Alfonso XIII, al galope por la cuesta de la Maruquesa
El cronista ·
Una visita del Rey, hace ahora cien años, incluyó exhibiciones de alumnos de Caballería, un emotivo discurso castellanista y estancias en Simancas y TordesillasEl cronista ·
Una visita del Rey, hace ahora cien años, incluyó exhibiciones de alumnos de Caballería, un emotivo discurso castellanista y estancias en Simancas y TordesillasEran las once de la mañana del jueves 8 de abril de 1920. La ciudad llevaba dos horas convulsionada: ventanas engalanadas con colgaduras, edificios públicos, sociedades y casinos luciendo banderas nacionales, una multitud en la estación del Norte, cientos de vallisoletanos por la Acera de ... Recoletos, bautizada entonces como Avenida de Alfonso XIII, y un interminable séquito de autoridades para cumplimentar al ilustre visitante. Se trataba de la cuarta visita del Rey a Valladolid desde aquella primera de septiembre de 1903. Su principal cometido era acompañar a los alumnos de la Academia de Caballería, aún en reconstrucción desde el incendio de octubre de 1915.
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Aquella visita dejó, además, una estampa inédita en la ciudad: el mismísimo Alfonso XIII cabalgando a lomos de una yegua desde el patio de la Academia hasta la cuesta de la Maruquesa. Habían pasado dos horas desde su llegada a la estación, el posterior desfile por el Paseo de Zorrilla y su atenta visita a las instalaciones del casi reconstruido edificio de Caballería, entre cuyos alumnos se encontraban su sobrino, el infante Alfonso de Borbón, y su primo en segundo grado, el príncipe Gabriel de Borbón-Dos Sicilias. Y fue entonces, después de inspeccionar las caballerizas y presenciar pruebas de equitación con potros a los alumnos de tercer año, cuando el Rey «montó una preciosa yegua, llamada Wulfiel», y, con un equipo moderno de la Escuela de Equitación, se dirigió al galope a la cuesta de la Maruquesa.
Le acompañaban el coronel Fernández Pérez, varios alumnos, un escuadrón de Farnesio y fuerzas de la Guardia Civil. Alfonso XIII llegó con sus acompañantes al trote y fue recibido con aplausos y vítores por el numeroso público congregado en la zona. El diario ABC publicó la instantánea, con el monarca encabezando la comitiva y numerosos vallisoletanos siguiéndole de manera entusiasta. El periodista de El Norte de Castilla dio cuenta del «gran arrojo y dominio del caballo» que demostraron los alumnos de la Academia, que dejaron maravillado al monarca con «los difíciles ejercicios de las llamadas 'bajadas italianas'».
Las exhibiciones continuaron en la Sociedad Hípica, última parada antes de almorzar en el comedor de gala del Palacio de Capitanía, frente a la iglesia de San Pablo. Antes de eso, el Rey se había cambiado de ropa en casa de su sobrino, ubicada en el número 11 de la Acera de Recoletos -entonces Avenida de Alfonso XIII-, más conocida como «Casa del Príncipe». Después de visitar los cuarteles de la Guardia Civil, Artillería (San Benito) y Conde Ansúrez, regresó a la Academia a tomar el té y se preparó para su otra gran cita: la inauguración de la nueva sede del Ateneo, en la calle de Mendizábal (actual Menéndez Pelayo).
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Allí le recibieron el presidente, Narciso Alonso-Cortés, y el secretario, Federico Santander, que también era alcalde de la ciudad. Al discurso erudito y castellanista de ambos respondió Alfonso XIII con otro no menos emocionado hacia las tierras castellanas, no en vano recordó que «mi primer título después de rey de España es el de rey de Castilla, y tengo que responder cuando de Castilla se habla». Para comprender el alcance de aquel discurso es necesario reparar en el contexto político que se vivía en ese momento, especialmente en el avance de las campañas autonomistas catalanas y vascas, acogidas con franco desagrado entre las elites políticas de Valladolid. De ahí la reivindicación, ateneísta y monárquica, de Castilla como forjadora de España:
«Castilla hizo por España más que entregarse en una generosa expansión; mientras se debilitaba derramándose por América, en Europa, avanzando a través de extraños enemigos, los tercios castellanos conquistaban más tierras para España: Castilla se desangraba. El carácter castellano no solo es seco y áspero y veraz y leal; es también romántico: acaso lo más hermoso que hizo Castilla para mantener unida España fue entregar su bandera. Por eso ahora la bandera española tiene los colores de la Corona de Aragón, y Castilla es solo un cuartel del escudo de España. Cuando se invoca el nombre de Castilla se invoca el nombre de España. Aquí el regionalismo es para España», afirmó el monarca.
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El último evento en su apretada agenda se desarrolló en el Teatro Calderón, donde asistió a la representación de la obra «Traidor, inconfeso y mártir», de José Zorrilla. A las prácticas de campaña realizadas por alumnos de Caballería en el Pinar de Antequera, ya el viernes por la mañana, le siguieron una visita a la Casa de Cervantes y, tras el almuerzo, una estancia en el Monasterio de Santa Clara, en Tordesillas, y otra en el Archivo de Simancas, antes de coger el tren de las 22,55 en la estación del Norte. El alcalde le rogó que volviese a la ciudad para colocar la primera piedra de la nueva Academia de Caballería, a lo que un grupo de señoras, presente en la estación, añadió su deseo de que le acompañase su esposa. Así haría, junto de la reina Victoria Eugenia de Battenberg, en mayo de 1921.
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