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El ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, y el embajador de EEUU en España, Angier Biddle, se bañan en aguas de Palomares para desmentir que hubiera peligro de radioactividad..

1966: bomba nuclear en Almería

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

El 17 de enero de 1966 cuatro bombas termonucleares cayeron sobre la localidad almeriense a causa de la colisión de dos aviones norteamericanos, un suceso que activó todas las alarmas entre la población

Martes, 29 de junio 2021, 07:02

El accidente del 17 de enero último sobre la vertical de Palomares, en Almería, en el que un jet de gran radio de acción y un avión cisterna quedaron destruidos de resueltas de la colisión entre ambos durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo, ha ... producido no pocas especulaciones y dado lugar a informaciones confusas. (…) 'Ni un solo caso de contaminación radioactiva que merezca tal nombre se ha registrado en la región ríe Palomares o en sus entornos'». El 2 de marzo de 1966, El Norte de Castilla reproducía las declaraciones del presidente de la Junta de Energía Nuclear, José María Otero Nacascués, dirigidas a tranquilizar a la opinión pública, española e internacional, tras el suceso ocurrido en la pedanía almeriense de Palomares el 17 de enero.

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Fue uno de los incidentes más graves de la época y sobre el que la dictadura franquista trató de silenciar toda información, pues no solo afectaba a la seguridad nacional y a los propios Estados Unidos, sino que además podría influir de manera negativa en la actividad turística, que en aquellos momentos era un sector pujante y una abundante fuente de divisas.

La duquesa de Medina Sidonia, a la derecha, con afectados por los acontecimientos ocurridos en Palomares..

El accidente de Palomares tuvo lugar cuando uno de un grupo de cuatro aviones militares estadounidenses –el B-52–, que tenía la misión de patrullar cerca de las fronteras de la Unión Soviética con cuatro bombas nucleares, colisionó de vuelta con el avión nodriza KC-135. Murieron todos los tripulantes de este último y tres de los siete del B-52, pues los otros cuatro lograron eyectarse del aparato. Las cuatro bombas nucleares, mucho más destructivas que las que en 1945 fueron lanzadas sobre Hiroshima, cayeron en la localidad almeriense; como no estaban montadas, no tenían posibilidad de explotar. Aun así, las posibles consecuencias sobre la población eran más que preocupantes.

Sobre todo porque, si bien una de las bombas se recuperó intacta, los explosivos que había en las otras dos, diseñados para detonarse y desencadenar un estallido nuclear, explotaron dejando grandes cráteres, dispersando plutonio y contaminando tierras de cultivo. Además la cuarta bomba cayó al mar y su rastro se perdió por completo, lo que obligó a emprender una operación de rescate que implicó a españoles y a norteamericanos durante 81 días.

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«A los dos meses justos del accidente, ayer, 17 de marzo, se dio la primera noticia esperanzadora: 'El submarino de bolsillo Alvin (...), con su cámara fotográfica captó unas placas decisivas. Al ser reveladas, descubrieron la imagen de un objeto de forma similar a la bomba extraviada'», informaba El Norte el 19 de marzo de 1966, varios días después de que un pescador de la zona aportara la pista clave para recuperar la bomba. Aun así, el trabajo fue lento y difícil, pues la tecnología del sumergible Alvin era muy primitiva y las labores de rescate se toparon con numerosas dificultades.

Finalmente, el 8 de abril de 1966 este periódico reproducía la ansiada noticia: «La cuarta bomba nuclear caída en accidente de aviación el 17 de enero ha sido recuperada a las 7,40 horas. (...) La operación 'Flecha Rota' ha finalizado felizmente a los ochenta días del accidente ocurrido sobre el cielo de Palomares. Los difíciles trabajos de recuperación del 'objeto 261' llevados a cabo por los hombres del contraalmirante Guest, han culminado con éxito al extraer el citado artefacto nuclear».

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El Gobierno de Estados Unidos tuvo que realizar un desembolso de 700.000 dólares para tratar de resolver las más de 500 reclamaciones españolas, al tiempo que el Gobierno español trataba de tranquilizar a la opinión pública transmitiendo, a través de los medios de comunicación, la seguridad de que no había peligro radioactivo en la zona. Incluso el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, se bañó ante las cámaras en la playa de Quitapellejos junto al embajador de Estados Unidos, Angier Biddle, de manera simbólica, para demostrarlo.

Desde entonces se ha especulado mucho sobre las consecuencias que aquel desastre tuvo para Palomares, pues el ocultismo y la desinformación impuestos por el Régimen franquista no hicieron otra cosa que activar las alarmas, fomentar el desconocimiento y la especulación sobre el verdadero alcance de lo ocurrido. Además, durante varios años, el ejército norteamericano, con ayuda de la Guardia Civil, estuvo limpiando y llevándose a territorio estadounidense la tierra y restos vegetales contaminados de 25.000 metros cuadrados de terreno. De hecho, en los años siguientes se produjeron varias protestas relacionadas con el accidente por parte de vecinos de Palomares.

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Artefacto perdido

El 2 de marzo de 1966 El Norte afirmaba que «no hubo explosión ni existe radiactividad en la zona de Palomares», si bien «el artefacto» que cayó al mar fue localizado en abril.

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