1879: Valladolid necesita un nuevo Ayuntamiento
Suplemento 165 aniversario de El Norte de Castilla ·
En agosto de ese año se procedió al derribo del viejo edificio consistorial, construido a finales del siglo XVI y lastrado por múltiples carenciasSuplemento 165 aniversario de El Norte de Castilla ·
En agosto de ese año se procedió al derribo del viejo edificio consistorial, construido a finales del siglo XVI y lastrado por múltiples carenciasRegía el Ayuntamiento Miguel Íscar Juárez, uno de los alcaldes más célebres de la ciudad, cuando se tomó una determinación improrrogable: era preciso acabar con la penuria material del edificio consistorial. De febrero de 1879 databa el proyecto de construir un nuevo Ayuntamiento, pues el existente en aquella fecha se encontraba lastrado por carencias de todo tipo.
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Especial 165 aniversario
Aquel viejo edificio había sido proyectado en 1561 –año en que tuvo lugar el famoso incendio que asoló el centro capitalino– por Juan Sanz de Escalante; en dicho proyecto intervinieron, como han puesto en evidencia los profesores Jesús María Parrado y Salvador Andrés Ordax, hombres como Francisco de Salamanca, su hijo Juan, Francisco de Montalbán, e incluso, en 1585, el mismísimo Juan de Herrera, célebre arquitecto de la Catedral y del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
El 3 de julio de 1879 El Norte de Castilla informaba de la intención del Ayuntamiento de construir una nueva Casa Consistorial «tan pronto como la Corporación satisfaga los descubiertos que tiene pendientes». Un informe municipal había avisado del estado general de ruina del edificio existente.
Tras el citado incendio de 1561, que afectó a la Plaza Mayor y zonas limítrofes, se decidió ubicar el lugar de emplazamiento del Consistorio en la zona actual. Las obras no fueron a un ritmo excesivamente rápido; más bien, todo lo contrario. Documentación de la época acredita que hacia 1582 apenas se habían edificado cerca de siete metros. Montalbán y Herrera aportaron poco más que diseños generales para su finalización, empresa de la que se encargaron, hasta 1605, Diego de Praves y Pedro de Mazuecos.
Una vez terminado el cuerpo principal, los torreones hubieron de esperar hasta el siglo XVII y el reloj, hasta 1833. Las mejoras efectuadas en el edificio durante el siglo XIX no fueron suficientes para salvar las carencias, sobre todo de espacio, que acechaban al viejo caserón. A ellas se sumaban otras de tipo material, especialmente alarmantes a partir de 1877, año en que el arquitecto municipal, Joaquín Ruiz Sierra, informa al Consistorio sobre el estado ruinoso de la torre.
Es muy probable que en la cabeza de Miguel Íscar planeara desde un principio la demolición del edificio, más aún al tener en sus manos el impactante informe emitido en 1879 y firmado por los arquitectos Segundo Rezola, Joaquín Ruiz Sierra y Teodosio Torres, el cual parecía dirigido desde la Alcaldía para tener manos libres sobre futuras decisiones. En él se indicaba el estado general de ruina del edificio, aduciendo como causas principales la variación de materiales, grosores, técnicas constructivas y sistemas de armaduras.
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El 10 de febrero de 1879, el Ayuntamiento, presidido por Miguel Íscar, decidía «la edificación de un nuevo Consistorio en un proceso marcado por las prisas y los vacíos», señala Julio Arrechea. A la altura del verano, todo apuntaba a su demolición. «Parece que tan pronto como la Corporación satisfaga los descubiertos que tiene pendientes, que será dentro de la primera quincena del mes actual, atenderá con predilección a la terminación definitiva de las obras del Campo Grande y a la construcción de la Casa Consistorial», podía leerse en El Norte de Castilla del 3 de julio de 1879.
Celebrada la pertinente subasta para el derribo de la Casa Consistorial el 9 de agosto de 1879, esta se adjudicó al contratista Ramón Mata por algo más de 4.000 pesetas y, según parece, sin que se hubiese estudiado aún un nuevo proyecto, circunstancia que condicionará su futura construcción.
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Las obras comenzaron tres días después y obligaron a trasladar las dependencias municipales, de manera temporal, primero a la Casa de Ortiz de Vega (actual edificio del BBVA de la calle Duque de la Victoria) y luego al antiguo Seminario Conciliar, que tenía su entrada principal en la calle López Gómez, junto a lo que hoy es el Colegio García Quintana. Los restos de la vieja Casa Consistorial quedaron amontonados en el paseo de las Moreras, en los mercados y en el Campo Grande, donde terminaron siendo empleados para construir la cascada.
Aunque, como vemos, Valladolid precisaba con urgencia un nuevo Ayuntamiento, los esfuerzos se demorarían hasta 1908. El primer parón se produjo a finales de 1880, con la muerte de Miguel Íscar. Dos años después se abría un nuevo concurso público, cuyo ganador, Antonio Iturralde y Montiel, habría de esperar aún diez años para ver el inicio de las obras. Pero en 1894, motivos presupuestarios, unidos al desacuerdo de determinados concejales y de la misma Comisión de Obras, dieron al traste con su propuesta.
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El proyecto definitivo, obra del célebre arquitecto Enrique Repullés y Vargas, comenzó a construirse en 1901. Aún tendrían que pasar siete años más para que viera definitivamente la luz.
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