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Coronavirus: Coronavirus Valladolid: «Lo más duro ha sido que se nos fueran sin siquiera poder cogerles de la mano»
Coronavirus

«Lo más duro ha sido que se nos fueran sin siquiera poder cogerles de la mano»

El personal sanitario de Cardenal Marcelo se desahoga: «No nos hemos contagiado, pero la enfermedad la hemos pasado»

M. J. Pascual

Valladolid

Lunes, 7 de diciembre 2020, 08:41

La residencia Cardenal Marcelo lleva semanas limpia de covid, pero el enorme desgaste de la primera ola se sigue reflejando en las miradas del personal del centro. Las enfermeras Teresa Sánchez, Gemma Macías, Sonsoles Huerta, Esperanza Gonzalvez de Miranda, Estefanía Valles e Inés Velasco no olvidarán. «Nosotras no nos hemos contagiados, pero la enfermedad la hemos pasado desde la orilla», dice Sonsoles, que pasa la palabra a Esperanza, a la que inmediatamente nombran portavoz del equipo enfermero. «Ha sido durísimo porque nos metimos a saco con algo que no conocíamos, que no sabíamos como tratarlo, hemos dado el 200% de nuestro trabajo y psicológicamente ha sido...». Ellas, las que se ponían su foto prendida en los EPI y a los mayores se les iluminaba la vista cuando las reconocían, les llaman por sus nombres, saben sus manías, sus fobias y filias, sus historias personales y clínicas.

«Lo han pasado muy mal, aunque se adaptan a lo que tienen. Pero, que al final de sus días les pase algo así, casi peor que una guerra...». Pero saben lo fuertes que son todos y cada uno de los 158 mayores que quedan en la residencia. La mayoría tiene la denominada inmunidad de rebaño, pues contrajeron la enfermedad prácticamente todos en marzo. Aunque hubo otros que no pudieron superarlo. «Pasamos de tenerles en palmitas a no poderlos tocar, fue muy duro que se nos fueran sin poderles dar la mano ni despedirlos, para todas eso ha sido lo más traumático», subraya Esperanza, la improvisada portavoz del equipo enfermero. «Pero les hemos dado un trato digno cuando hubo una ola tan grande que no pudimos mandarlos a los hospitales. No pudimos evitar que se murieran, pero al menos lo hicieron de manera digna».

Vídeo. María José Gimeno, doctora en la residencia Cardenal Marcelo, atiende a Clara Morales García, de 86 años. Ramón Gómez

Y recuerdan el estrés, el agotamiento y la frustración, la impotencia en los turnos interminables de 12 horas de una situación «irreal», «de pesadilla», en los que muchos de sus compañeros cayeron también enfermos.

Ahora ansían poder volver a la normalidad y en eso están trabajando, en volver «a la cercanía» intentando retomar rutinas de antes de la covid, aunque con la mascarilla, la distancia y los desinfectantes. Para ello confían en la fortaleza de una generación que, después de vivir una guerra, una posguerra y salir a flote poniendo las bases del estado de bienestar, sigue adaptándose a lo que les echen. «Los ancianos tienen una capacidad de adaptación grandísima. Cuando hacemos nuestras valoraciones te das cuenta de que lo viven con una naturalidad pasmosa. Desde luego esa capacidad de adaptación no la tiene nuestra generación».

Vídeo. En la farmacia de la residencia Cardenal Marcelo, de izquierda a derecha, las enfermeras Teresa Sánchez, Gemma Macías, Sonsoles Huerta, Esperanza Gonzalvez de Miranda, Estefanía Valles e Inés Velasco. Ramón Gómez

Aprovechan la oportunidad para romper una lanza a favor del trabajo realizado por las auxiliares de enfermería y el personal de limpieza porque «tuvieron que acceder a las habitaciones de los enfermos covid sin medios ni formación, a pelo, y lo hicieron de manera generosa».

Vicente Herrero Cocho. R. G.

