La más bella de Castilla y León
Esperanza del Caño, de Villavicencio de los Caballeros, representó a la región en el primer concurso de Miss España, celebrado en enero de 1929
Su padre decía que era «de lo bonito de Valladolid», los periodistas ponderaban su belleza por ser «típicamente española, castiza», y ella no ocultaba su disgusto por haber sido presentada al concurso de «Señorita de España» sin su consentimiento. Era enero de 1929 y Esperanza del Caño Escudero, como se llamaba nuestra protagonista, saltó de pronto a la prensa nacional por representar a Castilla y León en el primer certamen de Miss España de la historia. Lo organizó el periódico ABC ante la propuesta de Estados Unidos de convocar un concurso de belleza intercontinental.
El contexto no era otro que el de «los felices años 20», marcado por el influjo de los nuevos espectáculos públicos de masas y del cine -sobre todo norteamericano-, pero también por el paulatino cambio de papel de la mujer en la sociedad, pues tras la Primera Guerra Mundial comenzó a reconsiderarse su ancestral función secundaria. Además de su incorporación al mercado laboral hay que tener presente la transformación de su imagen tradicional, ahora mucho más «atrevida», y, sobre todo, el incremento de su protagonismo social, circunstancias todas que influyeron en la decisión de organizar un certamen de belleza concebido como una manera de exaltar la figura de la mujer.

Como ha escrito Enrique Sánchez Lubián, al concurso de «Señorita de España» habrían de presentarse mujeres con edades comprendidas entre 16 y 25 años, que desfilarían en la sede de ABC con traje de calle o de noche. La ganadora sería recompensada con una joya valorada en 6.000 pesetas, su fotografía en la portada del periódico y un viaje a Paris, con todos los gastos pagados, para participar en la elección de Miss Europa. Entre las 26 aspirantes se encontraba, representando a la región de Castilla y León, la vallisoletana Esperanza del Caño.



Su elección fue fruto de un «plebiscito» organizado a principios de enero de 1929 por El Norte de Castilla, en el que participaron 2.530 votantes. De entre todas las fotografías enviadas al periódico ganó la titulada «Tierra de Campos» con 673 votos. La había enviado «el acaudalado propietario de Villavicencio de los Caballeros» César del Caño y se trataba, por supuesto, del retrato de su hija Esperanza, sentada y con mantilla blanca. Como señalaba el periodista, la ganadora tenía entonces 19 años, pertenecía a una «familia muy conocida, emparentada con los más rancios linajes de Tierra de Campos», y era la mayor de 9 hermanos. Padre e hija viajaron juntos a Madrid para el desfile que habría de celebrarse el 25 de enero en la sede de ABC, en la calle Serrano.
El día anterior concedió entrevistas a varios medios de comunicación. La más importante, sin duda, fue obra de César González Ruano, que la describió como «pequeñita y menuda, fantásticamente guapa. Además, se llama Esperanza. Morena (...). Es de plena Tierra de Campos». Nacida en Villavicencio de los Caballeros, pasaba los inviernos en Valladolid, concretamente en la casa que su familia tenía en el número 19, principal, de la calle Torrecilla. La joven expresaba su disgusto por haber sido presentada al concurso en contra de su voluntad. Se definía como una mujer casera, hasta el extremo de preferir quedarse en casa con su madre antes que viajar a Paris.

Aficionada al teatro, al cine y a los toros, sobre todo a Cagancho, leía las novelas del Padre Coloma y era feliz «cuidando de sus hermanos». Le gustaba más el pasodoble que «los bailes modernos» y su aspiración era «casarme con el hombre a quien yo quiera y tener mi hogar». Para sorpresa del entrevistador, Esperanza no tenía novio ni pensaba encontrarlo en Paris: «Estoy muy bien sin novio, ¿no cree?», respondía. Tampoco aspiraba a ser artista de cine, que era lo que entonces se llevaba: «No quiero ser artista de nada; prefiero mi vida tranquila, con mamá».
Una vez terminado el desfile, el jurado, formado por el escultor Mariano Benlliure, el pintor Manuel Benedito y el escritor Juan José Cadena, la seleccionó para disputar el título de «Señorita de España» junto con «Carmen Rivas, Sevilla; María Gil, Santander; Pepita Samper, Valencia; Eladia Domenech, Barcelona, y Carmen de Toledo, Madrid». La siguiente criba la dejó fuera: entre María Gil, Carmen de Toledo y Pepita Samper, el jurado escogió a esta última. Las razones, expresadas por Benlliure, son bastante demostrativas de los tiempos que corrían:
«Entre la madrileña Carmen Toledo, fina, suave, grácil, elegantísima, tipo de belleza cosmopolita, y la montañesa Mariuca Gil, belleza saludable y espléndida, de clásico perfil español, de rostro moreno, pelo negro y grandes ojos castaños, hemos elegido un tipo intermedio, y éste es Pepita Samper». Era una decisión que más parecía una queja, pues Benlliure reconocía que «las modas han llegado a las aldeas más apartadas y han ido destruyendo lo peculiar, lo distintivo, lo castizamente español. Hoy rara es la muchacha provinciana, de ciudad o de aldea, que no se deja llevar por esta corriente, que a muchas favorece, pero a no pocas perjudica. Y luego, esos tintes y mixturas que acaban por desfigurar la belleza más típica y perfecta».

De modo que Pepita Samper, alta, rubia y con ojos verdes, simbolizaba para el jurado la transición desde la belleza castiza de antaño a las nuevas modas de esos años: «De aquel modelo de belleza española, de cara morena, ojos negros, pelo azabache, cuerpo menudo, cintura breve, cabos finos y pies de Cenicienta, se va perdiendo hasta el molde. Ahora tenemos que conformarnos con otro tipo de mujer moderna, muy delicioso, pero un poco monótono. Por eso nosotros, dentro de un orden relativo, hemos escogido a esta chica valenciana, en la que todavía se conservan algunos de los más puros rasgos de la raza, y, sobre todo, por encarnar una de las regiones de bellezas más netamente españolas».
Las críticas no se hicieron esperar. La madrileña arremetió contra el fallo, la andaluza dijo que el jurado había tenido «muy mal gusto» y la representante de Santander tildó a la ganadora de «sosa». Esperanza, sin embargo, se limitó a sonreír y a decir que Pepita había sido «bien elegida». Los periodistas no dudaron en elogiar su prudencia y discreción.
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