1917: la Revolución rusa
165 aniversario de El Norte de Castilla ·
De marzo a noviembre de 1917, las noticias que llegaban de Rusia agitaron la redacción de El Norte de Castilla, que consideró la revolución como el triunfo de la anarquía bolcheviqueHabían pasado varios días desde la mítica jornada revolucionaria de febrero de 1917, iniciada por las mujeres rusas en protesta contra el hambre, la guerra y la tiranía del zar, cuando en Madrid comenzaron a inquietar las noticias que llegaban de San Petersburgo (entonces Petrogrado). Se trataba de «motines y manifestaciones tumultuosas» protagonizadas por «el pueblo ruso, hambriento», podía leerse en El Norte de Castilla del 13 de marzo (28 de febrero en el calendario ruso). Y es que a la altura de 1917, Rusia, que contaba con 15 millones de hombres movilizados, palidecía por su millón y medio de muertos, sus dos millones de desaparecidos y sus cuatro millones de heridos.
La escasez de alimentos y el racionamiento en medio de los rigores del invierno, el despotismo de la autocracia zarista, el escaso prestigio del propio Nicolás II y la labor tenaz de la oposición política, desde los socialrevolucionarios y bolcheviques hasta los kadetes (liberales) y mencheviques, sumaban los ingredientes necesarios para que el sistema saltara por los aires. Las notas de El Norte de Castilla, insertas en la sección dedicada diariamente a 'La guerra europea', se nutrían de teletipos procedentes de las naciones en lucha, lo que conllevaba un férreo control de la información por parte del gobierno de turno, a lo que habría que sumar, para dificultar aún más la situación, la rígida censura impuesta por el Ejecutivo español. Cuando en el marzo ruso los manifestantes, más de 200.000, cruzaron el helado río Neva hasta llegar a la catedral de Kazan sin que las tropas cargasen contra ellos, las redacciones de los periódicos no pudieron por menos que virar la mirada hacia Petrogrado. Era el comienzo de los famosos 'Diez días de conmovieron al mundo', en afortunado título de John Reed.
El encadenamiento de sucesos se tornó imparable: si el día 10 las temibles tropas cosacas se unían a los manifestantes provocando que buena parte de los soldados se retirara a sus cuarteles, la huida del ministro del Interior facilitaba la toma del poder por los revolucionarios, azuzados de manera incesante por la propaganda bolchevique. «La revolución popular ha triunfado en Rusia, abdicando el zar en su hijo», era la frase que ocupaba toda la portada, a cinco columnas, el 17 de marzo de 1917. Lo cierto es que Nicolás II terminaría cediendo el trono a su hermano Miguel, quien apenas pudo mantenerlo un día. La abdicación, firmada a regañadientes por el zar en su propio vagón, bloqueado en Pskov, la interpretaba el decano de la prensa como un acto heroico dirigido a «salvar a su pueblo de los horrores de la guerra civil».
El periódico publicaba a diario la sección 'La guerra europea', que se nutría de teletipos procedentes de las naciones en lucha
Lenin, entre tanto, negociaba su retorno a Petrogrado con el Alto Mando alemán, primer interesado en hacer realidad el propósito del líder bolchevique de sacar a Rusia de la guerra. Apareció en la estación el 16 de abril, en medio de estruendosas ovaciones, y al día siguiente ya hacía públicas sus famosas tesis, resumidas con el eslogan «Pan, Paz y Tierra». A partir de ese momento, la tensión entre el Soviet y el Gobierno irá en aumento. Las malas noticias que llegaban desde el frente alentaron una nueva crisis social en el mes de junio, azuzada por la propaganda bolchevique y desbordada al sumarse los combativos marineros de Kronstadt a las protestas. El 22 de julio, El Norte de Castilla anunciaba el relevo de Lvov por el socialrevolucionario Kerenski al frente del gobierno provisional. Al clima exaltado de la revolución en ciernes solo le faltaba el acelerón de un golpe militar reaccionario: y este llegó a principios de septiembre (calendario occidental) por parte de Kornilov, comandante en jefe del ejército ruso cuya proclama contra el Gobierno de Kerenski pudo leerse en El Norte de Castilla el día 13. El Comité Central del Soviet no dudó en apoyar al Gobierno: era la oportunidad que los bolcheviques ansiaban para controlar los soviets y forzar los acontecimientos. Acusado Kornilov de traición y relevado del mando, el día 14 Kerenski proclamaba la República. Mientras tanto, Lenin, desde su exilio en Finlandia, animaba a los suyos a tomar el poder; a los más timoratos de su partido los convencerá poco después, el 23 de octubre, nada más pisar Petrogrado, dispuesto a dar el definitivo golpe revolucionario.
La chispa la encendió el propio Kerenski al decretar el cierre de la prensa bolchevique. Era el 6 de noviembre (24 de octubre en Rusia), y pocos en el partido osaban cuestionar la tesis leninista de no esperar más para conquistar el poder por la fuerza. Cuatro días más tarde, El Norte de Castilla informaba en portada de la «Nueva Revolución en Rusia» y de la destitución de Kerenski. Todo, en efecto, había ido demasiado rápido y «sin efusión de sangre». Controlados los puntos neurálgicos por el Comité Militar Revolucionario, bastó la amenaza del acorazado Aurora, tomado por marineros pro bolcheviques, apuntando al Palacio de Invierno, para que se materializase el plan de Lenin. «Los maximalistas son dueños de la situación», aclaraba este periódico.

De lvov a lenin
El Norte del 17 de marzo de 1917 informó en portada del triunfo de la Revolución Rusa, que desencadenó la abdicación del zar. El Gobierno comenzó siendo presidido por el príncipe Lvov, a quien sustituyó el socialrevoluciolnario Kerenski, como reflejó el periódico del 22 de julio. El 28 de octubre el diario explicaba que la «Nueva Revolución en Rusia» había supuesto la destitución de Kerenski y que Lenin presidiera el Gobierno.
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