Osario en la cripta de la iglesia del Salvador de Valladolid. Rodrigo Jiménez

Diez tumbas famosas para descubrir las curiosidades funerarias de Valladolid

Una ruta por museos, iglesias y a pie de calle permite reconstruir episodios históricos de la ciudad a través de féretros y enterramientos

Víctor Vela

Valladolid

Martes, 31 de octubre 2023, 20:02

Hay muerte más allá de las Contiendas y el cementerio del Carmen. Valladolid atesora un patrimonio funerario, en forma de tumbas y féretros, que, repartido por iglesias y museos, permite reconstruir parte de la historia de Valladolid. Incluso, desde su misma fundación, con el conde ... Ansúrez. Este es un recorrido por diez tumbas famosas de la capital para descubrir no solo el pasado vallisoletano, sino también los tesoros que custodian algunos de sus monumentos más representativos.

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Catedral de Valladolid

Monumento funerario al conde Ansúrez

Féretro del Conde Ansúrez en la catedral. Carlos Espeso

Pedro Ansúrez fue conde de Liébana, de Carrión y de Saldaña, pero a orillas del Pisuerga su nombre está asociado a la repoblación de Valladolid, al impulso que recibió un puñado de casas junto a la Esgueva que se convirtieron, siglos después, en una ciudad que ronda los 300.000 habitantes. Nacido en torno al año 1037, su fallecimiento tuvo lugar en septiembre de 1118. Tal vez fue 1119. Lo que parece más claro es que recibió sepultura en la colegiata que él mismo ordenó levantar. Este templo fue foco de la fe vallisoletana hasta que a finales del siglo XVI comenzó la construcción de la catedral. Y allí se trasladaron, en 1674, los restos del conde.

La seo vallisoletana, en el ábside de la nave del Evangelio, conserva el sepulcro del conde Ansúrez, con un yacente de madera (que porta casco y armadura) y una tabla que remite a la cofradía de los Escuderos, que él mismo fundó. En enero de 1979, una comisión de la Universidad de Valladolid abrió el sepulcro antes de iniciar la restauración de la estatua yacente. Allí dentro encontraron un arcón con herrajes, de un metro de largo por sesenta centímetros de ancho y veinte de alto, como recordaba El Norte de Castilla de la época.

En el interior de ese arcón, envuelto en un paño rojo con damasquinados, se hallaron restos humanos: un cráneo «en perfecto estado de conservación y algunos huesos que, según todos los indicios pertenecen al conde». Junto a ellos, dos documentos, uno que daba fe del traslado del conde Ansúrez desde la colegiata a la catedral y otro, fechado en 1677, copia del anterior, en el que daba fe de su autenticidad.

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Catedral de Valladolid

Sepultura de los Téllez de Meneses

Sepultura de los Téllez de Meneses. Carlos Espeso

La visita al templo no tiene que quedarse únicamente en el sepulcro del conde Ansúrez. Hay más referencias funerarias, como recuerda José Andrés Cabrerizo, deán de la catedral. Basta con echar una mirada al suelo para toparse con numerosas lápidas.

En la catedral, ambién están los sepulcros de la familia Venero y Leyva, en la capilla de San José (llegados del antiguo convento de San Francisco), con sus figuras orantes, atribuidas a Francisco de Rincón. Y la sepultura de Juan Velarde (acaudalado vecino de la capital en el siglo XVII), en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores.

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Pero si hay unos sepulcros que destacan en la catedral son los de la familia Téllez de Meneses. Se trata de dos piezas ricamente labradas en piedra calcárea procedentes del monasterio cisterciense de Santa María de Palazuelos, ubicado cerca de Cabezón. Estas urnas sepulcrales (miden 250x93x171 centímetros) pertenecen a familiares de Alfonso Téllez de Meneses, uno de los grandes nombres de la Castilla de los siglos XII y XIII. Uno de ellos sería su nieto. En otra de las salas del museo catedralicio se acumulan sepulcros de un caballero del siglo XIII (en piedra caliza), del fundador de la capellanía y de Felipe de Escobar y Benavides, déan de la iglesia y consultor del Santo Oficio de la Inquisición, fallecido en noviembre de 1690.

Monasterio de las Huelgas

Tumba de María de Molina

Sepulcro de María de Molina. El Norte

El 1 de julio de 1321, fallecía en Valladolid María de Molina, reina consorte de Castilla al casarse con Sancho IV, y madre de Fernando IV. Después de enfermar de gravedad, tuvo que guardar reposo en el desaparecido convento de San Francisco. Apenas tres días antes de su muerte, dictó testamento a Pedro Sánchez, escribano de Valladolid. Allí ya dejaba claro que quería ser enterrada en el monasterio de las Huelgas Reales, al tiempo que fijaba el pago de sus deudas y la distribución de rentas y propiedades.

