El núcleo del distrito financiero de la ciudad de Nueva York, Wall Street, en plena crisis bursátil en octubre del año 1929.

1929: el Crack del 29 siembra el pánico en Europa

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

La crisis de la Bolsa en Nueva York abrió un periodo de depresión que se extendió al mundo capitalista y favoreció el apoyo de las clases medias a soluciones autoritarias

Martes, 17 de noviembre 2020, 08:06

Numerosos millonarios norteamericanos que venían a bordo de un transatlántico de aquel país recibieron por la radio del buque el desastre en la Bolsa neoyorkina. Todos se dirigieron a la cabina del operador, pretendiendo transmitir órdenes a sus agentes para tratar de evitar la ruina que veían próxima. El pánico en todas las acciones de la Bolsa ha sido indescriptible. Numerosas sociedades y bancos han presentado la quiebra. Las acciones de una fábrica de tabaco se cotizaban a 113 bajaron a 4. El director de la empresa se ha suicidado. Se han reunido los gobernadores de la Bolsa norteamericana, y parece ser que han acordado suspender las sesiones».

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La noticia, publicada en El Norte de Castilla el 1 de noviembre de 1929, habría sido inconcebible años antes, cuando el aparente dinamismo económico del continente europeo y de Estados Unidos parecía capaz de afianzar una época de prosperidad. Sin embargo, aquella pujanza escondía sombras que se fueron agravando con el paso de los años, hasta que en octubre de 1929 un auténtico crack económico sumergió al mundo capitalista en la más grave crisis económica conocida hasta ese momento.

Confluyeron en aquella dramática coyuntura la crisis permanente de la agricultura, afectada por el continuo descenso del precio de los productos agrarios; las dificultades de sectores tradicionales de la industria, como el textil y la siderurgia, ante el descenso de la demanda, y los graves desequilibrios que azotaban al comercio y a las finanzas internacionales. Los felices años veinte escondían, en efecto, el germen de las terribles sombras de finales de la década.

La euforia especulativa que se vivió en Nueva York tras la Primera Guerra Mundial alejaba al país de la economía real, no en vano las acciones en la Bolsa de Wall Street no dejaban de subir, aportando a sus poseedores grandes beneficios. Todos, bancos, empresas y particulares, invertían en Bolsa, llegando a recurrir a los préstamos bancarios, de manera que el aumento del crédito fue espectacular. Ello fue posible gracias al bajo interés del préstamo de la Reserva Federal. La espiral de la especulación crecía sin cesar. Cuando a comienzos de 1929 la economía mostró los primeros síntomas de agotamiento, pocos hicieron caso.

Lo peor ocurrió el 24 de octubre de 1929, el famoso «jueves negro»: ese día salieron a la venta millones de acciones, lo que desencadenó el pánico. La intervención de los bancos ya no funcionó; la cotización de las acciones en Wall Street se desplomó. La imagen histórica del crack del 29 se forjó en los días siguientes, con la bolsa bajando y millones de inversores en la ruina. Además, los bancos no pudieron cobrar los créditos que se les adeudaban, las empresas dejaron de percibir préstamos y tuvieron que cerrar. El paro se incrementó, la producción descendió y el crack de la economía estadounidense se expandió a todo el mundo capitalista.

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La imagen de agentes de bolsa suicidándose se asoció indefectiblemente a la dramática coyuntura, que al menos duró hasta 1933. El presidente norteamericano, el republicano Herbert C. Hoover, se veía impotente. «Después de la conferencia celebrada por el presidente, señor Herbert Hoover, con los principales representantes de la industria y del comercio, todos se han puesto de acuerdo para mantener los salarios existentes e impedir que se produzca una disminución del trabajo», informaba El Norte de Castilla el 23 de noviembre. Pero era un espejismo. Pese a las esperanzas que Hoover quería despertar en la población, asegurando que la crisis pasaría en dos meses, la situación empeoraba.

Por si fuera poco, los vínculos de interdependencia entre Estados Unidos y el resto de países europeos hicieron que la crisis se convirtiera en mundial. De modo que cuando al poco tiempo se produjo la repatriación de capitales estadounidenses que estaban invertidos en el continente europeo, la crisis bursátil y financiera se trasladó a ellos. Los más afectados fueron Austria y Alemania. La crisis provocó que el paro aumentase, que crecieran las desigualdades sociales y que la tensión provocada en el interior de los países arrojara a buena parte de las clases medias hacia soluciones políticas autoritarias que decían superar las desigualdades del capitalismo: el fascismo y el comunismo. Un nuevo fantasma estaba a punto de recorrer Europa.

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Miedo y suicidios

El 1 de noviembre de 1929 El Norte de Castilla relató la crisis en el corazón financiero de Nueva York. Explicaba que «el pánico en todas las acciones de la Bolsa ha sido indescriptible» y que en una fábrica de tabaco la cotización había bajado de 113 a 4. «El director de la empresa se ha suicidado». No fue el único.

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