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Instantánea del Teatro Calderón de la Barca de Valladolid, obra del fotógrafo Jean Laurent. Archivo Municipal de Valladolid
1864: la inauguración de la joya del teatro vallisoletano

1864: la inauguración de la joya del teatro vallisoletano

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

El Calderón de la Barca, que se estrenó el 29 de septiembre del año 1864, vino a satisfacer una demanda creciente en la sociedad vallisoletana

Martes, 7 de enero 2020, 07:42

Por la grandiosidad de su sala, por la profusión de sus riquísimos adornos, por la numerosa y escogida concurrencia que anteanoche asistió a la primera representación, y por los reputados artistas que forman sus compañías, puede competir con los primeros teatros del reino, y acaso con ventaja con todos los de Madrid». Así celebraba El Norte de Castilla la inauguración, el 29 de septiembre de 1864, del Teatro Calderón de la Barca.

Valladolid necesitaba un segundo teatro desde la puesta en funcionamiento, en 1861, del Lope de Vega, al que muchos consideraban demasiado frío por estar ubicado en un margen del Pisuerga, además de alejado del centro de la ciudad. También se quejaban de lo insuficiente de su cabida y demandaban del Ayuntamiento la construcción de un local más digno.

De hecho, desde 1856 se venía planteando la adquisición, a tales efectos, del Palacio del Almirante, posibilidad que, sin embargo, topaba con una traba insalvable: la reiterada negativa de su propietario, el Duque de Osuna, «removido por consideraciones particulares». De ahí que se llegara a barajar la ubicación del teatro en otros lugares, incluidos los terrenos del antiguo matadero, alternativa descartada en febrero de 1861.

Dos circunstancias favorecieron definitivamente la empresa: la creación de una sociedad anónima y el cambio de dueño del palacio en la persona de Diego Morales que, al contrario que sus antecesores, no se oponía a la operación. Con él acordó la sociedad la compra del inmueble por 55.000 duros y, una vez efectuada, encargó el proyecto al arquitecto Jerónimo de la Gándara, artífice igualmente del Teatro Lope de Vega. La ejecución corrió a cargo de Jerónimo Ortiz de Urbina y fue preciso, además, sortear la oposición del arzobispo.

Objeciones del Arzobispado

En efecto, la máxima jerarquía de la Iglesia vallisoletana se quejaba por la cercanía del teatro respecto de la iglesia de las Angustias y del Rosarillo, pero también por el hecho de que la parte accesoria se encontrase frente al Palacio Arzobispal, con la consiguiente posibilidad de que la actividad teatral pudiera generar desórdenes que incomodasen a la Iglesia, contradiciendo así lo dispuesto en el Concordato con la Santa Sede.

El Ayuntamiento, como era de esperar, hizo caso omiso de tales objeciones, puesto que el teatro respetaba la separación exigida entre los templos y los edificios. Además, a los capitulares les parecía inconcebible aventurar desórdenes «en una reunión compuesta de lo más escogido de la población y presidida por una autoridad que puede disponer de la fuerza pública».

De esta forma, la Corporación Municipal decidió seguir adelante con el proyecto y en la sesión del 15 de junio de 1863 informó favorablemente del mismo al Gobierno central. Las razones esgrimidas eran que la sociedad formada contaba ya con más de 80 vecinos, por lo que existía un importante respaldo económico, y que el Lope de Vega, por sí solo y habida cuenta de las inconveniencias que presentaba, no cubría las necesidades de la población en este terreno.

Según El Norte, «al rico adorno de todas las localidades, se unía el encanto de nuestras líndísimas paisanas»

La Real Orden de aprobación está fechada el 7 de julio de ese mismo año; la construcción se llevó a cabo con brío, pues el 29 de septiembre de 1864 se verificó la inauguración oficial. Esta consistió en la representación de 'El alcalde de Zalamea', «un bailable por todo el cuerpo coreográfico, y el proverbio 'Huyendo del perejil'. Según el decano de la prensa, «el aspecto que presentaba la sala del teatro, era verdaderamente fascinador; al rico adorno de todas las localidades, se unía el encanto de nuestras lindísimas paisanas que lucían elegantes y costosos trajes y caprichosos prendidos».

«A donde quiera que se dirigía la vista había algo que admirar, del edificio, o de la concurrencia, que era extraordinaria, ocupando no solo todas las localidades, sino las puertas, pasillos y cuantos sitios permitían ver algo de lo que sucedía en la escena».

La siguiente reforma de importancia tendrá lugar entre 1876 y 1878, cuando el turinés Egidio Piccoli, célebre maquinista y constructor de teatros, lleve a cabo el diseño de una nueva tramoya, la cual, según ha escrito José Miguel Ortega, constituye «la maquinaria escénica más moderna de Europa».

La primera función

El coliseo se inauguró a las 19:30 horas con 'El alcalde de Zalamea' y la entrada costó tres reales. Antes se había escuchado una sinfonía, compuesta por el director de orquesta del teatro. El programa culminó con un baile cómico y con el proverbio en un acto 'Huyendo del perejil'.

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