Ochenta años del conflicto más devastador
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El 1 de septiembre de 1939, el ejército alemán atacaba la ciudad libre de Danzig y anunciaba su imparable expansión territorial; había comenzado la Segunda Guerra Mundial«Polonia rechaza las proposiciones del Reich, y las tropas alemanas se ven obligadas a penetrar en territorio polaco». Leído con los ojos de hoy, el titular de El Norte de Castilla del 2 de septiembre de 1939, que anunciaba el inicio formal de la Segunda Guerra Mundial, nos puede parecer aberrante. Pero no hay que olvidar que estaba escrito bajo el yugo censor del Franquismo y desde el obligado entusiasmo por la causa de la Alemania en guerra, pues Hitler, al igual que Mussolini, aportó una ayuda decisiva a los sublevados contra la República el 18 de julio de 1936. Por eso este periódico, como toda la prensa española de entonces, justificaba el ataque alemán sobre la ciudad portuaria de Danzig, de mayoría alemana pero de administración polaca, con el que daba comienzo la Segunda Guerra Mundial.
Las causas que condujeron a Europa a esta nueva catástrofe bélica son diversas. Al enfrentamiento ideológico entre la democracia parlamentaria y el nazifascismo de Alemania e Italia hay que sumar el afán de la Unión Soviética por propagar su ideología y recuperar los territorios perdidos en 1917; la política agresiva y militarista de Alemania, Italia y Japón, especialmente las acometidas nazis tras la anexión de Austria en 1938; el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón por sus respectivas ambiciones neocolonialistas en el Pacífico y en el Lejano Oriente; y las consecuencias del Tratado de Versalles tanto en términos territoriales como de imposición de restricciones y compensaciones monetarias, más que abultadas, a Alemania.
Y entre las causas inmediatas, el «pacto de no agresión» (Pacto Ribbentrop-Molotov) entre Alemania y la Unión Soviética, firmado el 23 de agosto de 1939 y que realmente establecía el virtual reparto de Polonia, y, sobre todo, el ataque alemán al corredor de Danzig el 1 de septiembre de 1939, con lo que Francia y Reino Unido parecían quedar aisladas de la URSS mientras Alemania se veía con las manos libres para continuar con su expansión territorial. «Desde las primeras horas de la mañana aparecen en las paredes de la ciudad proclamas que anuncian la anexión al Reich de Danzig. Ante su presencia se han formado manifestaciones, que desfilan por las calles al grito de '¡Viva el Führer!'», podía leerse en este periódico.
La Segunda Guerra Mundial, que se extendió de septiembre de 1939 a agosto de 1945, enfrentó nuevamente a dos bloques, conformados ahora por los Países del Eje (Alemania, Italia, Japón y sus aliados) y los Aliados (URSS, Francia, Reino Unidos, Estados Unidos y China, entre otros). El escenario fue, básicamente, Europa, norte de África y Extremo Oriente. Aquel 1 de septiembre de 1939, hace ahora 80 años, estalló la mayor y más devastadora contienda que ha sufrido la humanidad hasta el momento. Entre las peculiaridades que la diferencian de lo ocurrido entre 1914 y 1918 sobresalen su mayor dimensión y más terribles consecuencias, los combates en tierra, mar y aire en casi todo el mundo, y el hecho de tratarse de una guerra total (afectó tanto a militares como a civiles), tecnológica y económica y con una inusitada capacidad destructiva. No por casualidad, la imagen del Holocausto nazi contra los judíos ha quedado para la posteridad como el icono de la voluntad exterminadora que potenció el conflicto, a la que habría que sumar la de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki como ejemplo de terrible destrucción masiva.
