Teodora Velasco ayuda a su marido, Juan José Calleja, a volver a casa tras entregar la tarea del taller de memoria del centro de Mayores Río Esgueva.J. Castillo
350 días con los centros de mayores de Valladolid cerrados por el coronavirus
La otra pandemia: la soledad de los mayores ·
Los 33.000 socios de estos espacios repartidos por Valladolid añoran las actividades presenciales, que les permitían tener una compañía de la que muchos de ellos carecen en su día a día
Los doce centros de mayores del Ayuntamiento de Valladolid cerraron sus puertas por la pandemia el 10 de marzo de 2020. Mañana se cumplirán 350 días de aquella decisión obligada, y estos espacios –que eran un punto de encuentro y de socialización, no solo para sus 33.000 socios sino también para muchos de los 80.448 mayores de 65 años de la ciudad– han tenido que reinventarse para ofrecer un servicio que no entrañe riesgos a la población más vulnerable frente a la covid-19.
En estos centros ya no se juega a las cartas y tampoco al dominó, que eran los pasatiempos más demandados por los usuarios. Ahora los mayores no pueden entrar y los que sí están autorizados a hacerlo, los trabajadores, se afanan en encontrar alternativas de ocio que puedan llenar el vacío producido por el cierre. Hasta la llegada de la pandemia en 2020 se ofertaron 4.705 talleres en los doce centros de mayores de la ciudad, y en lo que va de 2021 estas actividades se han adaptado a la situación actual, pero solo han podido salir adelante 2007 talleres, que suponen el 42% de los que se pusieron a disposición de los mayores el año pasado, covid mediante.
Vídeo. Los 33.000 socios de los centros de mayores repartidos por Valladolid añoran las actividades presenciales.
J. Castillo
Muchos de los talleres y cursos ofertados este año se realizan de manera digital, pero este formato es complicado para gran parte del público al que van dirigidos. Por esta razón, se han buscado otras opciones que puedan llegar a más usuarios, como actividades de marcha nórdica o cursos de manejo del smartphone, aunque las actividades de memoria en casa son las que más aceptación han tenido.
Lola Martínez es la responsable del Centro de Mayores Río Esgueva y asegura que su objetivo desde el cierre ha sido ayudar a los que más necesitaban el calor humano que habían perdido. «Durante el confinamiento hicimos más de 4.000 llamadas desde los centros a la gente que tenemos habitualmente en nuestros talleres. Observamos que estaban muy desanimados, que algunos habían abandonado el aseo personal, que se encontraban desorientados y que todos querían hablar», apunta Lola, que puso en marcha el taller 'Cuido mi mente y mi ánimo', en el que los participantes entregan una tarea semanal en el centro sin acceder a su interior. «Quería dotarles de una ocupación. El hecho de tener que venir al centro a recoger la tarea y a entregarla les hace orientarse. Vivimos en un tiempo en el que todo son malas noticias, y hay que centrarse en aspectos positivos, por eso también incluimos lecturas que les pueden ayudar a levantar el ánimo», añade Lola, que comenzó en septiembre con este taller en el que participan 42 personas. «El objetivo que perseguimos es que los mayores mantengan el ánimo y se centren en aspectos positivos», recalca.
La opinión de los mayores
Teodora Velasco (73 años)
«La pandemia me ha obligado a deshacerme de toda mi vida»
Para Teodora Velasco el cierre de los centros de mayores ha sido un duro golpe. Se encarga del cuidado de su marido, al que un ictus dejó el lado izquierdo del cerebro sin riego. No oculta que necesita un descanso para dedicarse tiempo a sí misma, pero se resiste a encomendar a terceros los cuidados de su esposo. Para Teodora acudir al centro Río Esgueva era una fórmula de evasión de los problemas que tiene en casa, pero la pandemia le ha arrebatado ese pequeño oasis que le permitía olvidar por un momento su situación personal.
Paulina Sánchez (78 años)
«Paso mucho tiempo entre cuatro paredes y se me cae la casa encima»
Paulina Sánchez es una mujer activa a la que no le frenan sus 78 años. Antes de la pandemia acudía a diferentes centros del barrio de Pilarica para realizar un gran número de actividades. Iba a gimnasia, matemáticas, lenguaje, costura e incluso 'tai chi', unas clases que le permitían compartir numerosos ratos con otras personas, a pesar de que vive sola. Ahora las exigencias de la pandemia han frenado su ritmo de vida. Más aún, cuando se contagió de covid-19.
José María Santos (77 años)
«Tengo la cabeza ocupada para no pensar cosas raras»
José María Santos señala que acudir al centro de mayores era toda una obligación para él. En 2019 le detectaron un cáncer de próstata y asegura que la gente que ha conocido en este punto de encuentro le ha hecho mirar la vida con esperanza pese a los obstáculos que está teniendo que saltar en esta complicada etapa.
Asunción Gilaranz (74 años)
«Me contagié y sufrí más por la gente que había estado conmigo que por mí»
El curso 'Cuido mi mente y mi ánimo' ha permitido a Asunción tener una ocupación provechosa con la que llenar parte del vacío que siente al ver mermadas sus necesidades de socialización por la pandemia. Además, ha decidido acudir una vez por semana a casa de los usuarios con mayores problemas de movilidad para entregarles la tarea semanal, pero las alarmas saltaron cuando se contagió de covid.
Emilia de Blas (72 años) y Pilar Palmero (78)
«Nos fuimos a vivir juntas en el confinamiento para no pasarlo solas»
Emilia de Blas y Pilar Palmero son dos usuarias del Centro de Mayores La Victoria. Ambas son viudas y viven solas, por lo que ven el centro como el lugar en el que encuentran el contacto humano del que carecen en casa. Las dos creen que la compañía en su día a día es «fundamental», y por eso decidieron tomar una decisión para no pasar solas el confinamiento.
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