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El sepulcro (apoyado en una base con seis cabezas de león) incluye una figura yacente de la reina, con su cabeza apoyada en dos cojines. En sus manos sujeta un rosario y un libro y a los pies aparece un perro recostado, símbolo de la fidelidad. El sepulcro presenta además varios relieves de la Virgen con el niño, escudos de armas de la familia y la imagen de San Bernardo (fundador de la orden a la que pertenece el monasterio).

Iglesia de la Magdalena

Sepulcro de Pedro de la Gasca

Estatua funeraria de Pedro Lagasca, en el féretro de la iglesia de la Magdalena. J. Sanz

Antes de seguir con la familia de María de Molina, merece la pena, por cercanía, asomarse a la iglesia de la Magdalena. Allí se exhibe el sepulcro de Pedro De la Gasca (1493-1567), un hombre de currículum extralargo (fue clérigo, magistrado, político, caballero de la Orden de Santiago…) que pasó a la historia como 'pacificador' de Perú, después de que en 1546 recibiera la encomienda de acabar con la rebelión de Gonzalo Pizarro en aquel territorio de ultramar. A su regreso a la península, fue nombrado obispo de Palencia y de Sigüenza. Murió el 13 de noviembre de 1567 y fue enterrado en la iglesia de la Magdalena, cuyo patronato adquirió con la intención de convertirla en su lugar de eterno descanso. Allí está su sepulcro de alabastro, obra del escultor Esteban Jordán y luce, en su fachada, el gigantesco escudo de estilo renacentista. Además, en el interior de esta iglesia se encuentra la cripta del primer marqués del Duero.

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Museo de Valladolid

Sepulcro del infante don Alfonso

Para regresar al árbol genealógico de María de Molina, hay que acercarse hasta el Museo de Valladolid (en el palacio de Fabio Nelli). Allí se custodia un sarcófago de madera de pino policromada datado en el año 1291. Pertenece al infante don Alfonso, el tercer hijo de Sancho IV y de María de Molina. Tenía apenas trece años cuando falleció. Y sus restos descansan aquí, en este sarcófago decorado con arquerías polilobuladas con el escudo de armas del infante. «Es una muestra interesante de carpintería mudéjar, cuya decoración pictórica se ha sugerido que pudiera estar relacionada con Rodrigo o Alfonso Esteban, pintores al servicio de Sancho IV», explica Fernando Pérez Rodríguez, director del museo. Expuesto en la sala once, en el sarcófago no solo están los restos del infante don Alfonso, sino que también se conservan ahí restos mortales de otros dos infantes de Castilla… y de un gato. «Posiblemente, se trataba de la mascota de uno de ellos», cuenta Pérez Rodríguez, quien añade que se trata de una de las joyas del museo. «No se sabe mucho sobre sus orígenes, pero es importante su presencia en Valladolid, ya que lo más previsible es que Felipe II se hubiera llevado los restos del infante a El Escorial». El Museo de Valladolid conserva otros vestigios funerarios, como varios sarcófagos visigodos, llegados desde yacimientos de Mucientes y Piña de Esgueva.

San Pablo

Capilla del padre José Luis Gago

Enterramiento del padre José Luis Gago, en la iglesia de San Pablo. V. V.

La ruta funeraria de Valladolid continúa en la iglesia de San Pablo. La literatura dice que aquí estuvieron enterradas importantes figuras de la historia pucelana. Como Fray Baltasar Navarrete (catedrático de Teología a quien se atribuye la obra 'La pícara Justina'), Luis Mercado (médico de cámara de Felipe II) o Beatriz Bernal (primera escritora que puede considerarse como tal). Hoy, ninguna de esas tumbas puede visitarse, ya que, después de sucesivas reformas, se desconoce dónde están exactamente estos enterramientos. Así lo recuerdan los dominicos que custodian un templo donde también tuvo su enterramiento el duque de Lerma. Su lugar fue a la izquierda del altar mayor, según miran los fieles. Allí debieron lucir las estatuas orantes del Duque de Lerma y de su esposa, Catalina de la Cerda, obras de Pompeo Leoni, que ahora conserva el Museo de Escultura. Lo que sí puede visitarse en San Pablo es el monumento funerario dedicado al padre José Luis Gago, prior del convento en varias épocas y promotor de la unificación de emisoras que dio lugar a la cadena Cope. Fallecido en diciembre de 2012, sus restos fueron trasladados en mayo de este 2023 a esta capilla del Santísimo, a la derecha del altar.

