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Javier López, cofrade de San Isidro, acodado en el coro de la ermita. ALBERTO MINGUEZA

Descubre cómo es San Isidro, la única ermita que queda en Valladolid

La cofradía, que cumple 525 años, quiere abrir el edificio a visitas guiadas y para acoger bodas y otras celebraciones

Víctor Vela

VALLADOLID

Lunes, 25 de marzo 2019, 13:37

Tres días al año, solo tres, abre la ermita de San Isidro sus puertas de par en par. El 15 y el 16 de mayo, por la festividad del santo. El 9 de septiembre, por su esposa, Santa María de la Cabeza. Tres días. Y ya. No hay muchas más oportunidades para disfrutar de la única ermita que conserva la capital, un edificio de ladrillo y tapial, con retablo del siglo XVIII, tallas de Juan de Ávila, cúpula ciega en el crucero y, desde el año 2012, un museo anexo con aperos de labranza y la agricultura del ayer.

La cofradía titular –fundada en 1494, cumple ahora 525 años– quiere que esos tres días sean muchos más. Por eso, aprovechará la procesión de mayo para revitalizar la ermita y las actividades que se organizan en torno a ella. «Es una pena que sea un edificio tan poco conocido», dice Javier López (Valladolid, 1948), presidente de una hermandad que clama por nuevos socios si no quiere desaparecer. «Hemos llegado a ser más de trescientos y ahora apenas llegamos a los cincuenta. Casi todos tenemos más de 65 años. Muy pocos jóvenes. Y cada vez quedan menos agricultores», reconoce López.

Por eso, la última modificación de los estatutos permite unirse a la cofradía sin necesidad de dedicarse al campo. «En Valladolid hubo muchas tierras de labor, pero al crecer la ciudad han ido desapareciendo. Ya no queda nada de aquellos campos de trigo y cebada, de la remolacha, la patata, la hortaliza, el girasol», cuenta Emiliano Estébanez (Ciruelos de Coca, Segovia, 1936), colaborador de la hermandad. Quiere la cofradía abonar su censo, plantar semillas de futuro, que la llegada de nuevos socios garantice la pervivencia de una agrupación seglar que nació en 1494, según los registros más antiguos de los que se tiene constancia.

Se fundó hace 525 años como cofradía de Nuestra Señora de la O y bendito Isidro Labrador (aprobó su regla en 1602).Tenía sus cultos en la iglesia de SanAndrés y, decenios después, en 1622 (cuando se canonizó al santo)los cofrades decidieron financiar la construcción de una ermita (un nave de orden toscano y forma de cruz latina) en el camino de Tudela, cerca de la fuente de la Salud, cuya obra concluyó a finales del siglo XVII. Se sufragó con 300 ducados cedidos por el gobierno local y por las aportaciones particulares de los labriegos. A finales de septiembre de 1698, los labradores trasladaron hasta allí las tallas de San Isidro y Santa María de la Cabeza, que hoy presiden el cuerpo central del retablo de estilo rococó. A sus lados, se incluyen las figuras de San Emeterio de Barcelona y San Laurencio, ataviados, como San Isidro, con chaqueta corta, cuello de encaja, ajustadas calzas, botas altas.

Hospital provincial de coléricos desde 1884 hasta 1890

En la sesión municipal del 15 de septiembre de 1884, el arquitecto municipal autorizó la construcción, «a la derecha de la nave» de «dos estancias independientes para el caso de que hubiera necesidad de destinarlos a hacer cuarentena», como informaba El Norte de Castilla. Un año después, la ermita se convirtió temporalmente en un hospital provincial para convalecientes de la epidemia de cólera que asoló la ciudad. Allí estuvo hasta agosto de 1890, cuando las autoridades locales decretaron su traslado «por su proximidad al depósito de aguas».

La cofradía emprendió hace dos años, con la ayuda del Arzobispado, el saneamiento de las fachadas interiores, lastimadas por las goteras. «Ahora nos gustaría recuperar el techo. La cubierta ya está terminada, pero hay grietas en el techo y habría que restaurar las pinturas», indica Luis Trapote (Valladolid, 1955).

Con esta nueva imagen quiere la ermita presentarse en sociedad, abrir sus puertas más allá de los días de romería. Así, con la colaboración de la parroquia de la Milagrosa (en Delicias), de la que depende, la hermandad ofrece la posibilidad de que la ermita acoja diversas celebraciones religiosas:misas, comuniones, bodas de oro y de plata. «Disponemos además de salones anexos y de un jardín que puede albergar un cóctel o la comida», explica Javier López, cofrade desde principios de los años 70, hijo de ganadero de vacuno y lanar, con tierras en Renedo yTrigueros del Valle, nuevo secretario-presidente de la agrupación, después de que Eliecer de Prado se retirara de un cargo que ejerció durante decenios.

Museo de aperos, exterior de la ermita y tallas de San Isidro y Santa María de la Cabeza, en el retablo. ALBERTO MINGUEZA
Imagen principal - Museo de aperos, exterior de la ermita y tallas de San Isidro y Santa María de la Cabeza, en el retablo.
Imagen secundaria 1 - Museo de aperos, exterior de la ermita y tallas de San Isidro y Santa María de la Cabeza, en el retablo.
Imagen secundaria 2 - Museo de aperos, exterior de la ermita y tallas de San Isidro y Santa María de la Cabeza, en el retablo.

El objetivo, aseguran, es que «Valladolid conozca de cerca su ermita». Proponen no solo acoger celebraciones, sino también la programación de visitas guiadas (bajo reserva previa en el teléfono 627 013 978) para contemplar las piezas que atesora el inmueble, como las tallas de las vírgenes del Carmen y de la Salud, un crucificado o un pequeño nazareno y, con más valor artístico, una diminuta talla, fechada en torno al año 1750, que representa la Traslación de San Pedro Regalado.

Si el visitante alza la vista, hallará varias pinturas del último decenio del siglo XVII en el techo (una Virgen, San Andrés en la cruz –ya que de esa iglesia procedía la cofradía– y unos ángeles que faenan en el campo mientras reza San Isidro), así como en las pechinas de la bóveda (Noé, Adán, San Emeterio y San Laurencio), en cuyo centro hay una pintura de San Isidro, resume Javier Baladrón en 'Arte en Valladolid'.

Entre las vías que maneja la cofradía para abrirse a la sociedad vallisoletana se encuentra también la organización de visitas guiadas al museo de aperos de labranza que, desde 2012 y con fondos del Museo Agrícola de la Santa Espina, ocupan una nave anexa a la ermita. «Hay colegios, dos o tres al año, que se interesan por la colección, pero nos gustaría que más niños lo visitaran, ya que aquí pueden descubrir cómo era el trabajo en el campo y qué herramientas se utilizaban», explican. Entre ellas: rastras, zoquetas, mayales, arneros, zuelas, cabezadas, leznas... Palabras desconocidas para las nuevas generaciones que recobran vida en un museo hoy sin apenas visitas. La cofradía quiere aprovechar San Isidro (el 15 de mayo) para que recobre vida la única ermita de la capital.

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