Cabina telefónica en el cruce de las calles de la Estación y Labradores. ARCHIVO MUNICIPAL

La cabina telefónica, signo de modernidad

A punto de desaparecer de nuestro paisaje urbano, la inauguración de las ocho primeras cabinas fue todo un acontecimiento hace 55 años

Martes, 7 de septiembre 2021, 07:34

Hoy agonizan en nuestras calles, sin uso y deterioradas, a la espera de ser completamente desalojadas de nuestro paisaje. Pero entonces, hace apenas medio siglo, no solo eran la única manera que tenían muchos españoles de poder acceder al teléfono, sino también un signo de ... modernidad y de pujanza económica. Así lo percibieron los vallisoletanos que hace ahora 55 años asistieron al acto de inauguración de las primeras cabinas telefónicas de la ciudad. Era el 23 de agosto de 1966 y, como bien señalaba este periódico, Valladolid se sumaba a las capitales pioneras de un servicio público tan necesario en aquel momento.

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Aunque se suele fijar le fecha de 1928 como la de la puesta en funcionamiento del primer teléfono de uso público en España, en el madrileño parque de El Retiro, las cabinas que todos conocemos no llegarían hasta la década de los sesenta, concretamente hasta 1963. Primero en Madrid y Barcelona y luego, pocos meses después, en Bilbao. Para la Compañía Telefónica Nacional, que venía explotando el servicio desde 1924, era una manera de hacer llegar el teléfono a la mayoría de los españoles, pero también una señal clara de su pujanza.

Los vallisoletanos de hace ahora 55 años lo recibieron como un verdadero acontecimiento. De manos del jefe comercial de la Compañía, Eliseo Conde Porres, aquel 23 de agosto de 1966 asistieron a la puesta de largo de la cabina telefónica de la Plaza de la Universidad, elegida en representación de las ocho que entraban en funcionamiento aquel día: además de la citada, las de las «plazas de Rafael Cano (Pilarica), San Juan, Vadillos, San Pedro (confluencia con la calle Real de Burgos), avenida de Santa Teresa (antigua Rondilla, junto a Portillo Balboa), calle Amor de Dios (esquina a avenida Palencia) y Avenida Palencia (frente a los barrios de San Pedro Regalado y de España)».

Acordada su instalación con el Consistorio, se trataba de modernas cabinas «construidas en aluminio y cristal y son amplias y de bonita línea», destacaba el periodista. En su interior, los aparatos de telefonía eran «de lo más moderno en su género». Claro que su funcionamiento distaba todavía del que luego conoceríamos, pues precisaban de fichas que podían comprarse en quioscos, estancos, bares y otros establecimientos públicos. «Su utilización es tan sencilla como eficaz», señalaba este periódico:

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«Se descuelga el micro teléfono y se introduce por la ranura de la parte superior izquierda las fichas que se piensen utilizar, hasta un máximo de siete, y se espera la señal de tono para marcar el número deseado. Al contestar el teléfono llamado, el aparato se cobra la primera ficha y empieza a contarse el período de tres minutos. Al cumplirse éste se oye la señal acústica de fin de periodo y se puede introducir otra ficha y continuar así por tiempo indefinido; o bien introducir las siete fichas de una vez y añadir otras si la conversación es larga, ya que al final de ésta, el aparato devuelve las que no se hayan utilizado». A finales de año, sin embargo, las fichas serían reemplazadas por las monedas, concretamente por dos de una peseta.

Las cabinas de Valladolid no incluían guías telefónicas, pues, además de poco consultadas, eran «fácilmente sustraídas o deterioradas»; se suplían con un número gratuito de información, el 003. «El cómputo del tiempo de este aparato se efectúa por periodos de tres minutos de comunicación. Van provistos de un depósito con ventanilla transparente para que el usuario vea las fichas introducidas y, mientras haya una en el depósito, la comunicación continúa. Cada tres minutos o fracción que dura la conferencia, el aparato cobra una ficha y al ser colgado el microteléfono, devuelve las que no hubiere utilizado».

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Aquellas de hace 55 años eran las primeras cabinas de otras 70 que la Compañía Telefónica tenía previsto instalar en las «zonas de más necesidad» y de más densidad de llamadas de la ciudad. El coste de cada una ascendía a 50.000 pesetas (algo más de 300 euros). Además, para su perfecto mantenimiento, la Compañía había contratado con una empresa local su limpieza dos veces al día.

Y es que también entonces eran objeto de travesuras: el mismo día de la inauguración, un grupo de «jovenzuelos» entró en la cabina telefónica de la Plaza de la Universidad, «descolgaron el teléfono, dieron varias vueltas al disco e hicieron un simulacro de llamada». El Norte de Castilla no dudó en pedir a todos los vallisoletanos «que respeten y cuiden estas cabinas y estos aparatos que prestan un gran servicio a la comunidad (...). Pongamos un poco de nuestra parte para que no se conviertan en el rincón de las suciedades».

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