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j. asua / l. sancho
Jueves, 15 de marzo 2018, 08:17
El complejo ha acumulado algunos pretendientes desde que su rehabilitación se presentó aquel mes de octubre de 2008, pero han tenido que transcurrir diez años para que el entorno de la Granja José Antonio –las antiguas instalaciones de enseñanza agraria y el edificio de nueva planta levantado por la Diputación como dotación auxiliar– tenga pulso. De momento, solo latirá en parte. La institución provincial ha iniciado el trámite de comunicación ambiental al Ayuntamiento para abrir a las empresas agroalimentarias de la provincia y al público en general el denominado Q-BO, el inmueble reconocible por los variados colores de sus fachadas, que se sitúa en un parque de tres hectáreas del plan parcial de Villa de Prado, junto al edificio de las Cortes de Castilla y León.
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Sus 1.002 metros cuadrados, repartidos en dos plantas y sótano, se convertirán en un espacio de promoción y difusión del patrimonio gastronómico y enológico de la provincia. Una inversión de 95.000 euros, que se suma a los 4,1 millones que esta Administración destinó en su momento a la construcción de esta zona verde, una de las más atractivas de la ciudad, ha permitido acondicionarlo para que acoja catas, exposiciones de productos, demostraciones culinarias, conferencias de expertos en cocina y sirva, además, como centro de difusión turística para los que visiten Valladolid.
El vicepresidente de la Diputación, Víctor Alonso, avanzó ayer que la intención es inaugurarlo «lo antes posible». De hecho, apunta, productores y consejos reguladores ya se han interesado por celebrar actos en este enclave, que será atendido por personal de esta administración y que, en principio, se abrirá solo para eventos concretos, aunque no se descartan otras opciones cuando en él se programen exposiciones o actividades con continuidad.
La Gerencia de Justicia o Radio Televisión Española echaron los tejos a la institución para ocuparlo, pero las operaciones no fraguaron. Fue una propuesta de la portavoz de Ciudadanos, Pilar Vicente, al presupuesto de 2017 la que activó la iniciativa para darle uso propio. Un año se ha tardado en ponerla en marcha. «Queremos que sea un lugar vivo, con actividades, que dinamice la zona y sirva de plataforma para la difusión de las empresas agroalimentarias», subraya Alonso, convencido de que será un escaparate efectivo para poner en contacto a este potente sector con el consumidor final.
Su ubicación es inmejorable. Insertado en un parque, con facilidad para el aparcamiento y con buenos accesos desde cualquier punto de la ciudad, lo que permite augurar que se le sacará partido. La empresa Edwindo 4 Morcaro ha sido la encargada de distribuir el interior del Q-BO, que cuenta con una estancia principal en la planta de calle para los actos de mayor formato y salas auxiliares para charlas, además de despachos para el personal.
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Ahora queda pendiente el futuro de la antigua Escuela de Capacitación Agraria, el edificio histórico, cuyo proyecto de adjudicó en 1946 y cuyas obras concluyeron en 1950. Aquí la Diputación mantiene la máxima cautela. Rehabilitado por una escuela taller en la que participaron 240 alumnos entre 1994 y 2007, la reconocible construcción, con sus dos silos como torreones en los vértices de fachada, espera volver a la vida desde hace diez años. En un principio, su propietaria se planteó convertirlo en un museo para exponer las 700 obras de arte –ahora en el Doctor Villacián– que atesora la institución, pero los planes decayeron. La crisis económica, que obligó a restricciones presupuestarias, tocó de lleno el proyecto y lo relegó a un cajón. «No hay ninguna decisión tomada», insiste el vicepresidente cuando se le pregunta por posibles opciones. Porque la Diputación es consciente del gasto de mantenimiento que conlleva una dotación de ese calibre. Por el momento, sus puertas permanecen cerradas a cal y canto, mientras sus blancas fachadas son utilizadas por los vándalos para plasmar su comportamiento incívico en forma de pintadas, lo que obliga a darle sucesivas manos para mantenerlas en buen estado.
Sobre la mesa se han puesto varias alternativas, pero los responsables de esta administración prefieren no hacer conjeturas hasta que se tome una decisión definitiva, además de acotar que no todos los usos son válidos al tratarse de un complejo con protección por su valor arquitectónico. No obstante, Alonso matiza que la Diputación está abierta a cualquier planteamiento que sea viable y que garantice, eso sí, la sostenibilidad económica del inmueble. Los vecinos del barrio han solicitado en diversas ocasiones su puesta en valor y la apertura del espacio a los ciudadanos. No parece que a medio plazo se vaya a concretar un futuro para un complejo que formó a labradores y que fue sede de los servicios de la institución desde finales de los 70 hasta 1990.
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