Desde el pasado 27 de marzo, una placa colocada junto a la entrada de la Biblioteca Reina Sofía recuerda a centenares de «mujeres vallisoletanas represaliadas durante la guerra civil y el franquismo». El acto de inauguración de la placa, presidido por el alcalde de Valladolid, ... Óscar Puente, y el rector de la Universidad, Antonio Largo, daba cumplimiento al acuerdo adoptado en el pleno del Ayuntamiento del 5 de abril de 2022, con 26 votos a favor de los 27 posibles, de rendir homenaje público a las personas represaliadas tras el golpe de Estado de 1936.
Publicidad
La placa muestra un código QR que aloja los datos más importantes de la cárcel de mujeres y dos enlaces: uno al Trabajo de Fin de Grado de Diego Fernández Benito, titulado 'La cárcel de mujeres de Valladolid: represión franquista de posguerra desde una perspectiva de género, 1936-1939', y otro con información sobre las mujeres represaliadas en la capital vallisoletana, recabada por María Jesús Izquierdo, Gonzalo Franco y José Mariano Rodríguez, y que también puede consultarse en el servidor de la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras. El acto contó con la actuación de Lola Eiffel, cuya representación teatral, titulada 'Bernarda', está dedicada a su bisabuela, una mujer republicana cuyo marido fue asesinado.
La antigua cárcel de mujeres de Chancillería encierra una historia de angustia y represión, pero también de resistencia y solidaridad. Abandonada como presidio en 1935 por sus pésimas condiciones, fue recuperada en septiembre del año siguiente como consecuencia del hacinamiento de presos que estaba provocando la actividad represora del bando sublevado contra la República el 18 de julio de 1936. En la capital vallisoletana, de hecho, los sublevados no daban abasto con la «cárcel nueva», inaugurada en mayo de 1936 y que hoy es el Centro Cívico 'Río Esgueva', ni con las Cocheras de los Tranvías, en el Paseo de Filipinos, por lo que habilitaron recintos penitenciarios con rango militar como la Academia de Caballería y otros locales en la Plaza de Poniente, después de descartar la Plaza de Toros. Para alojar a las mujeres, sin embargo, necesitaban otro nuevo presidio, por lo que decidieron habilitar la vieja cárcel de Chancillería.
Allí fueron a parar, entre mayo y septiembre de 1937, centenares de presas -casi todas gubernativas- que habían sido detenidas por defender el gobierno legítimo de la República o, simplemente, por militar en formaciones políticas y sindicales contrarias a los ideales de los golpistas. Ni que decir tiene que las condiciones de habitabilidad seguían siendo penosas. Se trataba de un edificio de planta cuadrada y dos pisos, con un patio central provisto de un caño de agua y con un pozo que servía de desagüe. Frente a la puerta, sobre la acera, había una garita para filtrar las visitas, las presas carecían de agua corriente y de servicios sanitarios, y se veían obligadas a vivir hacinadas.
Publicidad
El mosaico de horrores ha sido recogido en diversos testimonios orales: mujeres violadas, torturadas y apaleadas, adolescentes que compartían pena con ancianas, otras obligadas a dar a luz en las dependencias de la cárcel, criaturas que morían de inanición, aglomeración insoportable y falta de salubridad que se cobraban víctimas de manera casi continua, epidemias frecuentes, malos tratos como moneda corriente, presas que enloquecían al tener noticia del fusilamiento de su marido, etc. Las reclusas carecían de agua caliente, lo que hacía imposible lavarse en invierno, menudeaban las ratas y la calidad de la comida era penosa. El rancho diario, señala Fernández Benito, solía consistir en lentejas estropeadas, muchas veces mezcladas con tierra y gusanos.
Pese a todo, las mujeres presas en Chancillería no bajaron los brazos. Como resalta el equipo de investigación liderado por María Jesús Izquierdo, algunas establecieron redes de solidaridad para recabar ayuda mutua, pusieron en marcha un economato, del que se encargó María del Pilar Lion Aparicio, hija del cónsul de Francia, para ayudar a las reclusas con menos recursos y paliar en lo posible la insuficiencia alimentaria, y también un dispensario médico en el que la presa gubernativa Florinda Martín Sánchez, matrona de profesión y destacada militante de la Casa del Pueblo, atendió como pudo a mujeres violadas y apaleadas, a muchas que sufrían graves crisis de salud, y a otras que estaban embarazadas o tenían hijos pequeños, menores de tres años.
Publicidad
Los datos que pueden consultarse en la placa que acaba de inaugurarse también incluyen el número de mujeres asesinadas, aunque por ahora solo en la capital vallisoletana: junto a las 29 que han podido ser identificadas, figuran 22 inscritas en las actas de defunción como desconocidas, tres fusiladas después de procesos judiciales sin garantía alguna, dos desaparecidas y una fallecida en la cárcel.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.