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Los detectores de humo, obligatorios desde este martes: «Pasamos de vender uno por semana a diez al día»A simple vista, el aparato en sí no transmite mucho. De plástico, redondo, pequeño, ligero y con un diseño único en color blanco. Lo que ... se dice poca cosa. Un cacharro, vaya. Pero ese pequeño artefacto es mucho más y puede llegar a tener un valor incalculable. «Sencillo, barato y salva vidas». Es la definición que hizo hace unas semanas Javier Reinoso, jefe del Servicio de Bomberos de la capital. El aparato es un detector de humo y desde mañana es obligatorio en todas las viviendas de Valladolid. Si no lo tiene aún, ya sabe. Al menos uno en cada hogar, es lo mínimo, pero también se pueden tener varios, en función de los metros cuadrados. En estos casos, lo aconsejable es que esté también en las habitaciones. Pero si hay solo uno, la instalación, siempre, en el pasillo distribuidor o en el vestíbulo, nunca en la cocina ni en los baños, para evitar confundir al detector.
Porque si salta, se oye. Hasta 85 decibelios de alarma para prevenir posibles incendios en los hogares, más una luz de color rojo. «Es esencial para las típicas situaciones que dejas algo al fuego, te distraes un momento porque por ejemplo te llaman por teléfono, te olvidas, y cuando vuelves la sartén está en llamas», explica Óscar Cuéllar, responsable de Puertas Cuéllar. En la entrada del negocio, lo anuncian desde hace unas semanas. «Adelántese a la normativa. 31 de marzo obligatorios en todas las viviendas». Y sí, los vallisoletanos han sido previsores. «Hemos notado un gran aumento en la demanda. Antes vendíamos como mucho uno a la semana y desde que se anunció hemos pasado a vender diez cada día. Las ventas se han multiplicado de forma exponencial», explica. O sea que conciencia, hay.
Porque como explicó el concejal de Vivienda y Urbanismo, Ignacio Zarandona, «no se trata de sancionar, ni de vigilar, de entrar en los domicilios a ver si está el detector. La instalación es responsabilidad de cada uno». Y parece que los vallisoletanos han sido responsables. De vuelta a la oferta y la demanda, desde el negocio explican que en marzo se abastecieron con un cargamento de hasta quinientos detectores. «Los que teníamos antes se agotaron en un día. Los clientes venían, te preguntan, se informaban, y la verdad que sí entendían que es una medida que favorece su seguridad. Ahora ya nos quedan muy pocos». El precio del aparato, según el negocio está entre los diez y los trece euros.
Muchos de estos clientes ya han estrenado el aparato, explica el dueño de la tienda de Delicias. «Un par de personas nos han comentado que lo han instalado y que les ha saltado porque se habían olvidado algo al fuego. Eso les ha ayudado a prevenir algo peor, o sea que funcionar, funcionan». El modelo más habitual –el que demanda la normativa– es este. El típico de color blanco, de plástico, con un piloto rojo que se ilumina en caso de incendio, y al menos con una pila de cortesía. Solo le quedan dos en stock a Álvaro Represa, de la ferretería El Arco. Uno de ellos, en el escaparate, el otro, en el interior del negocio. «Estamos a la espera de que nos llegue un envío de veinte, porque según se acerca la fecha, los vecinos de la zona preguntan y los compran más», comenta el propietario de la tienda.
Desde la ferretería ponen el foco en las viviendas antiguas que funcionan con calefacción eléctrica, como con radiadores y calefactores. «Es uno de los peligros habituales en estos hogares. El detector no solo ayuda a los propios inquilinos, también puede alertar a los vecinos». En su caso han llegado a vender hasta nueve al día. «Antes apenas había demanda, ahora hemos tenido varios días donde los hemos tenido agotados». En la tienda venden dos marcas, el mismo modelo a efectos prácticos. Uno de ellos viene además con tornillos para su instalación. «Es lo más aconsejable, porque también se ha hablado de que con una cinta adhesiva de doble cara es suficiente. El consejo es atornillarlo y olvidarse, porque la cinta se pega a la pintura, no a la superficie. Si se instala en una superficie plana de madera o metal, sería buena opción, pero en una pared o techo típico de vivienda, es mejor atornillar».
En concreto, los responsables de los negocios aconsejan instalarlo en el distribuidor de las viviendas, pasado el umbral de la cocina, ya que, concretan, son las estancias donde más incidentes se pueden producir. «Sería lo ideal, nunca dentro de la cocina ni tampoco del baño, porque si no el detector va a sonar constantemente y en momentos donde no existe una emergencia real».
