Arde San Pablo
Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·
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Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·
El incendio desatado en septiembre de 1968 derrumbó la techumbre del templo y provocó el hundimiento de las bóvedas de la capilla mayor y del cruceroPodría haber sido una catástrofe irreparable, advertía El Norte de Castilla. Y llevaba razón. Lo que sucedió aquel 9 de septiembre de 1968 conmovió a la ciudad porque no era un incendio cualquiera: la techumbre de la iglesia de San Pablo, joya artística de Valladolid, fue pasto de las llamas. Era la una y diez de la tarde cuando los viandantes que paseaban por las inmediaciones de la Plaza advirtieron con espanto una sospechosa humareda en la cubierta del templo. No tardaron en dar la voz de alarma.
El incendio se había desatado durante la celebración de una de las eucaristías de primera hora de la tarde, debido seguramente a un cortocircuito en los viejos cables eléctricos del edificio. El Cuerpo Municipal de Bomberos no tardó en llegar a la zona. Al mando de las secciones segunda y tercera acudieron, respectivamente, los capataces Domingo Martínez y Claudio Misiego, dirigidos a su vez por el arquitecto municipal y el director del Cuerpo de Bomberos.
No fueron los únicos en desplazarse hacia la iglesia para sofocar el incendio; también acudieron fuerzas de la Policía Armada, Policía Municipal y soldados de la Compañía de Destinos de Capitanía General y de la Sección del Gobierno Municipal. Por si no fueran suficientes, se acercaron, además, un destacamento del Cuerpo de Bomberos de Palencia, el Servicio de Extinción de Incendios de la Base Aérea de Villanubla y el de la Fábrica Nacional. Y no faltaron, por supuesto, las principales autoridades de la ciudad, desde el alcalde al gobernador civil, pasando, claro está, por el capitán general, el delegado provincial del Ministerio de Información y Turismo, el jefe superior de Policía y el jefe de la Policía Armada.
La multitud no tardó en agolparse en los alrededores de la iglesia; el trabajo de los bomberos vallisoletanos contó asimismo con la ayuda de voluntarios que sacaron al exterior los bancos y demás enseres del templo. Hacia las tres y media de la tarde ya habían logrado frenar el avance del fuego, que media hora después estaba completamente controlado.
En un pie de foto comentado, el decano de la prensa era categórico a la hora de valorar lo sucedido: «Ha podido ser una catástrofe irreparable para el patrimonio artístico universal. El que se haya intervenido rápidamente ha evitado mayores daños. Es urgente reparar las viejas techumbres de nuestros monumentos. En este se había realizado una obra parcial y ello ha evitado mayores daños, pero éste también podía haber sido evitado: si la reparación de] tejado no se hubiese hecho en etapas. Bellas Artes tiene muchos monumentos que conservar, pero los ciudadanos deben ocuparse de los monumentos de su ciudad y arbitrar medios que ayuden y agilicen estas reparaciones para evitar pérdidas irreparables».
Lo cierto es que gracias a la fortuna y a la rápida intervención de los bomberos, el fuego no se extendió al Museo Nacional de Escultura ni al convento de los Dominicos, lo que hubiera supuesto un desastre de consecuencias incalculables. Eso sí, las llamas destruyeron totalmente la parte de la cubierta antigua que se hallaba sin restaurar y que representaba más de la mitad de la misma, cuya decoración, obra de Carducho, databa del siglo XV.
Además, en la mañana del 29 de enero de 1969, cuando apenas se habían planteado los trabajos de restauración por técnicos de la Dirección General de Bellas Artes, ocurrió lo que, lamentablemente, muchos se temían: gran parte de la bóveda central, que se encontraba en estado ruinoso a causa del incendio, terminó por derrumbarse debido al paso del tiempo y, sobre todo, a las constantes lluvias.
Afortunadamente, la zona afectada por el hundimiento se encontraba acotada en previsión del posible incidente. Ello no fue óbice para que las personas que en ese momento se encontraban por los alrededores reaccionasen alarmadas al escuchar el estruendo de vigas y cascotes que cayeron al suelo. En ese momento el templo estaba vacío y sin visitantes.
La Dirección General de Bellas Artes se aprestó a retomar lo antes posible los trabajos de restauración, dirigidos por Anselmo Arenillas, arquitecto conservador de Monumentos y jefe de la Segunda Zona; aunque comenzaron a finales de febrero de 1969, al poco tiempo hubieron interrumpirse a causa de las incesantes lluvias, que provocaron nuevos derrumbes.
Todavía en 1971 podía leerse en las páginas de El Norte de Castilla, a modo de pequeño anuncio, una nota de la Comunidad de Dominicos, que decía: «Iglesia de San Pablo, la fachada que enorgullece a Valladolid. No tanto el interior. Colabore en su restauración».
En octubre del año siguiente ya se habían realizado obras por valor de un millón de pesetas y se había encargado un proyecto «para la finalización de los trabajos», informaba el periódico, que a finales de diciembre de 1974 celebraba la restauración del ábside, costeada por la propia comunidad religiosa. Era, según El Norte de Castilla, el paso definitivo para que Bellas Artes procediese a los trabajos complementarios, que habrían de «adecuar el monumento a su realidad artística e histórica».
Las bóvedas destruidas por el incendio fueron restauradas con cemento y la cubierta, reconstruida con materiales incombustibles. Además, la devastación provocada por las llamas motivó que el retablo de 1613, obra de Gregorio Fernández, fuera sustituido por una gran talla de Jesús Crucificado, de Juan de Juni.
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