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La enfermera vallisoletana Rebeca Justo, en una ambulancia medicalizada. Daniel Abad
Coronavirus en Valladolid: «Lo más duro ha sido dejar a familiares a la espera de una llamada del hospital»

«Lo más duro ha sido dejar a familiares a la espera de una llamada del hospital»

Rebeca Justo combate el coronavirus en la Unidad Medicalizada de Emergenciasde León, el lugar donde «más útil y humana» se ha sentido

Laura Negro

Valladolid

Viernes, 29 de mayo 2020, 17:24

Para Rebeca Justo lo más satisfactorio es cumplir cada día con la responsabilidad de proteger la vida de las personas. Este año celebra sus bodas de plata como enfermera. Natural de Mota del Marqués, hace cuatro años que trabaja en la base de la Unidad Medicalizada de Emergencias (UME)de León, dando servicio a la capital y parte de la provincia.

Su labor requiere de grandes capacidades para gestionar todas las complicaciones que surgen cada día. Lleva semanas combatiendo el coronavirus desde su ambulancia medicalizada, y siempre con una sonrisa. La OMS estableció que 2020 sería el Año Internacional de las Enfermeras y Matronas. Rebeca no se imaginó que esa celebración estaría marcada por una pandemia en la que su trabajo sería clave. «Ser enfermera es trabajar con la materia prima más valiosa, el ser humano. Cuando te das cuenta de esto, el trabajo te parece un lujo y engancha. Esta crisis ha dejado muy patente la profesionalidad y humanidad de las enfermeras, así como nuestra capacidad de gestión», dice convencida.

Su equipo de trabajo lo completan un médico y dos técnicos en Emergencias, con los que comparte jornadas de 24 horas. Los cuatro conviven en la base, manteniendo la distancia de seguridad. Trabajar bajo presión, en situaciones de alto impacto emocional y arriesgando cada día su salud hace que sea complicado concentrarse. Por eso un grupo unido y bien entrenado puede salvar vidas.

«La rapidez y la profesionalidad de cada miembro del equipo son fundamentales. Yo no sería nada sin ellos y ellos no serían nada sin mí. Estos meses nos hemos cuidado mucho, vigilando siempre que el EPI del compañero estuviera bien colocado, que no hubiera descuidos a la hora de atender y de retirar todo, para no contaminar y no contaminarnos», informa.

Rebeca no conoce la rutina laboral. Cada aviso tiene unas circunstancias que lo hacen único. «Nunca me he sentido más útil y más humana que trabajando en la UME», subraya esta enfermera. El año pasado, en marzo, formó parte del Equipo Técnico Español de Ayuda y Respuesta en Emergencias (Start) en Mozambique por el paso del ciclón Idai. «Aquello me hizo ver lo vulnerable que somos al capricho de la naturaleza. Fue un trabajo estresante por las condiciones desfavorables del entorno y la meteorología adversa. El año pasado fue un ciclón. Este una pandemia. Las mismas fechas, pero distintos lugares y circunstancias», reflexiona.

La enfermera se ha adaptado bien a los nuevos protocolos. «Al principio los cambios y actualizaciones eran constantes. En función de las directrices de la consejería, a nosotros nos llegaban los protocolos que ponía en marcha nuestra gerencia. La comunicación ha sido vital para afrontar esto», cuenta. «Ahora, cada vez hay menos cambios. Hemos cogido hábito y nos ponemos los EPI en mucho menos tiempo. Trabajar con ellos ahora es más fácil. Hemos sido muy prudentes a la hora de utilizarlos, optimizando y usando cada mascarilla para lo que corresponde. Desde la gerencia y bajo la supervisión de la coordinadora de la base, el material ha estado siempre a nuestra disposición, consiguiendo que no fuera nunca un problema para poder atender a los pacientes. Me siento una afortunada por ello. Al principio, cuando el aviso era sospecha de covid, la clínica respiratoria era la más frecuente, pero últimamente aparecen muchos pacientes con clínica derivada de alteración de la coagulación, tipo ictus o trombosis», apunta.

«La última vez que la ven»

Para Rebeca Justo lo más duro ha sido dejar a los familiares de los pacientes «a la espera de una llamada del hospital que les informara del estado de su ser querido». «Más cuando sabes que probablemente será la última vez que le ven, ya que muchas veces intuyes el pronóstico. La mirada del enfermo y su temerosa pregunta para saber si es el virus o no, deja imágenes en la retina que ojalá no hubiera tenido que ver nunca. No hay palabras ni consuelo para el paciente que sabe que no todo va a salir bien», dice. En su opinión, los próximos meses dependerán del comportamiento de cada uno.

«Quién no ha sido actor de este drama, bien por ser enfermo, familiar o sanitario, sino que ha sido solo espectador desde un cómodo sillón que le hace creer ser un experto en pandemias, no es capaz de cambiar su rutina diaria. Eso complica la vuelta a la normalidad. Los meses futuros serán complicados, pero el sistema sanitario tiene a los mejores profesionales, con unos recursos inevitablemente limitados y donde el exceso de la demanda puede hacer que de nuevo sea necesario adoptar medidas extraordinarias. No será fácil, pero tampoco imposible. Confío en el sistema y en el buen hacer de todos los profesionales».

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