Pero el modelo básico no es el único a la venta. Es el más habitual y el más sencillo, también el que establece la normativa, pero se puede ir más allá. Por ejemplo, en la ferretería Ortiz cuentan con otro modelo que además de humo, también funciona como detector de monóxido de carbono. «Es también peligroso, porque no lo escuchas, no lo ves, no lo hueles. No es tan alarmante como el humo, que de alguna forma u otra lo terminas percibiendo en el aire. Con el monóxido de carbono no pasa. Nosotros hemos recomendado a los clientes que compren este modelo, para prevenir más, pero el que fija la normativa es el que solo detecta humo», explica Javier Ortiz, encargado de la ferretería. En su tienda, la mayoría de los clientes opta por llevarse el más básico. «Es lo más habitual, también echa un poco para atrás el precio, que pasas de pagar nueve euros a cerca de treinta».
Aquellos que aún no hayan comprado un detector deben saber que antes de instalar el aparato se debe hacer una comprobación para que el usuario se cerciore de que funciona. Es bien simple. «Se pulsa el botón que tiene en la superficie, pita y se enciende la luz. Luego solo hace falta presionarlo de nuevo para que se apague. Así sabes si funciona», explican los responsables de los negocios. Además, antes de que se agote la pila, que tiene una duración de en torno a dos años, el propio detector avisa de que se está agotando. Cada cierto tiempo emite un pitido, incluso desde dos meses antes de que se agote, o sea que el usuario se va a enterar sí o sí de que tiene que cambiar las pilas».
El pasado 5 de marzo, el Ayuntamiento de Valladolid puso en marcha la campaña 'Pequeños dispositivos, grandes salvavidas', con el objetivo de concienciar y dar a conocer la normativa municipal, que se enmarca dentro del Plan General de Ordenación Urbana, aprobado en 2021. La norma es para todas las viviendas, tanto para las ya construidas, que han tenido cuatro años para instalar los aparatos, como las de nueva obra, muchas de las cuales ya cuentan con un detector. Ese día también se concretó que la ciudad vive cada año unos 150 incendios de media originados en viviendas. La mayoría se producen en edificios de varias plantas, mientras que también se detectan en torno a diez en viviendas unifamiliares. El año pasado se produjeron en la capital 148 fuegos originados en hogares. Más datos, en 2024 tres personas perdieron la vida en Valladolid por este motivo y hubo hasta siete intoxicados graves por inhalación de humo.
Aquel día, el concejal de Salud Pública y Seguridad Ciudadana, Alberto Cuadrado, advirtió de que la obligatoriedad tampoco significa que se vaya a hacer una campaña de seguimiento puerta por puerta para comprobar si se ha instalado el aparato en todos los hogares vallisoletanos. «Nadie puede entrar en tu domicilio sin ninguna orden», recordó. Pero sí puede haber problemas en caso de que haya un incendio en una vivienda que no tenga un detector de humo instalado. «Puede ser que las compañías aseguradoras se agarren a que no tenías el detector instalado cuando desde abril ya es obligatorio que lo tengas en casa según la normativa», exponen los dueños de los negocios vallisoletanos.
Por su parte, el jefe del Servicio de Bomberos de la ciudad incidió en que el grupo más vulnerable ante los incendios en viviendas son las personas mayores de 64 años y aquellos que viven solos. «Hay clientes que se llevan uno para su casa y que también aprovechan para llevarse otro para sus familiares de mayor edad. Se instala de forma sencilla, se olvidan y todos pueden estar tranquilos», zanjan desde los negocios de la capital. La medida, pionera en España, es ya obligatoria en otros países europeos como Irlanda, Alemania o Francia. Los aparatos se pueden encontrar en cualquier ferretería de la ciudad, con un precio que oscila entre los diez y los trece euros, además también se pueden adquirir por internet. Desde mañana, eso sí, al menos un detector de humo por casa.
La colocación se hará prioritariamente en pasillos o distribuidores, para que en caso de incendio, el detector alerte cuando el humo llegue a su posición. Se recomienda disponer de un detector por estancia, salvo en cocinas, baños, garajes o cerca de chimeneas, ya que ocasionaría reiteradas falsas alarmas. El detector se deberá colocar en el techo, separado de las paredes al menos cincuenta centímetros, en caso de no ser posible, será aceptable en las partes altas de las paredes, entre diez y treinta centímetros del techo. Pero lo ideal es eso, que esté separado de las paredes al menos medio metro.
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