Mari Cruz Redondo, auxiliar, con 40 años trabajando en la residencia, hace un alto en su tarea en el comedor principal. Ya es la una y media y los mayores se están metiendo entre pecho y espalda un cocido madrileño cuyo aroma se desparrama por toda la planta. Los deja a cargo de «la nueva» que, dice, «es muy espabilada y trabaja muy bien». Los mayores se sientan en las mesas por contactos estrechos: matrimonios, hermanos, compañeros de cuarto. Se han habilitado por la pandemia cuatro comedores, este es el más grande. Al otro lado del pasillo comen los residentes asistidos. Mari Cruz rememora que al principio de declararse la pandemia lo pasaron fatal. «No sabíamos lo que les pasaba, los abuelos caían malos, no comían, notábamos que algo estaba pasando. Hasta que llegaron los test. También cayeron algunas compañeras que no tenían síntomas, como yo también». El enorme edificio, el aislamiento en las habitaciones, el cierre de los comedores... «Ha sido duro, son muchos abuelos que atender, se nos desbordó completamente y no pudimos atajarlo. Poco a poco se ha ido recuperando. Tocaremos madera para que no entre otra vez. Los abuelos colaboran y van entendiendo lo de las medidas de seguridad».

Vídeo. La auxiliar de Enfermería Mari Cruz Redondo. Alberto Mingueza

Tristeza

Como a sus compañeras, la crisis sanitaria también le ha enseñado una lección particular y personal. «Me ha mostrado la tristeza del que no sabe si va a volver a ver a su familia. En esta segunda ola me he encontrado a alguna residente llorando en su habitación, se ponen nerviosas, me dicen, otra vez el aislamiento. Pero luego se tranquilizan y bien. Esto es así. Un poco triste, pero también lo comprenden. No digo que todos..., pero las visitas les dan fuerza y ánimo y les vienen muy bien. Las videollamadas les tranquilizan mucho. Esperemos que sigamos así», dice antes de volver a sus tareas en el comedor. Allí está también Xoan González, el animador que es multitarea, lo mismo prepara una videoconferencia, que la actividad retomada en el enorme salón de actos, que permite a los mayores que quieran participar de manera virtual en actividades culturales y educativas de todo tipo. Ya tienen todo organizado para la Navidad más atípica en la historia del establecimiento. Señala el jefe de área y director en funciones, Vicente Herrero Cocho, que lo más probable, respecto de las salidas en Navidad, se permita que pasen varios días con sus familias pero no salir los días clave para las cenas de Nochebuena y Nochevieja. «No podemos arriesgarnos. Podría ser durante un periodo como en vacaciones y, al regreso, presentar una PCR negativa y pasar unos días de cuarentena», explica.

Zonificación

Nueve meses después, los usuarios siguen sin poder salir a la calle ante la elevada incidencia social del virus en Valladolid, y mucho más tras la dura experiencia de tener a prácticamente todos los residentes contagiados. Tan fuerte fue el contagio, que la Diputación dio un golpe de timón en la dirección y nombró un equipo multidisciplinar que asumió la tarea de reconducir la situación y preparar las instalaciones para la segunda ola, con zonas separadas para covid y no covid, redistribuir los espacios y los aforos, establecer circuitos de bioseguridad y enseñar a los residentes a convivir con distancia, una empresa que resulta poco menos que inalcanzable en un establecimiento donde residen personas con y sin demencias y distintos grados de necesidad, como indica el jefe de sección y coordinador, Juanjo Zancada, durante el recorrido por la zona covid, donde no hay nadie a día de hoy. Solo una persona está en cuarentena en la zona intermedia, aunque sin síntomas, por si acaso, ya que tuvo algún contacto con alguien sospechoso.

En la imagen de arriba, el coordinador Juanjo Zancada muestra el acceso a la zona covid. Debajo, a la izquierda, la supervisora Ana Monje, a la entrada de la sala de visitas con el 'kit' higiénico y el termómetro. A su derecha, Mari Cruz Redondo, auxiliar. R. G.
Imagen principal - En la imagen de arriba, el coordinador Juanjo Zancada muestra el acceso a la zona covid. Debajo, a la izquierda, la supervisora Ana Monje, a la entrada de la sala de visitas con el 'kit' higiénico y el termómetro. A su derecha, Mari Cruz Redondo, auxiliar.
Imagen secundaria 1 - En la imagen de arriba, el coordinador Juanjo Zancada muestra el acceso a la zona covid. Debajo, a la izquierda, la supervisora Ana Monje, a la entrada de la sala de visitas con el 'kit' higiénico y el termómetro. A su derecha, Mari Cruz Redondo, auxiliar.
Imagen secundaria 2 - En la imagen de arriba, el coordinador Juanjo Zancada muestra el acceso a la zona covid. Debajo, a la izquierda, la supervisora Ana Monje, a la entrada de la sala de visitas con el 'kit' higiénico y el termómetro. A su derecha, Mari Cruz Redondo, auxiliar.

