Fuerzas de Caballería durante su intervención en la Plaza Mayor para disolver a los huelguistas. Mundo Gráfico

1917: huelga revolucionaria para derribar a la Monarquía

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

El paro ferroviario iniciado el 10 de agosto de 1917 dio pie a un paro general que pretendía cambiar el sistema político; en Valladolid duró 18 días y se saldó con una durísima represión

Martes, 21 de julio 2020, 10:04

La huelga ha abierto un paréntesis de dos días en nuestra comunicación con el público. Ni anteayer ni ayer pudo publicarse EL NORTE DE CASTILLA». Con esta escueta nota, publicada en portada el 16 de agosto de 1917, el decano de la prensa daba cuenta del impacto de la huelga general iniciada tres días antes, secundada por la inmensa mayoría de los tipógrafos. En realidad, los sindicatos de clase abrigaban la esperanza de ultimar un gran movimiento revolucionario cuyo primer episodio, acontecido en esta ciudad en el mes de marzo, se había saldado con más frustración que orgullo; ahora, pensaban los líderes sindicales, no podía suceder lo mismo.

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La huelga se desarrolló en medio del fervor revolucionario azuzado entre la militancia sindical por los acontecimientos de Rusia y en un contexto de creciente decepción ante el desacreditado sistema político de la Restauración, que en su declive arrastraba al mismísimo monarca.

Valladolid era clave para UGT, ya que albergaba la dirección del Sindicato del Norte de la Federación Nacional de Ferroviarios

Tres frentes, en efecto, se habían abierto aquel año de 1917 contra el modelo vigente: el militar, conjurado en las Juntas de Defensa y que además de solicitar un aumento de salario para jefes y oficiales protestaban por los rápidos ascensos por «méritos de guerra» de sus compañeros destinados en Marruecos; el propiamente político, impulsado por republicanos y catalanistas y explicitado en la Asamblea de Parlamentarios; y el obrero, instigado por UGT y CNT con apoyo expreso del Partido Socialista.

De hecho, después de la fallida intentona revolucionaria de marzo-abril en Valladolid, la Unión General de Trabajadores tenía claro que debía plantear el «movimiento irremediable» sin caer en la misma precipitación. Así se lo transmitió Francisco Largo Caballero, en nombre también del PSOE, a los cenetistas Ángel Pestaña y Salvador Seguí, incidiendo en la necesidad de preservar la calma entre sus bases sociales. El 25 de julio de 1917, una semana después de que el Gobierno suspendiera por la fuerza la reunión de la Asamblea de Parlamentarios, PSOE y UGT ya tenían cerrados sus respectivos comités de huelga, liderado el primero por Julián Besteiro y Andrés Saborit, y el ugetista por Largo Caballero y Daniel Anguiano. Aunque entre los motivos inmediatos se insistía en el insoportable ascenso del coste de la vida, las razones de fondo eran básicamente políticas: acabar con el anquilosado y corrupto sistema de la Restauración, derribar la Monarquía, formar un Gobierno provisional y convocar unas Cortes Constituyentes.

Paseo del Campo Grande a principios del siglo XX, donde se produjeron numerosas detenciones de huelguistas. AMVA

En Valladolid, Remigio Cabello, Óscar Pérez Solís, Federico Landrove, Víctor Valseca, Moisés Conde, Luis Gutiérrez y otros líderes socialistas ultimaban los preparativos del comité regional de huelga cuando estalló el caso valenciano: la Compañía de Caminos de Hierro del Norte se negaba a admitir a 36 ferroviarios despedidos por haber participado en la huelga del 19 de julio. Era el detonante que muchas bases, convenientemente radicalizadas, esperaban. Anguiano, al frente de la Federación Ferroviaria de UGT, lanzó el ultimátum: si la empresa no readmitía a los obreros expulsados, se iría a la huelga. Para desdicha de los líderes ugetistas, sabedores de que a esas alturas un movimiento revolucionario era demasiado precipitado, la Compañía no cedió un ápice. Así que no les quedó más remedio que declarar la huelga ferroviaria para el 10 de agosto, y la general para tres días después.

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Los detenidos ascendieron a más de medio centenar y a los principales líderes socialistas vallisoletanos se les abrió expediente

La ciudad del Pisuerga constituía, a este respecto, un punto de referencia clave para la UGT, pues en ella residía la dirección del Sindicato del Norte de la Federación Nacional de Ferroviarios. Ya el 2 de agosto, el sindicato vallisoletano había lanzado un manifiesto señalando que «los ferroviarios del Sindicato Norte (…) se ven obligados a declarar la huelga en toda la red, con objeto de evitar las múltiples persecuciones y atropellos de que vienen siendo víctimas por su empresa, que en su loco afán de perjudicar a los compañeros que más se distinguen por su amor a la Organización, no vacilan en los medios a emplear, por indignos y reprobables que sean».

Fuerzas de Infantería y Caballería vigilan la entrada a los talleres del ferrocarril con motivo de la huelga de 1917. Mundo Gráfico

Cuando el día 6 la patronal volvió a expresar su negativa a llegar a un acuerdo, el Sindicato ferroviario se ratificó en su decisión de mantener el pulso. Sin embargo, la voluntad de ir a la huelga no era unánime, más bien todo lo contrario: reunida la Federación Nacional Ferroviaria en la Casa del Pueblo de Madrid para adoptar una postura definitiva, la propuesta de paralizar totalmente los servicios de las redes nacionales ganó por un solo voto de diferencia. Era el 9 de agosto de 1917, 24 horas antes del inicio de la huelga. Trifón Gómez, representante de los ferroviarios de Valladolid, había votado en contra aduciendo la precipitación del acuerdo y recordando el fracaso del movimiento revolucionario del mes de marzo.

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Pero ya no había vuelta atrás. El paro dio comienzo a las diez de la noche del día siguiente y los malos presagios de la dirección sindical no tardaron en hacerse realidad: la descoordinación, la falta de previsión, el cálculo erróneo de los convocantes, que creían tener al grueso del Ejército de su parte, y el férreo control por parte del Gobierno restaron eficacia a una huelga que, pese a todo, mantuvo en jaque a la sociedad española –y vallisoletana- durante varios días.

Y es que la represión fue implacable: la hilera de detenidos, desde los 18 registrados el 11 de agosto, no cesó un solo día. Cuando en el mes de octubre el Gobierno decidió decretar el fin del estado de guerra, hacía tiempo que la ciudad permanecía en calma. No así el seno de la masa obrera de la Compañía del Norte, golpeada por más de 200 despidos. Los detenidos ascendieron a más de medio centenar y los socialistas, principales alentadores de la protesta, se convirtieron en diana de la acción represora. Si a escala nacional el comité de huelga socialista resultó condenado a cadena perpetua, algunos de los principales líderes del partido y del sindicato en Valladolid, como Remigio Cabello, Federico Landrove, José Garrote, Óscar Pérez Solís, Teodoro García Soria y Trifón Gómez, fueron apresados o sometidos a severos seguimientos, además de abrírseles expediente.

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Dos días sin El Norte

El 16 de agosto de 1917 El Norte narraba la «historia de tres días de huelga», después de «un paréntesis de dos días en nuestra comunicación con el público», debido a ese paro.

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