Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·
En una apoteósica celebración, Franco escenificó la cesión de la fortaleza de la Mota, en Medina del Campo, a la Escuela Mayor de Mandos de la Sección Femenina en 1942
Frente al egoísmo del hombre, «la mujer acepta una vida de sumisión, de servicio, de ofrenda abnegada a una tarea». Era el ideal femenino de la «España nueva», impuesto después de la victoria del bando sublevado en la Guerra Civil, en abril de 1939. La Sección Femenina sería la encargada de formar y adoctrinar a las mujeres conforme al proyecto, bastante difuso, de José Antonio Primo de Rivera, pero también de los modelos alemán e italiano del momento.
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La apoteosis celebrativa acontecida el 29 de mayo de 1942 en el Castillo de la Mota de Medina del Campo vino a reflejar aquel ímpetu por adoctrinar a la mujer en una España que los jerarcas del momento pretendían retrotraer a los tiempos de los Reyes Católicos. De hecho, la elección de esta fortaleza como Escuela Mayor de Mandos de la Sección Femenina no era arbitraria: en ella vivió y murió la reina Isabel I, modelo de mujer y de gobernante que, a decir del mismísimo Franco, debería ser retomado en aquel momento.
El Norte de Castilla, como era lógico en aquellos tiempos de mordaza informativa, dedicó la portada y otra página más a glosar el evento: «Castilla renovó ayer al Jefe del Estado su fervorosa adhesión con motivo de la entrega del Castillo de la Mota a la Sección Femenina», remarcaba el titular del 20 de mayo de 1942.
La Escuela de Mandos, que llevaba el nombre de «José Antonio Primo de Rivera», respondía también a los principios que más de una vez había explicado su propia hermana, Pilar Primo de Rivera, delegada de la Sección Femenina: el compromiso activo de la mujer en la vida pública habría de cesar con el término de la contienda, ya que la «función directora solo comprende a los hombres»; el cometido primordial de la mujer era, por tanto, «regresar al seno de la familia».
Aquel 29 de mayo de 1942, Medina del Campo semejó un inmenso escenario en honor al Caudillo. Según El Norte de Castilla, más de 10.000 personas entre «productores» (eufemismo empleado por la dictadura para referirse a los trabajadores), excombatientes y diversos representantes de 237 pueblos de la provincia se concentraron para asistir a la inauguración oficial de la Escuela de Mandos.
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Los balcones exhibían colgaduras con los colores de la bandera nacional y de la Falange, mientras en la Plaza Mayor, miembros de la Sección Femenina, del Frente de Juventudes y de la Milicia de Madrid formaban en orden bajo los inmensos retratos de Franco y de Onésimo Redondo, expuestos en el Ayuntamiento.
La multitud se agolpaba en la explanada del Castillo de la Mota a la espera de recibir al Jefe del Estado. Al acto no faltaron el ministro de Educación, José Ibáñez Martín, acompañado de su entonces secretario, Pedro Laín Entralgo; el ministro secretario de FET-JONS, José Luis Arrese; y el ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, acompañado de miembros de la Junta Política, como Dionisio Ridruejo.
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Franco llegó hacia las once de la mañana en compañía de su mujer, Carmen Polo, su hija, Carmencita, y sus ayudantes, Martínez Mazas y Fontán. Vestía el uniforme de jefe nacional de Falange y exhibía la Cruz Laureada de San Fernando. Al grito de «Franco, Franco, Franco», las mujeres de la Sección Femenina, que aguardaban en las almenas, soltaron numerosas palomas, mientras los «muchachos del Frente de Juventudes» agitaban banderas desde las almenas superiores.
94 alumnas que empezaban el curso y los mandos de la Escuela, encabezados por Pilar Primo de Rivera, aguardaban al Caudillo. El acto de cesión del Castillo a la Sección Femenina, verificado mediante decreto de 29 de mayo de 1942, contó con un inflamado discurso en el que Franco reivindicó la personalidad de Castilla y las dotes de mando de Isabel la Católica.
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Del ideario de la reina, fallecida precisamente en este Castillo en noviembre de 1504, resaltaba «el imperio del Espíritu y la fortaleza de la unidad», pero también la expulsión de los judíos y el freno impuesto a las ambiciones de los nobles. Y es que Franco, al igual que la reina, pretendía restablecer la «unidad política, territorial y racial de todos los españoles», no en vano calificaba la política de Isabel I como «revolución totalitaria y racista, al final, por ser católica».
Reproducido íntegramente por El Norte de Castilla, el discurso del dictador arremetía contra la política liberal, «en la que los partidos no fueron más que la máscara de los apetitos, de los intereses, de las ambiciones bastardas», para reafirmarse en una política «basada en las verdades eternas (?), en los principios de la ley de Dios (?), en el servicio de la patria (?) y en el bien general de los españoles».
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Hasta las siete de la tarde, en que partió de regreso a Madrid, Franco recorrió las dependencias del Castillo destinadas a Escuela Mayor de Mandos de la Sección Femenina, situadas alrededor del Patio de Armas, y, por supuesto, asistió a la bendición de las mismas por parte del arzobispo de Valladolid, Antonio García y García, al que acompañaba fray Justo Pérez de Urbel, asesor nacional religioso de la Sección.
Como señala Paul Preston, el Castillo medinense se convirtió así en «cuartel general espiritual de la Sección Femenina», con un diseño interior que semejaba un convento medieval. Restaurado entre 1939 y 1942 por Pedro Muguruza y Otaño, comisario del Patrimonio Artístico Nacional, Pilar Primo de Rivera y sus camaradas se esforzaron por imprimir en él sus gustos artísticos: pidieron al escultor gerundense José Clará que les hiciera una Virgen y un San José para la capilla, y de esa forma colocaron en el interior la famosa imagen de Santa María del Castillo.
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El comedor parecía un refectorio monástico y la rutina diaria se desenvolvía en torno a los servicios religiosos. «La diferencia era que Pilar [Primo de Rivera] estaba preparando a sus monjas para una vida de servicio a José Antonio», señala Preston.
La fortaleza medinense se convirtió en reguero de escuelas provinciales dirigidas a la formación y reciclaje de los mandos de la Sección, mediante clases de educación física, formación religiosa, política y cultural. Hubo en el Castillo, desde 1948, alumnas internas «cumplidoras del Servicio Social», y hasta becarias de Hispanoamérica que, en cierto modo, rememoraban aquel anhelo joseantoniano de reeditar el «Imperio Americano» bajo la batuta española.
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En 1962, Franco concedió a Pilar Primo de Rivera el título de condesa del Castillo de la Mota en reconocimiento a sus servicios a España. Clausurada mediante Real Decreto en enero de 1977, la Escuela Mayor ubicada en dicha fortaleza pretendió ser, en palabras de la misma Pilar Primo de Rivera, «síntesis de la tradición y la revolución al modo joseantoniano, y bajo la inspiración de su nombre».
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