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Kennedy, en el descapotable junto a Jacqueline Onassis, minutos antes de ser asesinado. Foto Corbis
1963: dos disparos acaban con la vida del presidente Kennedy

1963: dos disparos acaban con la vida del presidente Kennedy

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

El 22 de noviembre de 1963 el máximo mandatario de Estados Unidos era asesinado durante su visita a la ciudad de Dallas; Lee Harvey Oswald, el único declarado culpable, corrió la misma suerte dos días después

Martes, 8 de junio 2021, 08:44

La portada no podía ser más impactante: «El presidente Kennedy, asesinado». Era sábado, 23 de noviembre de 1963, y El Norte de Castilla se hacía eco de la noticia que conmocionó al mundo: el presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, había sido asesinado a las 12:30 en Dallas, mientras circulaba en el coche presidencial en la plaza Dealey. Le acompañaban su esposa, Jacqueline Onassis, y el gobernador de Texas, John Connally. «Dos de los disparos hechos desde una casa de pisos con un rifle de fabricación extranjera alcanzaron al presidente Kennedy en la garganta y la cabeza cuando desfilaba en un coche descubierto por las calles de Dallas. Trasladado al hospital vivió aún casi una hora. Dos sacerdotes católicos le administraron los Santos Sacramentos. También resultó herido en el atentado el gobernador Connally, quién después de operado, mejora dentro de la gravedad. El vicepresidente Johnson ha jurado el cargo de presidente de los Estados Unidos. El cadáver de Kennedy ha sido trasladado a Washington por vía aérea», informaba El Norte de Castilla.

Lee Harvey Oswald y Jack Ruby.

Kennedy se convertía así en el cuarto presidente de los Estados Unidos en ser asesinado, después de Lincoln, Garfield y McKinley. «Dos de los diez médicos que han asistido a Kennedy son de la opinión de que es posible que la bala entrase por la garganta y saliese por la región occipital. Otros han dicho que también pudiera tratarse de dos impactos; pero esta última tesis es la menos probable. Los cirujanos tuvieron que sajar la garganta del Presidente para que pudiera respirar; inmediatamente le fue administrado plasma sanguíneo; pero todos los esfuerzos de la ciencia resultaron completamente inútiles dada la extrema gravedad de las heridas. La operación de la traqueotomía le fue practicada con el fin de hacerle aspirar la mayor cantidad posible de aire. Se le insertaron tubos en el pecho. Se procuró activarle el funcionamiento de la víscera cardíaca con masajes, pero era inútil». Así recreaba este periódico los últimos momentos del presidente.

A los pocos minutos de cometerse el asesinato fue detenido el que, a la postre, sería declarado su único autor, el ex marine Lee Harvey Oswald, que entonces trabajaba en el Texas School Book Depository. Según las investigaciones policiales, Oswald aprovechó el momento en el que el coche presidencial pasaba frente a su lugar de trabajo para efectuar los disparos. Con mayor abundancia de datos, El Norte de Castilla recreaba dos días después lo ocurrido aquel fatídico viernes: «El sospechoso perpetró el atentado a las doce y media. Después abandonó el edificio desde donde hizo los disparos y a unos cuatro kilómetros de distancia mató a la una y cuarto a un policía que le estaba interpelando. Fue detenido en un cine a las dos menos cuarto, después de una resistencia violenta. Mostrando en su cara signos ostensibles de lucha con los policías, Oswald fue conducido poco después de la medianoche ante el juez de paz de Dallas, David Johnson. La Policía ha informado que en el momento en que fue asesinado el presidente Kennedy, Oswald se encontraba en el edificio donde se hicieron los disparos y donde fue hallado un fusil 'mauser'».

La posición de este periódico, expresada en el editorial del día 23, no podía ser más representativa del rechazo que dicho crimen provocó en gran parte de la sociedad: «Nos llena de horror pensar que haya podido cometerse este criminal delito. Lo reprobamos enérgicamente, porque la muerte de Kennedy entroniza, una vez más, la perpetración de métodos sangrientos inspirados en el desprecio al hombre, en el terror y la cobardía. Cuando, además, la persona sacrificada bahía vindicado como propios los postulados de paz y convivencia internacionales, esforzándose en hacerlos prevalecer sin descanso ni fatiga, el monstruoso crimen no sólo ha segado la vida de un ciudadano excepcional, siempre respetuoso y tolerante, sino que ha privado al mundo de uno de sus más grandes defensores».

Desde un primer momento, el asesinato de Kennedy se vio envuelto en todo tipo de especulaciones, más aún cuando el propio Oswald insistió en su inocencia señalando que él era un mero chivo expiatorio. Por si fuera poco, dos días después del asesinato, cuando Oswald era trasladado por la policía a través de los estacionamientos subterráneos del cuartel, el empresario Jack Ruby, vinculado con la mafia, le disparó en el abdomen hiriéndole mortalmente. Pocas horas después, Oswald moría en un hospital: «El presunto asesino del presidente Kennedy, Lee Harvey Oswald, fue agredido a tiros en los pasillos de la Comisaría Central de Dallas, cuando se procedía a su traslado a la prisión Central del Estado. El hecho ocurrió el domingo a las seis y diez de la tarde, hora española», informaba este diario el día 26.

Telegrama

«El presidente Kennedy, asesinado». Con esta lapidaria frase, que resumía la conmoción mundial, titulaba El Norte de Castilla su edición del 23 de noviembre de 1963. El diario indicaba que «Franco, profundamente impresionado», había enviado su pésame a la Casa Blanca vía telegrama a Lyndon B. Johnson.

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