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«Antes de 10 años, va a nacer aquí otro Euskadi». La frase, adjudicada al histórico -y malogrado- socialista leonés Baldomero Lozano en plena Transición democrática, justo cuando se comenzaba a barajar el futuro autonómico de estas tierras, venía a demostrar el sentimiento encontrado de las élites políticas leonesas. Cuando el diputado socialista pronunció aquella frase, a mediados de 1977, aún no había virado definitivamente hacia la defensa de «León solo», separado de Castilla, pero advertía de lo que podría ocurrir en caso de que no se respetaran, decía, las peculiaridades leonesas. Poco tiempo después Lozano se erigiría, si no en el más firme, sí en el más carismático defensor de la autonomía uniprovincial para León dentro del PSOE regional de la Transición. Las declaraciones del actual alcalde socialista de León a favor de la autonomía uniprovincial, esgrimiendo para ello la grandeza del antiguo Reino de León, no son ni mucho menos una novedad en la trayectoria del PSOE en esa provincia.
Lo cierto es que el leonesismo como reivindicación de una configuración territorial separada de Castilla tiene también su propio pasado, como han demostrado, entre otros David Díez Llamas en un estudio clásico, no en vano comenzó a despuntar en el primer tercio del siglo XX, justo cuando las pretensiones autonomistas catalanas activaron, como reacción, el regionalismo en tierras del interior. Luego, la inflación de sentimientos regionalistas durante la Transición otorgó protagonismo a determinadas agrupaciones que volvían a defender bien la reedición de aquel histórico reino leonés, formado por León, Zamora y Salamanca, bien la autonomía uniprovincial a imitación de Logroño y Santander.
Por poner algún ejemplo, en junio de 1977 salía a la luz el Grupo Autonómico Leonés (GAL), una entidad de tipo cultural entre cuyos componentes -varios del Partido Comunista- sobresalía el empresario Marcelino Elosúa; el GAL firmó, junto a Comunidad Castellana, un «Acuerdo de Benavente» y una «Declaración de Arévalo» que, entre otras cosas, proponían la separación de León. Sin embargo, ni ellos ni sus ramificaciones en Zamora (Ciudadanos de Zamora, por ejemplo) o Salamanca tuvieron excesiva relevancia. Dentro del espectro político leonesista también destacó, a partir de mayo de 1980, el Partido Regionalista del País Leonés (PREPAL), liderado por Francisco Iglesias Carreño, dirigente de la asociación Ciudadanos Zamoranos, junto con el abogado leonés Adriano de Paz y el profesor universitario Jaime Andrés. Como ha escrito David Martínez Pérez en una modélica tesis doctoral sobre la Transición en León, el PREPAL aspiraba a conseguir la autonomía «del territorio del antiguo reino de León, poseedor de una cultura milenaria y económicamente diferenciado de los otros pueblos que forman España».
Entretanto, los dos partidos encargados de pilotar el proceso autonómico en la región, UCD y PSOE, se debatían en un mar de dudas. «La UCD leonesa estaba dominada por los hombres de Rodolfo Martín Villa y estos decidieron mantenerse a la expectativa (...). El senador Julio César Rodrigo de Santiago -futuro presidente de la Diputación de León- expresó su desconfianza hacia las autonomías ya que podían agudizar los desequilibrios regionales. Igualmente, afirmó que dudaba mucho de que los leoneses aceptaran un nuevo centralismo ya viniera éste de Oviedo o de Valladolid. El diputado Manuel Núñez Pérez fue variando su posición, si a finales de 1977 era decidido partidario de la integración en Castilla y León, posteriormente -noviembre de 1978- confesó que cada vez le convencía más la idea de un León solo», señala el historiador Mariano González Clavero.
Y el PSOE tampoco lo tenía demasiado claro. La cabeza visible de los socialistas leoneses era entonces Baldomero Lozano Pérez, albaceteño de nacimiento que obtuvo acta de diputado en las elecciones generales de junio de 1977. Según Díez Llamas, Lozano atravesó por dos etapas diferenciadas: una inicial, en la que aceptaba como algo inevitable la unión con Castilla, y la segunda y definitiva, a finales de 1977, en la que, ante las dudas de que dicha unión beneficiase a León, reclamaba un referéndum para que el pueblo decidiera. El diputado socialista terminó decantándose por la autonomía uniprovincial y enseguida fue secundado por una parte importante del partido, que de esta forma se posicionaba en contra de la postura regional. De hecho, Lozano decidió abandonar la Asamblea de Parlamentarios de Castilla y León para, decía, no prejuzgar el futuro autonómico de León y facilitar una decisión popular.
Por eso cuando en la Asamblea de Parlamentarios celebrada en Ávila el 18 de febrero de 1978 UCD y PSOE consensuaron el texto preautonómico para negociarlo con el ministro Clavero Arévalo, ya no estaban presentes los parlamentarios leoneses. Al mes siguiente, una nutrida manifestación a favor de la autonomía leonesa recorrió las calles de la capital. Ante las elecciones generales y municipales de 1979, Lozano radicalizó su postura leonesista. Tanto, que, como señala David Martínez, al primer congreso regional del PSOE, celebrado ese mismo año, no asistieron los leoneses para visibilizar su negativa a formar parte de «Castilla y León». El encontronazo con pesos pesados del partido, como Gregorio Peces Barba, entonces diputado por Valladolid, no se hizo esperar.
Las desavenencias internas se escenificaron en el Congreso Provincial celebrado del 30 de junio al 2 de julio de 1979. «Dos posturas se enfrentaron en este momento, por un lado las agrupaciones locales de León y Ponferrada, encabezadas por Dionisio Llamazares y José Álvarez de Paz respectivamente, que defendían la integración en Castilla y León. Frente a estos, la posición de Villablino, representada por Lozano, que proponía la autonomía uniprovincial», apunta Martínez, que también trae a colación el documento firmado por importantes personalidades de la intelectualidad leonesa a favor de la integración con Castilla. El Congreso finalizó con una postura ambigua y sin decantarse por ninguna de las dos vías.
Sin embargo, las presiones desde Madrid y las del propio Peces Barba llevaron a los socialistas leoneses a aceptar, a regañadientes, la autonomía castellana y leonesa. Este hecho, unido a la repentina muerte de Baldomero Lozano, ocurrida el 15 de septiembre de 1979, terminaron por doblegar las posiciones leonesistas, de modo que tres meses más tarde, en el II Congreso Provincial, el PSOE leonés se pronunciaba a favor del proyecto de Castilla y León. Los rescoldos del leonesismo, sin embargo, seguían latentes, como ha podido comprobarse hace apenas unas semanas.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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