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Franco, en el balcón del Ayuntamiento el 20 de mayo de 1945.
1945: Franco se da un baño de masas en Valladolid

1945: Franco se da un baño de masas en Valladolid

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

65.000 vallisoletanos aclamaron al jefe del Estado el 20 de mayo de 1945, en medio de un ambiente internacional hostil a la Dictadura

Martes, 9 de febrero 2021, 09:37

Valladolid ha tributado a su Caudillo, a su Jefe de Estado, la más soberbia y rotunda demostración de cariño, simpatía y adhesión que nunca otro Jefe de Estado recibiera por parte de sus habitantes». Resumía así El Norte de Castilla la apoteosis ciudadana vivida aquel 20 de mayo de 1945 en las calles de la ciudad. Aunque Francisco Franco había acudido para clausurar el Congreso Regional Agrario, la jornada significó mucho más: fue una afirmación patriótica en toda regla, en un contexto internacional amenazante. Acababan de finalizar las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial y la nación española estaba siendo diplomáticamente hostigada por las potencias democráticas. Para el Régimen franquista, la vieja Castilla era el arquetipo de aquella España rural y campesina, austera y pobre que luchaba por la supervivencia, modelo crucial de aquella España unida y sufrida, pero también imperial, que se pretendía reeditar. Así quedó reflejado en 10 días del mes de mayo de 1945, en los que tuvo lugar el Congreso Regional Agrario, y volvería a afirmarse en la jornada de clausura, presidida por el Jefe del Estado.

El general clausuró en la ciudad el Congreso Regional Agrario, y la multitud que acudió a recibirle desbordó todas las previsiones

Su llegada y los actos de aquel 20 de mayo de 1945 habrían de convertirse en un auténtico baño de masas. Franco apareció en Valladolid a las once menos cuarto de la mañana. La multitud congregada desbordó todas las previsiones. A su entrada por el Paseo del Príncipe del Campo Grande desfilaron miembros del cuerpo militar y del Frente de Juventudes. Hasta se edificó un gran arco triunfal adornado con banderas nacionales y de Falange. Frente a la Academia de Caballería se levantó una monumental tribuna desde donde presenciar los actos. Apareció el Caudillo vestido de capitán general, con camisa azul y boina roja. Le acompañaba Miguel Primo de Rivera, ministro de Agricultura y encargado de clausurar oficialmente el Congreso. Un voltear de campanas y la sirena de la Estación del Norte anunciaron su llegada. Miles de vallisoletanos se agolpaban en el paseo de Zorrilla y le seguían en manifestación hasta la tribuna. Los Huérfanos del Colegio de Santiago le saludaron con sus gorras de uniforme mientras el público gritaba «¡Franco, Franco!», «¡Franco, Falange!», «¡Viva el salvador de España!» y «¡Viva nuestro Caudillo!».

El primer destino fue el Santuario Nacional de la Gran Promesa, que en esos momentos pretendía ampliar terrenos para construir el imponente «Alcázar de Cristo Rey». Franco recibió la famosa colección de nombres de los «caídos por Dios y por España» y salió del templo bajo palio.

La Plaza Mayor de Valladolid, abarrotada de ciudadanos durante el discurso del entonces jefe del Estado.

Ya en la Universidad, donde clausuró el Congreso Regional Agrario, fue recibido brazo en alto por el rector y demás autoridades académicas. Pero la apoteosis definitiva tendría lugar en el Ayuntamiento. En la Plaza Mayor se agolpaban 65.000 personas para asistir al discurso del Caudillo desde el balcón. Como era costumbre, ensalzó sobremanera aquellos valores que, supuestamente, distinguían a Castilla del resto de España, hasta el extremo de presentarla como modelo y arquetipo de los principios morales y políticos que el Régimen pretendía imponer: «Su viril firmeza y su ejecutoria de fidelidad», desde luego, pero también su pasado en tiempos «gloriosos».

Mas el desafío crucial al que se enfrentaba la Dictadura franquista procedía de la esfera internacional. La conclusión de la Segunda Guerra Mundial, con la victoria de las fuerzas democráticas sobre las potencias fascistas, le ponía en una situación difícil. Era el momento, por tanto, de que España se presentara ante el mundo con otra cara distinta a la del compadreo con nazis y fascistas, la cara de la paz y la serenidad. El discurso del Caudillo en Valladolid obedeció a este guión:

«Los sucesos que en el mundo internacional se desarrollan no hacen más que valorar la clarividencia del Movimiento nacional español, que ha permitido a nuestra nación salvarse de la más honda de las crisis por que el mundo ha pasado y le permiten hoy enfrentarse, segura y serena, con el porvenir».

El final de la guerra, la creación de las Cortes, la aprobación del Fuero de los Españoles y la preparación de un nuevo código de Administración local fueron algunas de las pruebas aportadas para demostrar la institucionalización de un Régimen llamado, en palabras del Caudillo, a asegurar la paz mundial frente al avance del comunismo.

Apoteósica acogida

El 22 de mayo de 1945 El Norte de Castilla dedicó su portada íntegra a la visita de Franco dos días antes. Según el periódico, «Valladolid tributó al Caudillo un recibimiento apoteósico», que se manifestó en la «imponente muchedumbre» que se congregó en la Plaza Mayor a «escuchar y aclamar» al dictador.

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