Efe
Tiempos modernos

Camareros, peluqueros y manitas

Es una lástima que la FP no se hubiera inventado mucho antes porque gracias a ella se ganan la vida sin apreturas albañiles, fontaneros, electricistas, desatascadores, pintores de brocha gorda y oficios similares que nos hacen a todos la vida más fácil

Paco Cantalapiedra

Valladolid

Sábado, 13 de enero 2024, 00:17

Leí no hace mucho en El Norte un par de noticias relacionadas con el mundo laboral que hacían hincapié en las dificultades de algunos negocios para encontrar trabajadores de diferentes especialidades. Uno de los titulares más llamativos anunciaba que Valladolid necesita cubrir decenas de puestos ... de urgente cobertura con sueldos que no están nada mal. Ya dentro de la noticia elaborada por mi colega Ángel Blanco Escalona podían consultarse algunas de esas ofertas tales como «ingeniero/a de diseño que sepa diseñar en 3D y 2D, generar listas de fabricación de piezas a mecanizar, generar documentación técnica, realizar informes» y otros requisitos, entre ellos «tener el grado de Ingeniería en Diseño Mecánico y una experiencia de más de cinco años, así como un inglés avanzado». Para garantizar que la noticia era cierta se concretaba que «la empresa Metrolec ofrece un contrato indefinido a jornada completa de mañana y tarde y un sueldo de hasta 40.000 euros brutos anuales».

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No es, sin duda, un mal curre, aunque si traducimos a neto la pasta bruta que se ofrece, nos encontramos con una nómina de-las-de-llevarse-a-casa ligeramente superior a 2000 euros mensuales, que está bien pero no es como para tirar cohetes por haber encontrado el curre de tu vida. Si usted, desocupado lector, se pregunta cómo hay tanta diferencia entre el bruto y el neto, recuerde que de la cifra gorda hay que descontar el IRPF y la Seguridad Social. Vamos: que la parte contratante tiene que soltar un pastón que no va íntegro al bolsillo del currito.

En otro reportaje más reciente elaborado por el mismo autor se ponía de manifiesto que jornadas largas y sueldos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional ponen muy difícil encontrar camareros, a pesar de que según dice el presidente del sector algunos bares y cafeterías están pagando «por encima del convenio». Ni que decir tiene que los llamados sindicatos de clase están en desacuerdo con esa afirmación porque la «gente no quiere ser explotada» y «aborrece un sector donde te humillan por cuatro duros». Como dice mi amigo Ciriaco (camarero jubilado que se pasó vida y media detrás de la barra o con la bandeja a cuestas) «la mejor prueba de que los salarios del sector son una porquería es que es muy difícil encontrar personas dispuestas a trabajar ocho o más horas sirviendo tapas y copas». Cosa bien distinta es lo que opinan los hosteleros, cuyo presidente de la Asociación Provincial, don Jaime Fernández, sostiene que los salarios son los que «se han negociado con los sindicatos». Mecachis.

El caso es que, según el reportaje de mi colega, lo que más se necesita hoy son peluqueros, asesores comerciales o albañiles que sepan poner baldosas como Dios manda, a los que ofrecen «incorporación inmediata», sin necesidad de muchos estudios, contrato indefinido y sueldos de hasta 25.000 euros brutos, que como he dejado escrito un poco más arriba, se quedan en 1.420 netos al mes, que dan para comer pero insuficientes para comprarse una finca y retirarse a ella antes de la vejez.

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De los dos trabajos periodísticos que he leído para enjaretar el presente comentario, lo que más ha llamado mi atención son las declaraciones del presidente de la Asociación Provincial de Hostelería según el cual deberíamos preguntar «al Gobierno de España» por las dificultades de su sector para encontrar trabajadores dispuestos a currar por culpa de las ayudas que reciben los parados porque quienes tienen acceso a ellas «es muy difícil que quieran trabajar».

Empezar a los catorce

La situación actual del mercado de trabajo contrasta enormemente con lo que sucedía cuando servidor era uno de los miles de críos que empezaban a trabajar con catorce o quince años. Hablo de pinches, aprendices, aspirantes a chupatintas, ayudantes de cualquier ocupación u oficio que, alentados por sus progenitores, colgaban los libros y se buscaban la vida sin ni siquiera dejar currículums, entre otras razones porque a esa edad no tenías nada que contar. Servidor, sin ir más lejos, se incorporó al mercado laboral con dieciséis años olvidando el consejo de mi santa madre: «Paquito, si traes dinero a casa nos vendrá bien, pero estudia porque trabajar es para siempre». No sé cómo hubiera sido mi futuro de haber estudiado hasta los dieciocho o veinte tacos, pero no me ha ido tan mal. Ni que decir tiene que la mayoría de aquellas primeras experiencias laborales actualmente serían consideradas delictivas por hacer cosas tales como: recorrer casi veinte kilómetros en bici seis días a la semana desde La Maruquesa a San Isidro en jornada partida, incluidos sábados por la mañana, cobrar 500 pesetas al mes (poco más de tres euros) y estudiar francés a partir de la ocho de la tarde, un idioma tan hermoso como innecesario para mejor en el trabajo de 'chico de la oficina' que a duras penas dominaba la tabla de multiplicar.

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Eran tiempos en los que los millonetis daban carrera a sus vástagos para que se incorporaran como jefecillos al mercado laboral, mientras los desarrapados éramos pinches, aprendices, botones, auxiliares de oficios manuales y poco más. Ahora que lo pienso es una lástima que la FP no se hubiera inventado mucho antes porque gracias a ella se ganan la vida sin apreturas albañiles, fontaneros, electricistas, desatascadores, pintores de brocha gorda y oficios similares que nos hacen a todos la vida más fácil. Por si no lo saben, les cuento que actualmente numerosas empresas menores y casi todas las grandes aseguradoras disponen de su propio 'Servicio de Manitas' formado por curritos utilísimos para arreglar ese maldito cajón de la modernísima cocina que se atasca de vez en cuando, cortar el goteo continuo de la taza del retrete o cambiar un cristal roto por uno nuevo.

Soy consciente de que muchas de estas pequeñeces se arreglan con algo de maña y paciencia, pero no todos estamos preparados para hacer tales cosas sin riesgo de acabar con una broca atravesándonos el brazo o romperse la crisma subido a una silla intentando desatascar la persiana del comedor.

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