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El periodista satírico y festivo José Estrañí a principios del siglo XX. EL NORTE
'El Tío Calores', azote de banqueros, curas y políticos
El cronista

'El Tío Calores', azote de banqueros, curas y políticos

José Estrañí, periodista mordaz y satírico, fue desterrado de Valladolid por sus críticas políticas y excomulgado y condenado a prisión por arremeter contra la Iglesia

Martes, 26 de abril 2022, 00:10

Entonces lo llamaban periodismo satírico y festivo pero era una auténtica bomba de relojería en el corazón del poder político y económico; una crítica acerada e incisiva, revestida de chispazos de humor y de sátira corrosiva, acompañada de caricaturas mordaces que entraban en el orgullo de los poderosos como un cuchillo en un bizcocho. José Estrañí y Grau, que ejerció el periodismo en Valladolid durante 16 años, fue sin duda el mejor periodista de este género en la España de finales del XIX y primer tercio del siglo XX. Su vida fue toda una aventura.

Nacido por accidente en Albacete el 5 de agosto de 1840, de padres catalanes, el destino laboral de su progenitor como administrador de diligencias le condujo, siendo aún un niño, a Segovia, Madrid y León, ciudad ésta donde estudió las primeras letras y tres años de latín. Y hasta tuvo tiempo de crear un periódico, titulado 'El Mirlo', para burlarse de los alcaldes; una cabecera festiva que, como él mismo cuenta en su famosa 'Autobiografía humorística', «cantaba en la mano y se publicaba todos los días del año, excepto los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábados de cada semana». Cursó Matemáticas en la Universidad de Oviedo pero se buscó la vida en la ciudad del Pisuerga, donde llegó en 1860 para trabajar como empleado en el economato del Ferrocarril del Norte. Poco después encontraría trabajo como tenedor de libros en la Fábrica del Gas.

No era Estrañí (quien, según Alonso Cortés, se apellidaba en realidad Estrany pero decidió castellanizar la ortografía de su apellido) un joven conformista, ni mucho menos. De hecho, tenía vocación de artista y quería ser músico, pintor, poeta y actor, pero terminó siendo periodista, el mejor del oficio satírico y festivo. Después de publicar algunos versos en 'La Disciplina' fundó con Pío Hermosa 'La Murga', cabecera que se calificaba de esta manera: 'Orquesta desafinada y rimbombante como ella sola'. Su objetivo, en pleno año de 1865, era criticar «la policía urbana, costumbres sociales, teatros, etc.». Y a fe que lo hizo. Y con un éxito impensable. El periódico, en efecto, se lanzó a una violenta campaña satírica contra las entidades y personas a las que se atribuía la quiebra mercantil de aquel momento.

'La Murga', ilustrado con caricaturas de Manuel Fernández la Oliva, se vendía hasta agotarse, se revendía luego, recibía querellas y lanzaba «tamborilazos» a discreción.. Hasta que un mal día, el administrador decidió fugarse llevándose los fondos del periódico y dejando sin pagar una importante suma a la fábrica Garaizabal. Era 1866. Estrañí no se dio por vencido. Tras 'El Hipocrita', que solo aguantó un número, fundó 'El Trueno Gordo', altavoz de sus ideas republicanas federales, partidario de la revolución que en 1868 desterró a Isabel II y crítico sin piedad con los partidarios de la reina. Un año después retomó con 'El Mirlo' la cabecera fundada en León, pero el gobernador trató de silenciarlo imponiéndole el pago de una alta contribución. Para burlar la orden, cada domingo fundaba un periódico diferente, con lo que aquellas mordaces publicaciones se convertían en hojas sueltas y, como tal, exentas de tasas. Fueron apareciendo, así, diferentes 'aves' que picaban con dureza a los gobernantes: 'El Cuco', 'El Mochuelo', 'El Gorrión', 'La Garduña', etc.

Pasó un año en Madrid, donde dirigió 'El Popular' y fundó 'El Buzón del Pueblo', y en 1871, de nuevo en Valladolid, sacó una nueva cabecera, 'Mefistófeles', con caricaturas de Salvador Seijas. Pero fue 'La Mar Azul', iniciado en 1872, el que le trajo mayores problemas. Su artículo «Los pavos reales» fue interpretado por el ministro de la Gobernación, Romero Robledo, como un ataque directo a su persona, lo que, unido al despido de la Fábrica del Gas, le dejó sin blanca. Era 1877. Fue el ex ministro republicano José Muro, buen amigo de Estrañí, quien convenció al gobernador para que lo desterrase a Santander, donde meses antes le habían ofrecido un puesto de redactor en 'La Voz Montañesa'. De nuevo aquí alcanzó fama nacional pero ahora con sus «pacotillas», rimas satíricas sobre la actualidad.

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Sus mofas anticlericales provocaron que el obispo Calvo y Valero excomulgase a su periódico junto a otros dos más en 1881. Cinco años después, una reseña sobre la peregrinación al convento de Caldas de Besaya le procuró un proceso penal, abierto a instancias del obispado de Santander, que se saldó con una condena de tres años, seis meses y un día de prisión correccional. Estrañí se escondió para evitar ser apresado y comenzó a publicar «Cartas Infernales», en alusión al lugar donde permanecía oculto. Indultado en 1889, seis años después rompía con el propietario del periódico y pasaba a dirigir 'El Cantábrico', donde siguió con sus «pacotillas». La cabecera llegó a vender más de 13.000 ejemplares.

Imborrable su huella en la sociedad vallisoletana, de vez en cuando regresaba para asistir a las corridas de toros y saludar a sus amigos, incluso insertaba colaboraciones en la prensa local. Firmó de mil maneras, como 'El Tío Calores', 'Calamar', 'Escamón', 'Langostino', 'Barba Larga', 'Langostilla', 'Sardinilla' y 'Neptuno', entre otras. Buen amigo y contertulio de Benito Pérez Galdós durante los veraneos del escritor en Santander, murió en esta ciudad el 29 de diciembre de 1919. «Proceder siempre con honradez y con vergüenza ha sido el lema de mi escudo, única herencia que me dejó mi buen padre. Por eso habrá muchos que me llamen 'primo'. No me importa; porque ¡qué bien se vive con una conciencia limpia de toda acción reprobable!», dejó escrito.

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