Amores que matan
Segovia, crónica negra ·
Salustiano acabó con la vida de su novia con un solo disparo, pero le costó más quitarse la suya. La bala le salió por la boca y tuvo que rematarse con un pistoletazo en la sienSecciones
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Segovia, crónica negra ·
Salustiano acabó con la vida de su novia con un solo disparo, pero le costó más quitarse la suya. La bala le salió por la boca y tuvo que rematarse con un pistoletazo en la sienEn 1895, Consuegra, un pequeño barrio de Aldealcorbo, en el partido judicial de Sepúlveda, apenas tenía cien habitantes. Allí nunca pasaba nada reseñable, pero aquel año, el nombre del pueblecito saltó a los papeles a raíz de un trágico suceso que impresionó sobremanera, no solo a los vecinos del lugar, sino a los de la provincia de Segovia entera.
Salustiano Casado Estebaranz era un muchacho de 23 años natural del Condado de Castilnovo y cabo en el Regimiento de Pontoneros de Zaragoza. Poseía el joven una regular instrucción, adquirida únicamente en la humilde escuela de su pueblo natal, y destacaba por su figura, arrogante y altanera, y sus bellas cualidades físicas y morales. Desde hacía un tiempo, Salustiano mantenía relaciones con Julia Casado, una no menos bonita mujer de 19 años que residía en Consuegra junto a sus padres y hermanos. La ausencia del guapo y apuesto soldado, impuesta por una prolongada estancia en Zaragoza, no supuso merma alguna en el noviazgo; muy al contrario, la distancia apuntaló los sentimientos de ambos gracias a la abundante correspondencia epistolar que intercambiaron durante ese periodo.
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Nadie supo lo que ocurrió después entre los amantes, pero el camino se torció al regreso de Salustiano a Segovia, en la primavera de 1895. El joven observó que Julia estaba esquiva y demostraba hacia él una conducta extraña para la que no encontraba explicación alguna. El día de la Ascensión, el muchacho acudió a Consuegra para aclarar la situación, pero nada pudo conseguir porque su novia se había trasladado al cercano pueblo de Aldealcorbo. Despechado en cierto modo, el día 25 de mayo se presentó de nuevo en casa de la joven. Visiblemente nervioso y enojado, preguntó a Julia el motivo de su desapego. Quería saber lo que le ocurría. Ella, muy entera, le contestó que daba por concluida la relación amorosa que hasta esa fecha habían disfrutado. Los padres de la chica estaban presentes y observaban la escena con evidente incomodidad.
-«Muy bien» -señaló Salustiano. «Pues aquí tienes las cartas que me escribiste a Zaragoza. Ya puedes devolverme las que yo te envié».
Julia se dirigió a la sala donde guardaba la correspondencia y sin despegar los labios entregó al joven un legajo con las misivas que durante meses le enviara desde la capital del Ebro. Salustiano se despidió amablemente de la familia, pero antes de salir por la puerta se volvió hacia ellos. La muchacha también se había dado media vuelta. En ese momento, el soldado sacó una pistola de dos cañones y disparó a la nuca de Julia, que cayó sin vida sobre los brazos de su propia madre. Antes de que los padres reaccionaran, el cabo abrió la puerta y echó a correr campo a través. Iba desencajado y fuera de sí, aunque era plenamente consciente de la atrocidad que acababa de cometer. Miró hacia atrás y vio que el padre de la desdichada joven lo perseguía. Llegado a un paraje denominado Pelilla de Pozargo, a un kilómetro de la casa de la novia, sacó de nuevo el revólver y sin dejar de correr se descerrajó un tiro por debajo del mentón, pero el proyectil le salió por la boca. Como seguía con vida, aún tuvo la sangre fría de sacarse del bolsillo dos cápsulas, colocarlas en el cargador de la pistola y dispararse otro balazo en la sien. Antero Casado, padre de Julia, se lo encontró tumbado en el suelo con la cabeza destrozada, si bien comprobó que todavía le latía el corazón. El Juzgado de Sepúlveda se trasladó al lugar de los hechos e instruyó las correspondientes y oportunas diligencias. Sin embargo, el caso estaba más claro que el agua. El suicida ya no recuperó la consciencia y falleció tres días después en su propia cama.
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«Según se afirma, contrariedades amorosas fueron la causa de este sangriento suceso, el cual tiene, como es natural, consternados á los pacíficos habitantes del pueblecito de Consuegra», narró el semanario «El Carpetano» cinco días después del episodio. Y es que la noticia no tardó demasiado en recorrer toda la provincia. La prensa desveló los detalles, aunque los periódicos expusieron distintas versiones acerca del proceder de Salustiano para acabar con la existencia de su novia. Si el corresponsal de «La Tempestad» contó que el militar disparó a la joven cuando ésta se dirigía a las habitaciones interiores, el periodista de «El Carpetano» expuso que el autor, tras recibir de manos de Julia las cartas de amor, se abalanzó sobre ella, le sujetó la cabeza con la mano izquierda y le disparó con la derecha un tiro en la nuca que la mató en el acto. Sea como fuere, el criminal sabía muy bien lo que iba a hacer cuando entró en la casa de la pobre muchacha.
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