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La Academia en los años 30.

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La Academia en los años 30. Archivo Municipal

Y a los 14 años, la Academia resucitó

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

Tras el devastador incendio de 1915, que destruyó totalmente el edificio, arreciaron los rumores sobre la desaparición de la Academia de Caballería

Martes, 5 de mayo 2020, 08:02

Los rumores más catastrofistas se expandían como la pólvora. Un devastador incendio acababa de arruinar prácticamente todo el edificio y no pocos aventuraban el peor de los finales: Valladolid podría quedarse sin Academia de Caballería, santo y seña militar de la ciudad, que posiblemente sería trasladada a alguna de las capitales de provincia cercanas. El Norte de Castilla se vio en la obligación de salir al paso con párrafos tan contundentes como éste: «Ni razón ni pretexto pudiera hallarse para un traslado, que no le quiere la Academia ni le consentiría Valladolid. Intentar siquiera llevarse de aquí la Academia de Caballería sería un agravio tal a nuestra ciudad que hasta las piedras se levantarían y no puede pensarse en un Gobierno tan desatinado que quiera poner contra sí los adoquines de la calle en las manos indignadas de un pueblo. No llegará el caso, estamos seguros.»

Pero lo cierto es que las alarmas habían alertado sobremanera al personal político de la ciudad, por lo que el mismísimo Antonio Royo Villanova, senador en ese momento, no pudo por menos que viajar a Madrid para entrevistarse con el ministro de la Guerra, el general Ramón Echagüe Méndez Vigo.

Los Reyes de España, en el acto militar del 4 de mayo de 1921, en el que se puso la primera piedra de la Academia. Archivo Minicipal

Su regreso vino acompañado de buenas noticias, confirmadas horas después con un telegrama que prometía, por parte del Gobierno, fondos suficientes para la reconstrucción del edifico. El supuesto diálogo entre Royo y el ministro, publicado por El Norte de Castilla el 28 de octubre de 1915, venía a ser como sigue: «¿Y no hay sospecha -preguntó entonces el señor Royo Villanova- de que pueda ser trasladada la Academia a otra ciudad con motivo del suceso que todos lamentamos? -Jamás- contestó rápidamente el ministro, sin la menor vacilación-.

La Academia de Caballería -añadió- es algo consustancial con Valladolid y no saldrá de aquella ciudad. En este punto el general Echagüe no pudo ser más explícito en sus manifestaciones.»

Entretanto, el Ayuntamiento se esforzaba en buscar nuevos locales en los que continuar las clases. Aunque contaba con la ayuda de instituciones tan adecuadas como la Universidad de Valladolid o el Colegio de Santiago, lo cierto es que aquellos fueron meses en los que la Academia hubo de vivir en precario. En julio de 1916 se firmó un contrato de arrendamiento con el propietario del inmueble número 22 de la Plaza de Tenerías, que antes había sido una fábrica de curtidos, y en septiembre se iniciaron las clases.

El Rey Alfonso XIII el 4 de mayo de 1921.

Meses después, el Ministerio de la Guerra giraba 49.000 pesetas para el inicio de las obras, que habrían de llevarse a cabo en el mismo solar, sobre las ruinas del edificio incendiado. Para terminar de derribarlo, en abril de 1917 se celebró la pertinente subasta, que ganó el contratista Jacinto Cuadrado. Como ha escrito el coronel Antonio Bellido, el Ministerio eligió a José de la Gándara, capitán de ingenieros, para realizar el nuevo proyecto. Aprobado por Real Orden de 19 de octubre de 1918, un informe del jefe de la Comandancia de Ingenieros introdujo ciertas modificaciones y mejoras.

El trabajo de De la Gándara y las instrucciones posteriores fueron entregados al capitán de ingenieros Adolfo Pierrad, con fecha de 28 de febrero de 1919, para que redactase el proyecto definitivo y terminara lo antes posible todo lo relativo al internado, pues era lo que más urgía en ese momento. Dicho proyecto, según la prensa, consistía en «un gran edificio planta en U, destinado a las cátedras, dependencias de oficinas y pabellones para el coronel director y tres oficiales. Un edificio posterior que cierra la U servirá para el internado de los alumnos. Completan la Academia dos edificios amplios para picaderos (25 por 50 metros cada uno), pabellón de cuatro plantas para alojamiento de la tropa y cuadras para 300 caballos. A más los almacenes, cocheras, garajes, cobertizos, etc. (?) El presupuesto general se aproxima a los siete millones de pesetas».

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Las obras de construcción de la nueva Academia comenzaron en el cuarto trimestre de 1920. Poco después, concretamente el 4 de mayo de 1921, los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, asistían a la colocación de la primera piedra y protagonizaban una ceremonia multitudinaria en la explanada del Campo Grande, junto a la Acera de Recoletos; la reina fue nombrada Coronel honorario del Regimiento de Cazadores que lleva su nombre.

La primera inauguración importante, la del internado, con capacidad para 120 alumnos, se verificó el 1 de abril de 1924. A partir de ese momento comenzó a construirse el llamado edificio noble, destinado a clases, oficinas y pabellones, que no estaría listo hasta 1927; su ocupación efectiva tuvo lugar en la segunda mitad de 1929.

Soldados, en el interior de la Academia de Caballería en 1925.

Ciertamente, muy poco o nada tenía que ver el estilo de la nueva Academia con el de aquel «octógono» inicial, extremadamente sencillo y abrasado por las llamas en octubre de 1915. Y es que si por algo se caracterizaba el edificio de Pierrad era, desde luego, por su monumentalidad historicista, muy propia del momento, así como por la clara influencia del Palacio salmantino de Monterrey. En él destacan, como señala María Antonia Virgili, la línea neoplateresca, la ampulosidad de la fachada y la proliferación de elementos de la arquitectura clásica. Un reportaje publicado en Mundo Gráfico ponderaba el «estilo renacimiento español» de la nueva Academia, pues «en todo él preside la idea de este arte patrio, que tan bien encaja en el solar de la capital castellana».

Además, la mayor amplitud del «resucitado» edificio obligó a suprimir la calle de San Juan de Dios y trazar una nueva desde la de María de Molina hasta la Plaza de Zorrilla. Durante la Segunda República, la creación en Toledo de las Academias de Infantería, Caballería e Intendencia obligó a suspender sus clases, por lo que en 1931 el edificio vallisoletano cambió provisional y temporalmente su nombre por el de Cuartel de la República.

Una vez finalizada la Guerra Civil, concretamente en 1940, los vallisoletanos recibían la grata noticia de que la Academia volvía a su cometido originario, dirigida entonces por el coronel Álvaro Pita da Veiga.

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