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Grabado de Hisspanissche Inquisition que recrea el auto de fe de 1559. FOTOS DEL LIBRO
Abrasadas por las llamas de la intolerancia

Abrasadas por las llamas de la intolerancia

El libro 'Herejes luteranas' recrea el drama de las monjas del monasterio de Belén y el Valladolid que pudo ser y no fue

Jueves, 8 de octubre 2020, 07:20

Eran «monjas bien mozas y hermosas, que, no contentas con ser luteranas, habían sido dogmatizadoras de aquella maldita doctrina». Con estas palabras se refería Marcelino Menéndez Pelayo, en su famosa 'Historia de los heterodoxos españoles', a Margarita de Santisteban, María de Miranda, Felipa Heredia y Catalina de Alcaraz, todas ellas del convento de Belén de Valladolid. Las cuatro, junto a Catalina de Reinoso, Marina de Guevara y Francisca de Zúñiga, pertenecientes al mismo convento, fueron detenidas, interrogadas y procesadas por la Inquisición. De las siete, cuatro ardieron como antorchas en el Campo Grande, en el famoso Auto de fe de octubre de 1559: Marina de Guevara, Catalina de Reinoso, Margarita de Santiesteban y María de Miranda.

Para traer a la memoria a aquellas mujeres acusadas de luteranas y procesadas por el Santo Oficio, víctimas de la intolerancia secular «con las ideas y con el pensamiento libre», para «rescatarlas de las sombras y re-vivirlas» o, como diría Miguel Hernández, para «regresarlas», Asunción Esteban Recio, profesora de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid, y Manuel González López, ex concejal del Ayuntamiento, han escrito el libro 'Herejes luteranas en Valladolid. Fuego y olvido sobre el convento de Belén', coeditado por el Ayuntamiento y la Universidad de Valladolid y que se presenta hoy, a las 11 de la mañana, en el Museo Patio Herreriano.

Reivindicar la memoria herida de aquellas mujeres significa también, para ambos, reflexionar sobre «el Valladolid que pudo ser y no fue», abandonado y devastado su patrimonio histórico por la desidia de muchos y los motivos espurios de unos pocos, pero muy poderosos. Claro que también supone una nueva forma de ver y contar la historia, menos proclive a las gestas de los grandes hombres, los Reyes, obispos y nobles, y más atenta al vigor y la resistencia de sus propios ciudadanos, «verdaderos protagonistas y artífices de la ciudad». Evitar, en definitiva, que Valladolid siga siendo «una ciudad amnésica».

Son casi 400 páginas, prologadas por el maestro de modernistas Teófanes Egido, que combinan el rigor de la investigación histórica con una prosa cercana y fluida, por la que destila el resabio agridulce de muchos años de reflexión crítica sobre un espacio geográfico que es, a la vez, objeto de amor y de desdichas.

A modo de ejemplo de lo que ha ocurrido en Valladolid desde el Siglo de Oro hasta nuestros días, 'Herejes luteranas' se centra en el inquietante devenir de la zona donde se desarrollaron los acontecimientos que luego desembocarían en el Auto de fe de octubre de 1559: «Un área reducida en metros cuadrados, pero de colosal importancia en la historia de Valladolid», aclaran. Es lo que los autores califican como «Triángulo místico», formado por la desaparecida iglesia templaria de San Juan, el hoy demediado monasterio de las Huelgas Reales, y el tristemente devastado convento de Nuestra Señora de Belén, parte de cuyo espacio lo ocupa hoy el Colegio de San José.

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La minuciosa descripción del origen y desarrollo de sus principales edificaciones, en especial de la zona conocida como «Isleta» o «Corralón» de Belén, donde también estuvieron el primer Colegio Mayor Santa Cruz, el palacio del Cardenal Mendoza y las casas que durante un tiempo fueron residencia del Duque de Lerma, se complementa con una valiosa descripción de la vida interna del convento de monjas bernardas, desde los linajes más representativos hasta los inventarios, enseres, dotes y otros aspectos de la vida cotidiana, como la alimentación, las formas de vestir, las costumbres, etc.

El preámbulo de lo acontecido en el imponente Auto de fe de 1559 nos remite, irremisiblemente, a la importancia del erasmismo en España, perseguido por la Inquisición desde 1525, pero sobre todo al famoso «grupo luterano de Valladolid», el mismo que sirvió de argumento a 'El Hereje' de Delibes. Como curiosidad, los autores recuerdan que «los padres inquisidores fueron vecinos de las monjas de Belén, casa por casa»; unas monjas que, al igual que otras mujeres, terminaron convirtiéndose en «los más acérrimos defensores» del luteranismo en la ciudad.

Siete monjas

Las biografías de Beatriz de Vivero, hermana del doctor Cazalla y artífice de la «conversión de las monjas del monasterio» cisterciense, y de Ana Enríquez, la primera en entregarse en cuerpo y alma al movimiento gracias a la influencia de aquella, nos conducen hasta las siete «inquietas e inquietantes monjas del monasterio de Nuestra Señora de Belén», procesadas por el Santo Oficio: Margarita de Santisteban, María de Miranda, Felipa Heredia, Catalina de Alcaraz, Catalina de Reinoso, María de Miranda y, sobre todo, Marina de Guevara, subpriora del convento, una mujer «singular, sensible y valiente, con inquietudes espirituales que superaron la barrera del fuego y la muerte». Las cuatros últimas, condenadas a morir en la hoguera junto a Eufrosina Ríos, monja de Santa Clara, ardieron en el Campo Grande aquel aciago 8 de octubre de 1559, en medio de un turbador espectáculo presenciado, según las crónicas, por cerca de 200.000 personas.

Un cariñoso lamento por «la ciudad que pudo ser y no fue» recorre las páginas dedicadas al declive de aquel «Triángulo místico», en un proceso que va desde los afanes especuladores del Duque de Lerma hasta el abandono y la ruina definitiva, una vez materializada la desamortización de Mendizábal y Madoz. No por casualidad, el libro concluye con el doble pelotazo pecuniario que, a costa del Corralón de Belén, dieron un duque de Medinaceli primero y Juan Sigler después, con el que los jesuitas negociaron la compraventa de, entre otras propiedades, el histórico caserón que sería la base del futuro Colegio de San José.

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