Diario Regional: erradicar las «propagandas inmorales» difundidas por el cine republicano, esas películas «donde el adulterio y el divorcio se presentan en la pantalla como costumbres corrientes y como cosas naturales», proyecciones repletas de «desnudos y semidesnudos, expresiones críticas, posturas y sugerencias malsanas».
La Asociación Católica de Padres de Familia puso en marcha las primeras Juntas Censoras con su respectivo sacerdote, alentó la intervención estatal e inauguró un «servicio informativo» consistente en carteles en las iglesias donde aparecían la clasificación de las películas a estrenar: «Pueden verse»; «Tolerables para personas mayores»; «Aunque no inmoral en el fondo, tiene defectos graves»; y «No deben verse». Su intensa colaboración con la Junta Superior de Censura Cinematográfica dio como resultado la prohibición de 105 películas en 1938. Además, desde 1935 los Padres de Familia contaban con su propio boletín, 'Filmor', encargado de difundir la clasificación moral de las proyecciones.
El seguimiento de las mismas fue exhaustivo, como puede desprenderse de la documentación generada por dicha asociación católica. A modo de ejemplo, de las 896 películas analizadas en 1937 solo 263 entraron en las dos primeras categorías; el resto, 633, contenían defectos graves (244) o no debían verse (389). Los censores católicos vigilaron un total de 6.936 proyecciones entre 1937 y 1939: según su clasificación, 1.281 (18,5%) podían verse, 874 (12,7%) eran tolerables para mayores, 1.800 (25,9%) contenían defectos graves y 2.338 (33,7%) no debían verse. El resto, 643 (9,2%), quedó sin referencia.
A principios de los años 40, las organizaciones católicas variaron la clasificación de las películas y establecieron un sistema de colores: Blanco: sin «peligro de perversión»; Azul: «película con reparos... Algún escote pronunciado, alguna frase poco limpia, una riña violenta, desnudos deportivos, etc.»; Rosa: película con «reparos» más peligrosos: «traiciones, amores exaltados o fieros, riñas, desafíos, bailes de cabaret, puñaladas, desnudos más pronunciados...»; Grana: películas peligrosas «con defectos graves, con argumento crudo o fuerte, situaciones equívocas o moralidad dudosa»; y Rojo: películas «no recomendables, de forma y fondo inadmisibles en absoluto».
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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