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Imagen de la carga a caballo contra los revolucionarios de San Petersburgo.
1905: estallido revolucionario en Rusia

1905: estallido revolucionario en Rusia

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

La masacre de los participantes en la manifestación pacífica de San Petersburgo, el 22 de enero de 1905, abrió un ciclo revolucionario que confluiría en 1917

Martes, 26 de mayo 2020, 07:56

Los despachos que hoy se reciben de San Petersburgo comunican noticias graves acerca de la situación interior del Imperio. La agitación revolucionaria aumenta y el conflicto social planteado por la huelga obrera adquiere cada día caracteres de más aguda gravedad. El estado de Rusia es crítico». La crónica de Mariano Martín Fernández, publicada el 22 de enero de 1905, alertaba al lector sobre el arranque del ciclo revolucionario en Rusia. Era el comienzo de los disturbios que, 12 años después, confluirían en el triunfo del golpe bolchevique y la instauración de la Rusia soviética.

El malestar social de 1905 tenía causas variadas. El deterioro de las circunstancias sociales, económicas y políticas, el empobrecimiento del campesinado, el descontento con la reforma agraria, la rebaja de las condiciones de vida del proletariado, sobre todo en San Petersburgo y Moscú, y el descontento por la derrota de Rusia ante Japón provocaron los primeros movimientos de envergadura contra la autocracia del zar Nicolás II. A ello se sumaba la labor de la oposición política, obrera, liberal y anarquista, así como el cuestionamiento del sistema político por parte de numerosos intelectuales.

El primer gran estallido de rabia explotó aquel 22 de enero de 1905 en San Petersburgo, cuando una manifestación pacífica, encabezada por el pope (sacerdote) ortodoxo Georgi Gapon, se dirigió hacia el Palacio de Invierno, que era la residencia de los zares en los meses más fríos, para presentar a Nicolás II una serie de demandas laborales, el reconocimiento de ciertos derechos y libertades políticas.

«Los huelguistas se muestran pacíficos. Están dispuestos a no alterar el orden, pero resistirán hasta el último extremo. Se dejarán matar, pero no cederán. (…). Los obreros irán desarmados y en actitud correcta», informaba este periódico, que alertaba de la extensión del conflicto: «Paralelamente a la huelga, se advierte grandísima agitación entre los estudiantes, que forman la vanguardia de los elementos intelectuales rusos mal avenidos con el régimen autocrático. Abríganse serios temores de que surjan desórdenes de carácter revolucionario y que sean arrastrados por ellos los obreros. Anoche se calculaba en 120.000 el número de huelguistas de San Petersburgo».

Las palabras del propio Gapon, reproducidas íntegramente por El Norte de Castilla, daban cuenta del carácter pacífico de la protesta, de su respeto hacia el zar y de las intenciones de los manifestantes:

«Mi organización es diferente de la de los socialistas revolucionarios. No quiero la insurrección, sino sencillamente la huelga pacifica para obtener del zar algunas reformas. Mañana marcharemos silenciosos y compactos, sin banderas, sin himnos, hasta el palacio Imperial pidiendo ver al zar. Si esto se nos niega, si se nos cierra al camino correrá la sangre. La burocracia tiene engañado al zar. Queremos abrirle los ojos. Cuando formulamos nuestras peticiones y se las entregamos al prefecto, éste las rechazó. El mundo entero sabrá y apreciará si nosotros somos los culpables de lo que ocurra. Nada temo. Mis amigos han tomado precauciones para defender mi libertad. Mañana iré a la cabeza de todos. En caso de que las tropas disparen sobre nosotros, seré el primero que caiga. «Nuestra sangre será más útil a la causa da la democracia, que toda otra agitación».

Pese al carácter pacífico de las protestas, aquello fue una carnicería. La manifestación fue salvajemente reprimida por la guardia zarista, que acabó con la vida de varios cientos de personas, incluidos mujeres, ancianos y niños. Aquel suceso pasaría a la historia como el Domingo Sangriento. «Apenas amaneció, 15.000 obreros del arsenal se dirigieron en compacta masa hacia la ciudad. Un núcleo de cosacos les cortó el paso, A pesar de haberles echado el alto, los obreros siguieron avanzando en silencio. Los cosacos apuntaron con sus fusiles. Resonó una descarga con pólvora sola, pero en vista de que los obreros no retrocedían, dispararon con bala. Muchos huelguistas cayeron a tierra muertos o heridos».

La represión de la revuelta provocó una dura condena internacional y numerosas protestas en el interior del país, que abrieron el camino hacia un estallido revolucionario que en los meses siguientes convulsionó otras ciudades y el campo. Enseguida se crearon los consejos obreros o soviets en diversas ciudades rusas, siendo el más importante el de San Petersburgo, dirigido por Leon Trotsky. A ello se sumó el descontento de otros sectores del ejército, como la marinería del acorazado Potemkin, en el puerto de Odesa, que en el mes de julio se rebeló contra sus oficiales a causa de las deficientes condiciones de vida de la tripulación.

Miles de muertos

El Norte de Castilla del 23 de enero de 1905 informó de la «situación gravísima» en Rusia, donde un día antes se habían registrado «millares de muertos y heridos» entre los obreros en huelga que habían intentado llevar sus reivindicaciones al zar.

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