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Lugar donde se produjo la explosión, en la esquina entre las calles Claudio Coello y Maldonado de Madrid.

1973: ETA asesina a Carrero Blanco

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El 20 de diciembre de 1973 la banda terrorista detonó tres cargas explosivas cuando pasaba el coche oficial del presidente del Gobierno, que falleció en el acto; había sido elegido por Franco para dar continuidad a la Dictadura

Martes, 10 de agosto 2021, 08:11

El presidente del Gobierno, el almirante don Luis Carrero Blanco, ha fallecido a primeras horas de esta mañana, al verse gravemente afectado el automóvil en que viajaba por una tremenda explosión. El atentado sobrevino hacia las nueve y media de la mañana, cuando el almirante Carrero Blanco salía de misa de la iglesia de San Francisco de Borja, de los Padres Jesuitas, para integrarse a su despacho de la Presidencia del Gobierno. El lugar exacto de la explosión fue a la altura del número 104 de la calle Claudio Coello, casi esquina a la calle Maldonado, en la fachada posterior de la mencionada iglesia».

El 21 de diciembre de 1973, los lectores de El Norte de Castilla pudieron leer la noticia que trastocó los planes de continuidad del Franquismo más duro. Como se confirmaría a las pocas horas, la banda terrorista ETA había asesinado al almirante Luis Carrero Blanco, que desde principios de junio ostentaba la Presidencia del Gobierno. La operación Ogro, como así se denominaba, la planificó ETA con sumo detalle: días antes, el comando Txikia, formado por Jesús Zugarramurdi, 'Kiskur'; José Miguel Beñarán, 'Argala', y Javier Larreategi, 'Atxulo', habían alquilado el sótano [del número 104 de la madrileña calle Claudio Coello haciéndose pasar por escultores. Era la forma de justificar el ruido que hacían al excavar el túnel que conduciría justo bajo la carretera por donde circulaba a diario el coche oficial de Carrero, que antes de acudir a su despacho asistía a la misa de la iglesia de San Francisco de Borja. Así lo relataba este periódico:

«Los servicios informativos de la Dirección General de Prensa facilitan la siguiente nota: 'De la investigación realizada en el lugar de la muerte del presidente del Gobierno, almirante Carrero Blanco, resulta que se trata de un criminal atentado. Desde el sótano de la casa número 104 de la calle Claudio Coello de Madrid se perforó una galería subterránea hasta el centro de dicha calle frente al citado número. En este punto se depositó bajo el pavimento una potente carga, que se hizo explotar mediante un dispositivo exterior en el preciso momento que pasaba el automóvil que conducía el presidente del Gobierno en su recorrido habitual. Fallecieron también el inspector de Policía, don Juan Antonio Bueno Fernández, y el conductor del vehículo, don José Luis Pérez Mojena'. (…) El atentado que en la mañana de hoy costó la vida al presidente del Gobierno, (...) ha sido protagonizado por elementos terroristas altamente especializados. (...) El automóvil que ocupaba el almirante Carrero, un Dodge Dart negro, con un peso superior a 2.300 kilos, (...) fue proyectado hacia arriba, hasta una altura de veinte metros», informaba el decano de la prensa española.

Recreación del atentado contra el almirante Carrero Blanco.

La trascendencia política del atentado, que además coincidió con el juicio que se estaba celebrando contra 10 militantes del sindicato Comisiones Obreras (el famoso Proceso 1001), era evidente: con el nombramiento del almirante Carrero Blanco como presidente del Gobierno, en junio de 1973, Franco ponía al frente de este último a la persona que ejercía sobre él mayor influencia política y al que los sectores inmovilistas consideraban el más adecuado para dar continuidad a la Dictadura tras la muerte –que, por otro lado, ya se veía inminente– del Jefe del Estado.

De ahí que su asesinato tuviera un gran valor simbólico, pues no solo fallecía de manera violenta la persona más leal a Franco, sino también la que encarnaba y garantizaba la continuidad del Régimen. De hecho, el atentado afectó notablemente al dictador que, al conocer la noticia, exclamó: «Me han cortado el último lazo que me unía al mundo». A partir de ese momento se abrió lo que muchos especialistas consideran la crisis definitiva del Régimen franquista. Una crisis que se haría patente durante el entierro del almirante, en el que sectores ultras, en actitud violenta, comenzaron a gritar a favor de la ocupación del poder por el ejército y en contra de los sectores más aperturistas del Régimen, a los que acusaban de traidores. También se escucharon voces contra el entonces arzobispo de Madrid, Vicente Enrique Tarancón, cada vez más alejado de los postulados nacionalcatólicos, a quien los ultras gritaron «Tarancón al paredón».

Durante los días que siguieron al atentado, Torcuato Fernández Miranda, secretario general del Movimiento y vicepresidente del Gobierno, asumiría provisionalmente la Presidencia, antes de que Franco se decantase por Carlos Arias Navarro para suceder al almirante asesinado.

Consternación

El 21 de diciembre de 1973 El Norte de Castilla constató en portada la «consternación en Valladolid por la muerte del presidente del Gobierno», asesinado el día anterior por ETA.

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