En sus seis años de duración, la contienda pasó por diversas fases, desde las primeras e importantes victorias militares del Eje hasta el cambio de signo de 1942-1943 a favor de los aliados, desembocando, en 1945, en el triunfo definitivo de estos. Entre los hitos más importantes del inicial empuje del ejército alemán sobresale la entrada en París, a mediados de junio de 1940, precedida de la destrucción de las fortificaciones francesas de la línea Maginot: «La línea Maginot ha sido rota en una extensión de cien kilómetros, desde el Sur de Maubergge, hasta Carignay, al sureste de Sedán. Las unidades de carros de asalto franceses que se han opuesto a los nuestros fueron rechazadas, y las formaciones alemanas de tierra y aire persiguen al enemigo, que se retira hacia el oeste», señalaba este periódico el 18 de mayo de 1940; un mes después, se confirmaba la noticia: «La mayor parte de los franceses que no han evacuado permanecían en sus casas con las persianas cerradas. La capital estaba silenciosa como una tumba. Los edificios y puentes están absolutamente intactos; pero se han hecho volar grandes fábricas en las afueras de la capital».
Otros hitos importantes en el avance inicial de las fuerzas del Eje fueron la ocupación de Bélgica, Dinamarca y Noruega, las victorias alemanas en el Norte de África y la ocupación de Grecia y Yugoslavia. Eso sí, en 1940, Hitler fracasó en su intento de lograr la rendición de Inglaterra, a pesar del duro bombardeo infligido a la capital: «La radio inglesa ha transmitido un comunicado en el cual se dice que el ataque aéreo de hoy contra Londres se ha asemejado a una tempestad de bombas», informaba El Norte el 14 de septiembre de 1940. Al año siguiente, los alemanes iniciaban la invasión de la URSS hasta ocupar Moscú, Leningrado y Ucrania: «La orden del día del Führer a la tropa fue: 'Soldados alemanes: vais a comenzar el primer combate, duro y de enorme responsabilidad, porque el destino de Europa, y el porvenir y la existencia del Reich, y del pueblo se encuentran actualmente en vuestras manos'», podía leerse en El Norte de Castilla el 24 de junio de 1941. Stalin respondió con una «Gran Guerra Patriótica» que opuso una tenaz resistencia basada en la política de tierra quemada, el traslado de fábricas a Siberia y una dura defensa que comenzó a dar sus frutos a principios de diciembre, ayudada por el duro invierno ruso.
A su vez, Japón, embarcado igualmente en una política expansionista, ocupó la Indochina francesa y se preparó para atacar los intereses de Estados Unidos: el 7 de diciembre de 1941 emprendió un ataque sorpresa contra la base naval norteamericana de Pearl Harbor, en las islas Hawái, que causó numerosas bajas estadounidenses, conmocionó a la población y llevó directamente a Estados Unidos a entrar en la guerra: «El número de víctimas no se conoce aún definitivamente, pero es probable que se acerque a tres mil personas», señalaba el comunicado norteamericano difundido por este periódico el 9 de diciembre de 1941. La expansión japonesa prosiguió con la conquista de Filipinas, Indonesia, Malasia y Birmania.
Sin embargo, exitosas operaciones aliadas como la detención, por parte de los británicos, de la ofensiva sobre Egipto del Afrikacorps, el desastre nazi en Stalingrado («La lucha en Stalingrado ha terminado. El sexto cuerpo del Ejército, que manda Paulus, ha sucumbido ante la superioridad numérica del enemigo y en circunstancias desfavorables», rezaba el comunicado del Alto Mando de las fuerzas armadas alemanas, reproducido por El Norte de Castilla el 4 de febrero de 1943), el desembarco en Sicilia, en julio de 1943, que provocó la caída del fascismo, o el célebre desembarco aliado en Normandía, en junio de 1944, anunciaban el derrumbe del Eje. «Las fuerzas alemanas se retiran de todas las posiciones al oeste de Saint Ló», informaba este periódico el 30 de julio de 1944, para corroborar, 15 días después: «Ha comenzado la retirada alemana de Normandía».
Diez días más tarde, este periódico confirmaba la entrada de los aliados en Paris y, en abril de 1945, notificaba el suicidio de Hitler después de que los tanques soviéticos aislasen Berlín: «Se informa del Cuartel General del Führer que nuestro Führer, Adolfo Hitler, ha caído esta tarde en su puesto de mando de la Cancillería del Reich, luchando hasta el último aliento contra el bolchevismo y por Alemania», anunciaba la radio alemana -y reproducía este periódico- el 2 de mayo de 1945. Tres meses después, las bombas atómicas sobre Japón sellaban el final de un conflicto devastador que dejó cerca de 50 millones de muertos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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