Ya lo decía este periódico al poco de conocer la noticia: «El paso dado por Kennedy significa políticamente un decidido enfrentamiento con la URSS». Y eso, a la altura de 1962, solo podía significar una cosa: avanzar a pasos agigantados hacia la tercera guerra mundial. ... Hasta se hicieron cálculos: ya no serían 60 millones de muertos, como en la guerra de 1939-1945, sino entre 200 y 1.000 millones. Porque tanto Estados Unidos como la Unión Soviética, las dos superpotencias que se repartían el mundo durante la Guerra Fría, poseían armas nucleares.
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La noticia menos deseada saltó a mediados de octubre de 1962, hace ahora 60 años. Aviones estadounidenses habían captado la instalación de misiles de alcance medio, por parte de la URSS, en la Cuba de Fidel Castro, que en 1959 había liderado la revolución que derrocaría al dictador Fulgencio Batista. La razón esgrimida por el barbudo para justificar la instalación de los misiles no era otra que protegerse de una inminente invasión de Estados Unidos, reciente como estaba la fracasada intentona norteamericana de Bahía de Cochinos (1961). Las bases soviéticas en Cuba estaban compuestas por 42 cohetes capaces de alcanzar en minutos cualquier ciudad estadounidense.
Las dos superpotencias que dominaban aquel mundo bipolar parecían conducir a la humanidad al precipicio de la guerra nuclear. Sobre todo cuando, gracias a nuevos vuelos de reconocimiento, los norteamericanos confirmaron que la URSS de Nikita Kruchev también había llevado a Cuba bombarderos y tropas. Después de escuchar al secretario de Estado de Defensa, Robert McNamara, el comité de crisis nombrado por el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, se inclinó por decretar el bloqueo total de Cuba. La noticia saltó a la primera plana de los periódicos el 23 de octubre de 1962. En su mensaje televisado, el presidente estadounidense recordaba que la construcción de bases de lanzamiento de proyectiles en suelo cubano amenazaba la paz y la seguridad de toda América. Por si fuera poco, Estados Unidos decretó por primera vez en su historia el estado de alerta Defcon 2, el nivel previo a la guerra total, y equipó todos los bombarderos B-52 con armas nucleares.
Pero en la URSS, Kruchev no parecía dar su brazo a torcer. En una nota de respuesta culpaba a Estados Unidos de las circunstancias que podrían derivarse del bloqueo, en referencia indirecta a un enfrentamiento armado. Entretanto, el gobierno español, liderado por el general Franco, expresaba su solidaridad con los Estados Unidos «en la lucha contra el comunismo internacional, enemigo sistemático de la paz y del orden».
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La tensión internacional llegó a tales extremos que no solo el secretario general de la ONU, el birmano U Thant, hizo un llamamiento al diálogo entre ambas potencias, sino que hasta el filósofo británico Bertrand Rusell, a sus 90 años, recobró aquel pacifismo que lo caracterizó durante la Primera Guerra Mundial para clamar por el entendimiento y la paz. Todo parecía en vano. Más aún cuando se supo que un avión espía estadounidense había sido derribado mientras sobrevolaba la isla. Era el 27 de octubre de 1962.
Afortunadamente, los mandatarios de ambas superpotencias supieron estar a la altura de las circunstancias y dieron prioridad a la diplomacia. 24 horas después de aquel terrible suceso, Kruchev hacía público que accedía a retirar las bases de Cuba si Estados Unidos hacía otro tanto con sus misiles 'Júpiter' de Turquía. Las negociaciones estaban en marcha. La orden soviética de desmantelar las bases cubanas se cumplió el día 30. Los soviéticos también consiguieron el compromiso de Kennedy de no invadir nuevamente la isla. El bloqueo estadounidense se levantó de inmediato.
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Una semana al borde de la guerra nuclear fue suficiente para que Estados Unidos y la Unión Soviética establecieran cauces más fluidos de diálogo. A partir de la crisis de los misiles de octubre de 1962, hace ahora 60 años, se hizo famoso el llamado «teléfono rojo», que era en realidad un télex, para facilitar el contacto entre el Kremlin y la Casa Blanca en caso de una nueva crisis que pudiera provocar un tercer , y devastador, conflicto mundial.
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