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La chopera de las Moreras inundada por la crecida del rio Pisuerga. Archivo Municipal
Arrasados por las aguas

Arrasados por las aguas

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

La crecida de los ríos, el 3 de enero de 1962, provocó la mayor inundación del siglo XX en Valladolid, anegó la Plaza del Poniente y devastó 25 pueblos

Martes, 4 de mayo 2021, 07:12

Cuando aquel 8 de enero de 1962 se reunieron en el despacho del gobernador civil el ministro de Agricultura, Cirilo Cánovas, su director general, Antonio Moscoso, y el director general de Colonización, Alejandro de Torrejón, con el fin de evaluar los daños causados, la sentencia fue inapelable: habían sido «de aterradora magnitud». Era la expresión más gráfica para calificar lo vivido en la provincia vallisoletana aquel 3 de enero de 1962.

La inundación más devastadora del siglo XX vino precedida de 15 días seguidos de lluvias y, lo peor de todo, golpeó sin piedad a una ciudad que por aquel entonces carecía de una apropiada red de tuberías y colectores. De ahí las devastadoras consecuencias de una crecida del Pisuerga como la registrada ese mismo día: ni más ni menos que 7,88 metros por encima de lo normal. Su caudal máximo, además, llegaría a los 2.200 metros cúbicos por segundo.

Ya el día anterior, El Norte de Castilla calificaba de «impresionante» la situación que se estaba viviendo en la ciudad, pero también en León, Zamora y, sobre todo, en Palencia, a causa del incremento del nivel de los ríos por la lluvia. Especialmente preocupante se tornaba en Tierra de Campos, ante la amenaza de desbordamiento de los ríos Cea, Valderaduey y Sequillo, por lo que el gobernador civil no tardó en reclamar ayuda de helicópteros y fuerzas del regimiento de Ingenieros Pontoneros de guarnición en Zaragoza.

Otra imagen de las Moreras anegadas.

Pero lo peor llegó el 3 de enero. «El desbordamiento de los ríos de la Cuenca del Duero provoca una dramática situación en Castilla», rezaba la portada del día siguiente de El Norte de Castilla. Y no era para menos. Se habían registrado dos ahogados en Zamora y tres pueblos de Palencia habían tenido que ser evacuados. Abundaban, además, las casas arrasadas por las aguas.

La lluvia no había cesado en toda la noche y a las 18,30 horas el nivel del Pisuerga ya rebasaba en 7,88 metros el habitual. Sus aguas taparon los ojos del Puente Mayor, saltaron a las Moreras y llegaron a la Plaza del Poniente. Por un lado, informaba El Norte de Castilla, alcanzaron a la Churrería de la Plaza y por otro rebasaron el edificio de la Agrupación de Sanidad número 7.

Miembros del Ejército, del Sindicato Español Universitario, del Frente de Juventudes y varios voluntarios hubieron de cavar trincheras con sacos terreros que sirvieran de muro de contención. Lo mismo se hizo en los alrededores de la iglesia de San Lorenzo, especialmente junto al Sanatorio del Doctor Jolín, situado junto al templo, en el Paseo de Isabel la Católica. Por el Puente Mayor solo se podía circular en un sentido, pues las aguas habían saltado a la calzada.

El gobernador civil, Antonio Ruiz-Ocaña, publicó en la prensa un sentido manifiesto al pueblo vallisoletano para que los ciudadanos imitasen a los miembros del Ejército, Guardia Civil, falangistas y corporación municipal en la ayuda a los damnificados.

Los bomberos no daban abasto. De madrugada se había derrumbado la casa número 12 de la calle Casablanca, en el Barrio de España, y por la tarde ocurrió otro tanto con la vivienda que ocupaban los números 8 a 12 de la calle de Curtidores. Los sótanos de las calles Platerías y Especiaría estaban inundados, lo mismo que los de la Plaza de Leones de Castilla y las bodegas del establecimiento de Los Sótanos, en el Paseo de Zorrilla. Además, una chimenea se había desplomado con gran estrépito en la calle del Salvador.

La imagen era aún más tétrica en la provincia. La crecida de los ríos Sequillo, Cea y Valderaduey estaba causando verdaderos estragos. El Norte de Castilla daba cuenta del corte de las carreteras de Rioseco a Mayorga, Bobadilla a Campillo, Tordesillas a Salamanca, Villalón a Alvires y Alaejos a Ataquines, entre otras, pero también del cúmulo de destrozos ocasionados.

En Villafrades se habían derrumbado siete casas, otras tantas en Rioseco, en Santa Eufemia del Arroyo el agua había devastado dos granjas, con 1.000 gallinas y varios cerdos, y seis casas se habían hundido en Villabrágima, donde además tuvieron que desalojar otras 25.

En Castroponce perdieron once casas y varias también en Villavicencio, Tamarit y Bolaños, en Cabezón hubieron de desalojar un bar y seis viviendas, y en Villacid se habían perdido dos casas y diez corrales. Los pueblos dañados ocupaban las páginas del periódico: Villalar de los Comuneros, Villasexmir, Marzales, Casasola de Arión, Mayorga de Campos, Saelices de Mayorga, Villanueva de San Mancio, Torrecilla de la Orden, Valderaduey, Villagómez?.

Sin luz se habían quedado, además, Simancas, Villalón de Tordesillas, Geria, Robladillo y Valoria la Buena, mientras que en Medina del Campo sonaban las alarmas por la crecida del río Zapardiel.

La devastación fue de tal calibre, que Villafrades, a decir de El Norte de Castilla, estaba a punto de desaparecer, pues medio pueblo estaba hundido y el otro medio, declarado en ruinas. En Medina de Rioseco, por ejemplo, los daños causados por la crecida del Sequillo ascendían a seis millones de pesetas, con 34 edificios siniestrados, 37 familias evacuadas y 500 hectáreas anegadas. En total, unas 1.500 hectáreas habían resultado inundadas en el Valle del Esgueva.

Aunque muchos de los daños eran irreparables, la situación pareció dar un respiro a los vallisoletanos al día siguiente, cuando el nivel del Pisuerga descendió hasta los 4,9 metros. Aun así, en Poniente, Isabel la Católica y en sótanos como los del local subterráneo de la Tabacalera aún se vivían los estragos de la riada. Cuando el 8 de enero se hizo un repaso de los daños causados con objeto de calcular las reparaciones, el delegado provincial de la Vivienda, Felipe Santander de la Mata, aseguró al ministro de Agricultura que 25 pueblos de la provincia vallisoletana podían darse por desaparecidos a causa de la riada. Como han escrito los geógrafos Carlos G. Morales y María Teresa Ortega, después de esta inundación el Ayuntamiento incrementó el cuidado de la margen izquierda del Pisuerga, a través de actuaciones como la construcción del muro de Las Moreras.

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