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Ella misma garabateó a mano el lugar donde nació a propósito de una entrevista concedida en 1922: una casa, un pozo, un perro y, en la esquina derecha, «el labrador», en referencia a su padre. También, junto a la puerta de la casa, una niña: «yo cuando era pequeña», precisaba. Anita Hernández Manso ya era una estrella cuando concedía la entrevista y dibujaba su hogar. Había triunfado como tiple en el Teatro Real y había recorrido varios países hispanoamericanos deslumbrando a los aficionados a la ópera y a la zarzuela. Una carrera deslumbrante imposible de presagiar para aquella niña que, nacida el 27 de julio de 1885 en la calle de San Antón (así se denominaba entonces el tramo que iba desde la calle del Salvador hasta José María Lacort), era hija de un jornalero y tuvo que trabajar como planchadora para contribuir a la economía familiar.
Su vida comenzó a cambiar a raíz del éxito obtenido en septiembre de 1908 en Burgos, donde debutó cantando la balada «Pagliacci» y la romanza «Aida» en un concierto celebrado en el Salón de Recreo del Casino. Según la crítica, Anita, con su «voz fresca, bien timbrada, flexible, de entonación segura y hábil vocalización», se reveló «como artista de vocación y de estilo». Conocedor del triunfo de la vallisoletana, Casto Cassielles, empresario del Teatro Calderón, no desperdició la oportunidad y, como ha escrito Juan Bautista Varela de Vega en un pionero estudio sobre nuestra protagonista, el 20 de septiembre le brindó la oportunidad de actuar haciendo el papel de «Mimi» en 'La Boheme'. Fue todo un éxito, que repitió dos días después con la ópera 'I Pagliacci', de Riggiero Leoncavallo.
Ante ello, el mismo Cassielles aconsejó a los empresarios del Teatro Real, Luis Calleja y Antonio Boceta, que la contratasen y que costeasen su educación artística. Ambos, como señala una crónica de la época, se quedaron fascinados al saber que Anita había sido «educada lejos de todo ambiente, pues sus padres no le enseñaron música ni oyó buenos cantantes». Acto seguido, le brindaron un contrato y la pusieron bajo las enseñanzas del maestro Ignacio Tabuyo, quien más adelante ejercería como profesor interino de canto en el Real Conservatorio de Música de Madrid. La noticia más ansiada llegó el 24 de febrero de 1909: la vallisoletana se estrenó en el Teatro Real haciendo el papel de «Sirena» en 'Margarita la tornera', de Ruperto Chapí, con un éxito rotundo. Es más, durante muchos años, la de Chapí fue la ópera más veces representada en el Real, hecho que otorgó a Anita un protagonismo indiscutible. Los entendidos elogiaban su «voz portentosa y admirable de tiple, entre lírica y dramática, de gran potencia y de timbre armonioso y bellísimo».
En mayo de 1911, tras un periplo triunfal en tierras gallegas, se despidió de Valladolid con dos actuaciones en el teatro Lope de Vega: en 'Juegos malabares' como «Julieta», y en 'El Conde de Luxemburgo' como «Ángela». Lo que vino luego fueron cuatro años de éxitos interrumpidos en tierras americanas, concretamente en Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Perú. Regresó a España en enero de 1915 junto a su marido, el actor valenciano Daniel Garrido Tapia. Y no dejó de triunfar. En Barcelona, con 'Molinos de viento', de nuevo en el teatro vallisoletano Lope de Vega con 'La casta Susana', y en otras muchas compañías en los años 20 y 30. Destacaron sus actuaciones con la compañía sevillana de «El Duque» y en la montada por la empresa del teatro Ruzafa, pero también su triunfo con 'La niña de las Planchas' en la compañía del teatro Eslava (junio de 1927).
Actuó luego con la empresa del teatro Pavón, creada por Méndez Laserna en plena lucha con sus vecinos Latina y Novedades, logrando un gran éxito con la «historieta lírica» 'Los bullangueros', en varias obras con las compañías de Celia Gámez y del teatro sevillano Cervantes, y, definitivamente, con la creada en Valencia por su marido. Las últimas noticias sobre Anita Hernández la sitúan de nuevo en nuestra ciudad, concretamente en marzo de 1933 en el Teatro Calderón, con una exitosa velada junto a Justina Espeso, Arturo Cabanés y Fernando Camino, y más adelante, en plena Guerra Civil, en los coliseos de Castellón y Alicante, representando el papel de «Aurora» en el drama social anarquista 'Temple y rebeldía'.
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