También por la alta incidencia de contagio, Cardenal Marcelo fue una de las residencias de Valladolid investigada por la Fiscalía pero que, como ha ocurrido con el resto de denuncias, ha sido archivada. Puntualiza el director provisional que el archivo «se esperaba, porque la residencia ha echado el resto, en ratios de personal las superamos al triple y medios, se han metido refuerzos... No había miedo en ese sentido. No había indicios de desatención. Hay que recordar que por entonces ni había mascarillas en el mercado», remacha.

En mitad de los preparativos para celebrar las fiestas navideñas en el centro, el equipo directivo tendrá que decidir ahora si levanta la mano, aunque se está a expensas de lo que decidan la Junta y Madrid.

Mientras tanto, se retoman las actividades a la busca de la normalidad que necesitan los residentes. La psicóloga Olga de Vega cuenta que ha visto asomar en los ojos de los mayores la emoción por volver a retomar el taller de memoria. «El esfuerzo mental es una de las actividades que más han necesitado, es muy importante y gratificante. Aquí trabajan las emociones y poder compartirlas les ayuda a reconducir la situación y a seguir, de otra manera, con mascarilla y distancia, pero se va retomando la normalidad».

Para los mayores, indica, «el confinamiento ha supuesto aturdimiento, sufrimiento, soledad y miedo y cuando lo verbalizo con ellos, se me ponen casi a llorar. Ahora empiezo a ver en ellos alegría, pequeños matices».

Las visitas, aunque con cuentagotas, les dan la vida. Ana Monje, la supervisora, que se ocupa en la entrada exterior de aplicar el kit anticovid y de recordar a los familiares las medidas de seguridad, señala lo difícil que resulta para los mayores reprimir el gesto del abrazo, el beso, el coger las manos. «Es que muchos no lo pueden remediar, intentan mantener las distancias y la mayoría lo consigue, pero es que a veces se te saltan las lágrimas. Sobre todo con las personas con demencia. Los mayores siempre necesitan una caricia y tienen el impuso de irte derechos a abrazar. Los familiares nos han llegado a pedir guantes para poder cogerse las manos por lo menos, pero no podemos. Se nos encoge el corazón, pero no podemos bajar la guardia».

«Cariño y cercanía»

Monje recuerda los peores días y se le nubla la mirada detrás de la mascarilla, sin nombrar la palabra maldita. «Ha sido duro porque no sabes cómo reaccionar, te pilla de sorpresa y, de cara a ellos, ¿cómo decirles que se tienen que aislar? Las pocas personas que dieron negativo han estado meses aislados, los hemos tenido como oro en paño». Al principio, recuerda, «faltaba mucho material, nos ha pillado. Pero ahora estamos supertranquilos, sin bajar la guardia, claro. Estamos intentando mimarles, ya que los familiares no pueden hacerlo». De esto ha aprendido, indica, que «somos personas totalmente vulnerables y, de cara a los ancianos, que no les damos importancia. Cariño y cercanía es todo lo que necesitan. Hay que tenerlos más en cuenta y valorar toda la vida que han tenido. Esa es mi esperanza personal».

Vídeo. La supervisora Ana Monje, a la entrada de la sala de visitas, con el 'kit' higiénico y el termómetro. R. G.

La doctora María José Gimeno, señala que parece que ha pasado un mundo desde aquella «crisis del diagnóstico», el 9 de abril. «No se me olvidará». apostilla, «cuando hicimos los test y dieron casi todos positivos». Desde entonces no ha habido más casos pero, puntualiza, «seguimos actuando con toda la prevención, como si no la hubieran pasado. Y ellos están intentando recuperar sus vidas. ¿Cómo estamos ahora? Pues con cansancio físico y psicológico, cuando ves que no se recupera la normalidad y ellos siguen sin salir desde marzo y, a nivel cognitivo, si les falta el estímulo...Malo».

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