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El público visita las instalaciones del aeropuerto de Villanubla. Archivo Municipal
El amor con Cataluña vino del cielo

El amor con Cataluña vino del cielo

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

La inauguración de la línea aérea Valladolid-Barcelona, el 26 de mayo de 1969, fue interpretada como un signo de afecto entre Cataluña y Castilla y León

Martes, 13 de julio 2021, 09:30

Cataluña y Castilla y León van a tener un lazo de unión permanente con este vuelo, que, como todas las cosas grandes, nos llega del cielo». Eran las palabras, llenas de orgullo, de Miguel Molero, representante de la Escuela de Turismo, a propósito de la inauguración de la línea aérea Valladolid-Barcelona. La histórica jornada tuvo lugar el 26 de mayo de 1969 y contó con un pasajero de excepción: el arzobispo de Barcelona, Marcelo González, natural de Villanubla y futuro cardenal primado de España.

El Norte de Castilla acogió el evento como el ansiado y merecido espaldarazo a la ciudad del Pisuerga en el sector del transporte aéreo. Un espaldarazo que el decano de la prensa venía demandando desde hacía más de una década, y que convertiría a Valladolid en punto de referencia del sector en Castilla y León.

Porque la base aérea de Villanubla, en pie desde 1938, no se abrió oficialmente al tráfico civil hasta julio de 1946. Pese a ello, todavía a mediados de los 50 los periodistas no se explicaban por qué la ciudad del Pisuerga carecía de «un servicio aéreo civil que sirviera de enlace con Madrid y con otras capitales españolas», y, sobre todo, por qué, pese a contar «con uno de los mejores y más extensos aeropuertos nacionales (?) no puede tener a su vez un servicio aéreo de viajeros, teniendo en cuenta su situación geográfica, la densidad de población de su capital y provincia; su importancia comercial, industrial y agrícola y la población eventual estudiantil y militar».

El aeropuerto de Villanuebla en los años 70. Archivo Municipal

Es más, cuando el 25 de octubre de 1953 tuvo lugar la inauguración de «la nueva pista de Villanubla», planteada desde principios de la década, la prensa de la ciudad no dudó en calificar el hecho como la prueba fehaciente de que «el aeropuerto militar queda convertido también en aeropuerto civil». Sin embargo, los trabajos de ampliación de la pista, entre 1955 y 1964, forzaron su cierre para la aviación civil, restringiendo su uso al propiamente militar.

Dos años después, concretamente en octubre de 1966, El Norte de Castilla daba la noticia que muchos ansiaban: el Comité Ejecutivo Pro-Aeropuerto se reunía con el gobernador civil, José Pérez Bustamente, y con el delegado de Iberia para tratar sobre «el posible establecimiento de la línea comercial con Barcelona».

Y en julio de 1967, el pleno del Ayuntamiento insistía en la necesidad de «establecer líneas regulares entre Valladolid y Barcelona, Santiago de Compostela y Málaga, principalmente».

Por eso la inauguración de la nueva línea aérea, el 26 de mayo de 1969, se celebró con un aeropuerto a rebosar. A pesar de lo desapacible del día -hacía viento y frío-, los alrededores lucían «banderas de los colores nacionales» mientras la banda de la División interpretaba diversas marchas. El recibimiento fue apoteósico.

El avión de la compañía Iberia, un «Convair 440 Metropolitan», había despegado a las 11:15 del aeropuerto del Prat con todas las plazas cubiertas. Aunque tenía previsto aterrizar en Villanubla a las 12:45, se demoró hasta las 13:12. En la pista no solo le esperaban las autoridades de Valladolid y Villanubla, sino también el alcalde de León, Manuel Arroyo Quiñones, el presidente de la Diputación de Salamanca, Julio Rodríguez Muñoz, y el de la institución provincial de Burgos, Pedro Carazo Carnicero, además del vicepresidente primero de las Cortes.

El Norte de Castilla destacó las cualidades del avión, «muy moderno, de hélice, bimotor, que alcanza una velocidad de crucero de 450 kilómetros a la hora y que ha efectuado el vuelo a 4.000 metros de altitud». Al abrirse las puertas, el público presente acogió a los insignes visitantes con una gran ovación. El primer pasajero en descender fue el prelado, seguido de las autoridades catalanas: Rosendo Pich en representación de la Diputación Provincial de Barcelona, Luis Asmarais teniente alcalde del Ayuntamiento barcelonés, el rector de la Universidad, Manuel Albadalejo, y Antonio Silvar como representante del jefe del sector Naval y Militar de Cataluña.

De inmediato se dirigieron a la Feria de Muestras, donde le fue impuesta la medalla al comandante del aparato y algunos de los presentes alabaron con sus discursos la nueva línea aérea inaugurada. Asmarais aseguró que aquella jornada histórica «une a través del aire a dos civilizaciones tan parecidas» y que «Barcelona rebosa hoy de júbilo y de satisfacción por este nuevo enlace aéreo que une a Castilla y León y Cataluña».

Don Marcelo, por su parte, se dedicó a ensalzar el valor de la aviación por ser «un magnífico instrumento para el avance de la industria y el comercio y también para las comunicaciones humanas», pero también dedicó unas palabras de afecto y admiración a sus paisanos y al alcalde de Villanubla.

Quien no pudo contener la tentación de buscar derivaciones políticas al evento fue el gobernador civil, José Pérez Bustamante, que lo interpretó como «el primer acto de la conmemoración del centenario de la Unidad Española que va a celebrarse en Valladolid», en alusión al quinto centenario del matrimonio de los Reyes Católicos, que tendría lugar en octubre, al tiempo que pronunciaba frases elogiosas hacia Barcelona, «la gran ciudad en la que vivió algunos años».

El evento también incluyó la entrega de una placa conmemorativa al piloto del «Convair 440», Luis Alberto Sotoca, y a cuantos componían la tripulación; aquél aseguró al decano de la prensa que «el aeropuerto de Villanubla es muy bueno», si bien lamentaba que aún careciera de instalaciones para los pasajeros y que estos hubieran de usar el edificio militar.

El Norte de Castilla no tardó en tomar el pulso a la ruta aérea recién inaugurada, y apenas dos semanas después daba cuenta de su buena marcha: aunque por entonces solo se había realizado una decena escasa de viajes, el trayecto Valladolid-Barcelona siempre estaba completo y no solo lo utilizaban los vallisoletanos, sino también pasajeros procedentes de León, Zamora, Salamanca, Palencia y Burgos.

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