Cincuenta años de entrega a los enfermos de Valladolid

Llevan medio siglo entregadas en cuerpo y alma al cuidado de los enfermos en el Hospital Sagrado Corazón, una obra apostólica que responde a su Carisma fundacional. Para conmemorar esta efeméride, las Siervas de Jesús de la Caridad celebrarán hoy, a las seis de la tarde, una Eucaristía en el Santuario de la Gran Promesa, presidida por el arzobispo Luis Argüello, seguida de un ágape en sus instalaciones de la calle Alonso Pesquera. Y es que, aunque el Sagrado Corazón se inauguró el 31 de agosto de 1962 a raíz de la iniciativa de un grupo de médicos que propuso emplear parte de la casa en la que residían las Hermanas, fue el 3 de diciembre de 1974 cuando, ante la creciente demanda de servicios y la constatación de la viabilidad del proyecto, la Congregación decidió constituir una comunidad que se dedicase exclusivamente a esta tarea apostólica. Llevan medio siglo, por tanto, dedicándose a ello de manera independiente, «con su propia autonomía y estructuras tanto jerárquicas como estructurales de la comunidad primaria», señalan responsables del hospital.

Aquel 31 de agosto de agosto de 1962 encabezaron la inauguración la Madre Superiora, Jesusa González, el entonces director médico, Andrés García Torres, y el capellán, el sacerdote Edmundo López. Según la crónica del evento, plasmada por El Norte de Castilla, el Sagrado Corazón estaba atendido por ocho religiosas y constaba de tres plantas, veinte habitaciones individuales, capilla, sala de yesos, sala de tocología, quirófano, equipo central de oxígeno y un dispensario gratuito para enfermos carentes de recursos económicos. Las Siervas de Jesús, presentes en Valladolid desde 1878, se habían instalado en el edificio, situado en la calle Herradores (hoy Alonso Pesquera) en 1889, atendían a los enfermos en sus domicilios y en varias clínicas (Hospital de la Cruz Roja, Clínica del Doctor Jolín y Clínica del Doctor Escudero), y eran conocidas como «celosas y abnegadas enfermeras en quien las familias y los doctores confiaban los cuidados de los enfermos». De ahí que los médicos les confiaran la creación de un Sanatorio.

Dedicadas al mismo de manera independiente desde 1974, el primer cuadro médico lo dirigía Francisco Argüello, coronel médico y jefe de los Servicios de Sanidad de la Sexta Región Militar. Le acompañaban Epifanio Marina (ginecólogo), José María del Río Fernández (cirujano), doctor Valderde (ginecólogo), José María Quemada (cirujano), Ángel de Andrés (cirujano), doctor Román (urólogo) y el doctor Albors (internista). Las especialidades que hubo desde el principio fueron cirugía general, medicina interna, traumatología, urología, ginecología y obstetricia, otorrinolaringología, oftalmología y urgencias. Con el paso del tiempo, el número de Hermanas fue aumentando hasta llegar a un máximo de 21 y, ante las crecientes necesidades sanitarias, se acometieron nuevas contrataciones y se ampliaron las instalaciones.

En efecto, en 1977-1978 comenzó la construcción de un nuevo edificio, que culminó en 1982: el Hospital constaba ahora de seis plantas, sesenta habitaciones, cuatro quirófanos y servicio de Urgencias. Las habitaciones, según recuerdan testigos de aquel momento, «eran acogedoras, acorde al estilo de la época y todo puesto con mucho detalle y limpieza. El instrumental era el necesario, aunque en aquella época lo desechable no era lo habitual, por lo que todo requería más trabajo, sobre todo en la zona de quirófanos». La última etapa del Sagrado Corazón, a partir de 2006, consistió en el nombramiento de un gerente (el doctor José Antonio Sastre Yusta) y una nueva ampliación, que hasta 2010 conllevó el final de la comunidad de Hermanas de Alonso Pesquera y la demolición de la casa, y, hasta 2023, la remodelación de la zona antigua, lo que dotó al Hospital con nueve quirófanos, URPA, Unidad de Cuidados Intensivos, Hospital de Día, Urgencias, Farmacia, Archivo, lavandería, cocina, vestuarios, sala de reuniones, despachos de administración, zonas de hospitalización, consultas y una Capilla completamente remodelada. Esta última es, en palabras de responsables del Hospital, el «centro neurálgico» de las nueve religiosas que quedan en el mismo, «lugar desde donde parte todo, de donde buscamos lo mejor para los pacientes, donde podemos reponer fuerzas e ilusión para seguir presentes en el mundo del dolor, de la enfermedad, para poder dar un poco de consuelo junto a los cuidados y un poco de amor ante la prueba de la enfermedad».

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