Suplemento 165 aniversario de El Norte de Castilla ·
Aunque el exalcalde de Valladolid dejó escrito en su testamento que no quería ceremonias fastuosas, miles de vecinos se agolparon en las calles para despedirle el día de su funeral, el 8 de noviembre de 1880
Ya entonces, a principios de noviembre de 1880, era considerado uno de los mejores alcaldes que había tenido la ciudad del Pisuerga. Por eso cuando el 9 de noviembre El Norte de Castilla se hizo eco de la muerte de Miguel Íscar, ocurrida ... a las siete de la mañana del día anterior en Madrid a causa de un «derrame seroso», la consternación se apoderó del municipio. No era para menos: como ha escrito Juan Antonio Cano, durante su mandato se llevaron a cabo grandes obras de engrandecimiento y mejora de la ciudad, sin que sus sucesores pudieran presentar un balance similar.
Vallisoletano de Matapozuelos, donde nació el 8 de mayo de 1828, durante su alcaldía, que se extendió desde el 1 de marzo de 1877 hasta el 11 de agosto de 1880, se acometieron numerosas iniciativas, algunas de enorme relevancia para el futuro inmediato de la ciudad. Entre las obras realizadas destacan la canalización del ramal del Esgueva que discurría por las calles de Doctrinos y del Rastro –renombrada como de Miguel Íscar–, la construcción de tres mercados fijos en las plazas del Val, Campillo y Portugalete y la reforma del Campo Grande para convertirlo en un espacio de recreo conforme a los criterios urbanísticos de la época. Otros proyectos los concibió a medio y largo plazo: algunos de ellos se culminaron tras su muerte, como la construcción de una nueva casa consistorial, o bien nunca llegaron a convertirse en realidad, como la idea de establecer un paseo cubierto en la Acera de Recoletos o la apertura de una gran avenida que uniese la Plaza Mayor con la de San Pablo, idea recurrente que se retomaría por alguno de sus sucesores con idénticos resultados.
El féretro de Miguel Íscar llegó a Valladolid a las siete de la tarde del 8 de noviembre de 1880; lo esperaban las autoridades y representantes de diferentes corporaciones y centros oficiales de la ciudad, incluidos los guardias municipales y los serenos, que vestían traje de uniforme. Aunque el exalcalde había dispuesto en su testamento, fechado en 1867, su deseo de tener un funeral «sin pompa ni aparato», su muerte constituyó uno de los episodios de luto colectivo más notables en la ciudad. De hecho, fue seguida de unas honras fúnebres verdaderamente impactantes, como recuerda Casimiro González García-Valladolid: «No recordándose que se hayan tributado semejantes en ocasión alguna, con lo cual la ciudad de Valladolid honró la buena memoria de su integérrimo Alcalde y se honró a sí misma tal como correspondía a los merecimientos de aquél y a la cultura de la noble capital de Castilla la Vieja, pues el espectáculo ofrecido por la población en esos días fue de lo más noble, grandioso y conmovedor que puede darse, pareciendo la Ciudad toda un solo individuo en la uniforme y espontánea expresión de respeto, de cariño y de agradecimiento».
«Derrame seroso»
Miguel Íscar nació en Matapozuelos el 8 de mayo de 1828. Tomó posesión como alcalde de Valladolid el 1 de marzo de 1877, como reflejó El Norte del día siguiente. Falleció en Madrid el 8 de noviembre de 1880 por un «derrame seroso», según informó este diario.
Este mismo autor cifra en cerca de 25.000 las personas que siguieron al cortejo fúnebre por las calles de la ciudad, lo que supondría que casi uno de cada dos habitantes estuvo presente. También El Norte de Castilla aseguraba que en el cortejo fúnebre estaban confundidas todas las clases sociales, «y para significar lo numeroso que era podemos asegurar que los primeros que formaban llegaban a las Angustias, mientras que los que constituían la presidencia estaban en el punto donde se reunieron los invitados a tan triste ceremonia».
Los establecimientos situados en las calles del tránsito permanecieron cerrados desde las dos y media de la tarde. «El cadáver estaba guardado en una elegante caja de fondo negro con adornos y remates dorados, y las cintas las llevaban representantes del Municipio, de la Universidad, del Comercio, del Ateneo Mercantil, etc.». Delante del todo iba el clero parroquial con una cruz alzada. El Consistorio acordó que la calle nueva del Campillo del Rastro adoptase el nombre del finado, y adoptó otras medidas de homenaje como, por ejemplo, la colocación de placas en los mercados, la construcción de una fuente en el Campo Grande –la Fuente de la Fama– y la erección de un busto. Además, decidió mantener vacía la silla presidencial del Ayuntamiento hasta que se produjese su renovación.
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