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Museo de Escultura

Sepulcro del obispo Diego de Avellaneda

Sepulcro del obispo Diego de Avellaneda. Museo de Escultura

A unos metros de San Pablo, en el Colegio de San Gregorio, en su capilla, puede visitarse el sepulcro del obispo Diego de Avellaneda, uno de los muchos tesoros del Museo Nacional de Escultura, esculpido en alabastro, jaspe y caliza. Tiene 786 centímetros de alto, por 385 de ancho y 174 de profundidad y está datado en el segundo tercio del siglo XVI (entre 1534 y 1566, con el contrato de la obra firmado en 1536). Su lugar de procedencia, explican en la web del Museo de Escultura, es el monasterio de San Juan Evangelista y Santa Catalina de Espeja (en Soria).

El sepulcro corresponde a Diego de Avellaneda, obispo de Tuy. «El arco se enmarca con columnas abalaustradas y se apoya sobre un alto pedestal en el que aparecen símbolos funerarios y alegorías de las virtudes del difunto. Sobre la parte superior del arco, dos querubines sostienen una cartela, mientras que el conjunto se remata con ángeles con las armas heráldicas del prelado y un hermoso tondo con guirnalda de frutas, que alberga la figura de la Virgen con el Niño», explican desde el Museo de Escultura, donde recuerdan que este monumento, encargado a Felipe Bigarny, se completaba con otro «gemelo», en el que se representaba la efigie orante del padre de don Diego. De este segundo sepulcro se conservan varios fragmentos en el Museo de Escultura. Hay otros sepulcros en la colección del museo, pero este es el único expuesto en sala.

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Iglesia del Salvador

Osario y criptas

El párroco José Heras, sobre varios de los enterramientos de la iglesia del Salvador. Rodrigo Jiménez

Esta ruta funeraria por Valladolid no puede olvidarse de la iglesia del Salvador. En esta zona que hoy es la plaza del Salvador estuvo emplazada en el siglo XIII la ermita de Santa Elena. Las excavaciones arqueológicas no han localizado restos de este antiguo templo, pero sí que se han hallado varias tumbas del cementerio que se extendía a su alrededor. Muchas de ellas, pueden verse hoy si el visitante se asoma al suelo transparente de una de las capillas del templo. Y descubrir así que la mayoría se trata de tumbas infantiles, posiblemente por los hospitales de expósitos que había en la ciudad. De hecho todavía se conservan cuatro pequeños ataúdes de madera.

Pequeños féretros, en una de las criptas del Salvador. Rodrigo Jiménez

Así, en el subsuelo hay dos criptas funerarias construidas en piedra. Una es el espacio que el fundador de la capilla de San Juan Bautista, mandada construir por Gonzalo González de Illescas (1521?-1574), miembro del Consejo Real de los Reyes Católicos, reservó para la sepultura familiar. La otra sirvió como enterramiento para parroquianos destacados. Así, puede verse un osario con varias calaveras. Pero no es la única sorpresa funeraria de esta iglesia. En la capilla de los Magos (nada más entrar, a la izquierda) hay cuatro pequeños enterramientos con destino funerario.

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Lápida de Joaquín Drake, en la iglesia del Salvador. Rodrigo Jiménez

Y en la capilla de la Guía está la lápida del general Joaquín Drake y Joyes, «capitán general de los ejércitos y regente del reino». Falleció el 27 de abril de 1827.

Convento de Porta Coeli

Sepulcros de los Calderón

Esculturas funerarias de Rodrigo Calderón e Inés de Varcas Camargo. El Norte

A unos pasos está el convento de Porta Coeli, en cuyo interior se encuentran los sepulcros de Francisco Calderón y María de Aranda y Sanderlín, y de Rodrigo Calderón e Inés de Vargas Camargo. El primero fue capitán de los Tercios de Flandes con Felipe II. El segundo, Rodrigo, su hijo, fue también militar, al servicio de Felipe III (de quien fue secretario), y se convirtió en favorito del Duque de Lerma. Destacan por sus impresionantes esculturas funerarias.

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Calle Constitución

Lápida de Red Hugh O'Donnell

Lápida de Colón y Red Hugh O'Donnell, en la calle Constitución. Carlos Espeso

Este recorrido por el Valladolid de los sepulcros concluye en la cercana calle Constitución, donde una placa recuerda el lugar en el que fueron enterrados Cristóbal Colón (en 1505) y Red Hugh O'Donnell (1602). La excavación, acometida en el año 2020, permitió desvelar uno de los muros de la capilla de las Maravillas, con un importante número de enterramientos, de entre los siglos XIII (fundación del monasterio) y el XVII. Red Hugh O'Donnell es una figura venerada en la historia de Irlanda, ya que encabezó una rebelión contra el ejército inglés que desembocó en la Guerra de los Nueve Años. Se exilió en España bajo la protección del rey Felipe III y falleció en Simancas.

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