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No es nada nuevo. De hecho, antes de que la covid arrasara con todo, ya se enfrentaban los vecinos del centro a la «insoportable situación» –como lo califican los colectivos vecinales– de vivir en un piso que se asoma al corazón de la juerga ... vallisoletana. Pero la pandemia, el salto a la denominada nueva normalidad, donde el aire libre ha ganado un espacio a priori definitivo a los interiores, ha agudizado el problema. Ha disparado las quejas por ruidos tanto en lugares privados como en la calle.
Así lo confirman las últimas estadísticas que maneja la Policía Municipal, de las que se desprende que Valladolid ha duplicado en dos años las denuncias por ruidos, la gran mayoría en viviendas particulares. Hasta el 14 de octubre, los agentes han tramitado 984 expedientes por infracciones vinculadas al ruido doméstico y en vía pública, aunque casi todas –825– están relacionadas con el primer supuesto, que suelen ser reuniones sociales, no muy numerosas, entre grupos de amigos o familiares.
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De esta forma, ha superado ya con creces todas las multas interpuestas el año pasado –912–, si bien fuentes del cuerpo municipal de seguridad concretan que 2020 no fue en este sentido representativo por los cuatro meses de confinamiento, los toques de queda y la progresiva apertura de la hostelería. El periodo referencia para comprobar este crecimiento, es, por tanto, 2019. Entonces, durante esos doce meses, se levantaron 413 actas, una cifra ligeramente inferior a la de todo 2018 –469–.
Sin embargo, lo que más notan los vecinos, de lo que más se quejan –y así se lo han trasladado al Ayuntamiento, con el que se reunirán a finales de mes para abordar esta situación junto con las asociaciones de hosteleros–, es del bullicio a pie de calle.
No creen que sea tanto culpa de bares de ocio nocturno y discotecas, sino de la «falta de concienciación ciudadana», de aquellos que alargan el cigarro en la puerta del local de turno y dilatan allí, y no dentro, la conversación. «Los locales no son realmente los culpables, por norma general cumplen perfectamente con la regla, pero el problema es que la gente se queda a la puerta. Es un desmadre, se ha disparado, es realmente insoportable», lamenta la presidenta de la Federación de vecinos Conde Ansúrez, Elvira Yáñez, quien recalca que si bien es una problemática que se remonta a «hace bastante tiempo», la pandemia lo ha intensificado. «Fue pasar el toque de queda y el ruido ha ido cada vez a más», precisa Yáñez. «Hay vecinos que están con medicación porque no pueden dormir; descansan un par de días por semana, en cuanto llega el jueves saben que ya hasta el lunes no conciliarán el sueño», continúa.
Este mismo planteamiento lo comparte su homóloga en la Federación de asociaciones de vecinos Antonio Machado, Margarita García, quien aboga por la «concienciación ciudadana y unos horarios y márgenes de ruido tolerables» para poner coto a esta situación. «Hay que permitir las actividades de ocio, siempre con esa premisa de intentar que se causen las menores molestias posibles y con un control riguroso de horarios para que en las horas nocturnas, las que la mayoría utilizamos para descansar, podamos hacerlo», añade.
Tienen localizadas ambas federaciones cuáles son los puntos más críticos, porque a ambas entidades se han acercado vecinos pidiéndoles ayuda para erradicarlo. Apuntan las dos hacia el centro de la ciudad, aunque Elvira Yáñez concreta cuatro zonas específicas, en base a los testimonios de sus asociados o conocidos: la plaza Martí y Monsó –en cuyos aledaños están instalados desde hace ahora un año unos medidores de ruido para analizar los decibelios–, San Lorenzo, San Miguel y Cantarranas.
El otro agente implicado, la hostelería, se emplaza a la reunión de final de mes para «aclarar posturas», como matiza el presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de la Hostelería de Valladolid (Apehva), Jaime Fernández, quien declinó hacer más valoraciones al respecto porque «no ha habido denuncias y hasta que no tengamos el encuentro, no sabemos nada más».
La gran mayoría de los expedientes tramitados por ruidos por la Policía Local en lo que va de año es por fiestas en pisos, aunque dentro del abanico sancionador están, por ejemplo, las 29 actas que los agentes levantaron por mantener en funcionamiento el motor de los vehículos una vez estacionados o la multa que puso a un conductor por realizar aceleraciones reiteradas y sucesivas que eran innecesarias.
Por último, también destacan las tres sanciones que se han interpuesto por portar mechas o disparar petardos.
El ocio nocturno no quiere sentirse otra vez «señalado». Dice el presidente de la Asociación Más que Bares, Víctor Morgan, que ya arrastran «demasiado» durante estos últimos meses, cuando se les acusaba de «no respetar las normas o ser lugares donde se generaban brotes». Considera que «no es justo» estar en el ojo del huracán por cuestiones relacionadas con el ruido y la convivencia ciudadana, porque bares y discotecas «cumplimos con la norma a rajatabla». «Llevamos siendo señalados por esta historia desde antes de la pandemia, para nosotros es agotador otra vez lo mismo porque cumplimos, tenemos nuestros locales insonorizados, con limitadores e intentamos que la gente no arme escándalo», explica Morgan, mientras admite que «hay un problema de acumulación de gente en la calle» pero que, a su juicio, es «inevitable». «En el momento que hay zonas de bares es inevitable que haya ruido; no es algo nuevo, los bares en el centro llevan una vida, pero que quede claro que somos los primeros interesados en que si molestamos o lo hace la gente, radicarlo y ponerlo solución. No es fácil pero entre todos habrá que buscarlo», apostilla.
Tienen claras las partes implicadas su postura, las peticiones que trasladarán en la reunión. Reclaman vecinos y propietarios del ocio nocturno mayor presencia policial en estas zonas. En el caso de estos últimos, porque se escapa de sus competencias el decir a la clientela que rebajen el tono.
Ante ello, el concejal de Salud Pública y Seguridad Ciudadana, Alberto Palomino, anticipa que, entre las cuestiones que plantearán dentro de su competencia, está «que pasen más patrullas por las zonas que nos trasladen que es necesario».
No obstante, el edil recalca que «esa no es la solución» y apuesta porque asociaciones de vecinos y de hosteleros lleguen a un acuerdo. «Lo primero de todo es que se pongan de acuerdo bares y vecinos de las zonas afectadas. Luego, que nosotros mandemos patrullas con más frecuencia es otra cosa, pero desde luego lo plantearemos», concluye. Tendrán que aguardar unos y otros, por lo pronto, hasta final de mes para llegar a una conclusión que les convenza, que permita a unos trabajar y a otros, conciliar el sueño.
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