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Hace cuatro décadas, recién estrenada la democracia, la edad media de las madres primerizas en Castilla y León era de 25,8 años. La tasa de fecundidad de las mujeres entre 25 y 29 años era de 135 nacimientos por cada mil mujeres. Hoy, con ... datos del Instituto Nacional de Estadística de 2018, la media regional de las madres primerizas es de 31,76 años y el tramo de edad de 25 a 29 años tan solo concentra 40 nacimientos por cada mil mujeres.
Más allá de las causas de este cambio, que incluyen factores sociológicos y económicos muy diversos, es una realidad incontestable que la incorporación a la maternidad, cuando se produce, es mucho más tardía. Y eso incide de manera directa en la fertilidad, al margen de otras cuestiones ambientales, nutricionales, patológicas, etc. La sanidad pública no realiza tratamientos de fertilidad en mujeres mayores de 40 años porque la tasa de éxito en esos casos se desploma. «Si una mujer tiene un 30% de posibilidades de quedar embarazada, cumplidos los 40 se queda en un 4%», explica gráficamente un experto que prefiere guardar el anonimato.
En Castilla y León, donde el número de nacimientos desciende de forma casi ininterrumpida desde hace una década hasta anclarse en los 6,24 niños por cada mil habitantes -y a pesar de que la población también ha bajado de forma significativa-, las parejas que tienen que recurrir a la fecundación in vitro solo tienen dos centros públicos de referencia donde poder hacerlo: Clínico de Valladolid y hospital Río Hortega de Valladolid.
Ocurre, además, que según la Sociedad Española de Fertilidad el tratamiento in vitro garantiza una mayor tasa de éxito que la inseminación artificial, especialmente en mujeres de edad avanzada. Así lo explicó el secretario general del Ministerio de Sanidad, Faustino Blanco, el pasado mes de octubre. «En 2014 se llevaron a cabo 40.177 inseminaciones artificiales, mientras que en 2017 se registraron 34.964, lo que supone una caída del 13%. Este dato atiende a la baja tasa de éxito que tiene la inseminación artificial frente a la fecundación in vitro, sobre todo en pacientes con edad materna avanzada», señalaba el Ministerio en un comunicado.
Esto es relevante porque desde hace más de tres años y medio, en abril de 2016, el hospital Río Hortega es el de referencia para Salamanca, Segovia, Ávila y Zamora. Por contextualizar, en Salamanca se han quejado en varias ocasiones de tener que derivar cada año a doscientas pacientes a Valladolid. El Clínico Universitario, mientras tanto, se ocupa de Burgos, León, Soria, Palencia y el área este de Valladolid.
La lista de espera en el primero es de 14 meses y en el Clínico, de 6 meses, según fuentes consultadas por El Norte que coinciden con los datos aportados por varias mujeres sometidas a tratamiento en estos centros. La Consejería de Sanidad no ha respondido a esta cuestión.
Inseminación artificial: QUÉ ES: Se trata de introducir los espermatozoides a través de una cánula en el útero, después de realizar una estimulación ovárica en la paciente. DÓNDE: Hospital Universitario de Burgos, Hospital General de Segovia, Hospital Santa Bárbara de Soria, Virgen de la Concha de Zamora, Clínico y Río Hortega de Valladolid, centros públicos que lo realizan según la Comisión Nacional de Reproducción Asistida Humana. CUÁNTAS: 1.546 ciclos en 2017 en centros públicos y privados, según la Sociedad Española de Fertilidad.
Fecundación in vitro: QUÉ ES: Unión de óvulo y espermatozoide en un laboratorio. Incluye medicación previa a la mujer, punción ovárica y posteriormente transferencia de embriones. DÓNDE: Clínico y Río Hortega, únicos centros públicos en Castilla y León, ambos en Valladolid. CUÁNTAS: 2.491 ciclos en 2017 en seis centros públicos y privados.
El propio Río Hortega explicaba en su web en el año 2017 que comenzó realizando «24 fecundaciones in vitro en 2011», para a continuación comenzar una curva ascendente que le permitía colegir que «a partir del año 2017» se podrían realizar «entre 250 ciclos o 300 anuales». El Clínico, según los datos recabados por El Norte, alcanzaría los 550-600 ciclos anuales, a razón de 15 a la semana frente a los 5-6 del Río Hortega. De hecho, el Clínico, que antes era el centro de referencia para toda la región, ha conseguido el tiempo de espera más bajo en 21 años de historia. Las unidades de referencia han aumentado la carga asistencial en los últimos años con las nuevas técnicas de preservación de la fertilidad, pese a lo cual mantienen el mismo personal desde hace 15 años.
Las denuncias de las pacientes llegan por una doble vertiente. Por un lado, son tratamientos que comienzan a una edad tardía y 14 meses de espera suponen un lastre importante. Máxime porque si después de obtener los embriones no se tiene éxito en su implantación en el útero y no hay embarazo, la mujer vuelve a la lista de espera. Hecho que lleva a quienes se lo pueden permitir a buscar la posibilidad de una clínica privada cuyo coste se dispara en algún caso hasta los 6.000-7.000 euros por un ciclo con la transferencia de un embrión. Según el registro de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida, hay siete clínicas privadas en Castilla y León que pueden practicar fecundaciones in vitro: dos en Burgos y Valladolid y una en Ponferrada, Salamanca y León.
La segunda parte de la denuncia se centra en el hecho de que los dos centros de referencia públicos se concentren en Valladolid. Eso les obliga a realizar largos desplazamientos para someterse a las pruebas necesarias para iniciar el tratamiento. Incluso, aseguran, para una ecografía que podrían realizar en su propia localidad.
María Fernández tiene 41 años. Entre la lista de espera y los tratamientos rebasó la edad máxima para poder recibir un tratamiento de fecundación in vitro. «La edad es clave y permitimos que se tiren catorce o quince meses para la primera, y si no lo consigues vuelves a la lista de espera», lamenta. En su caso fue en el Clínico, que entonces era el único centro público de referencia en la región. «Mi lista fue de diciembre de 2015 a empezar en marzo del 17», explica. Admite que en el segundo intento la adelantaron para poder realizarle el segundo intento, pero no hubo tiempo para practicar un tercero. Se queja, además, de los exiguos medios, a su juicio, de la sanidad pública. «En el informe que me dan de finalización de los tratamientos me aconsejan una técnica de selección de embriones para ver si están sanos, y en la seguridad social no me lo hacen porque no tienen medios, porque el protocolo que tienen es super básico. El liderazgo lo tiene la sanidad privada». En Twitter ha contado su historia y ha mostrado el documento que la dejaba fuera del programa por exceder la edad máxima. «Me llegó mi carta de exclusión del programa. Un programa en el que me había inscrito a los 37 años, que me daba derecho a tres fecundaciones in vitro y en el que me permitieron cumplir 38 antes de haberme hecho una sola prueba». «Los ciclos tienen algunas analíticas que te puede pedir tu médico de cabecera y haces en la misma ciudad en la que resides, pero no son todas. Pero para la ecografía que solo es para medir ovocitos que hay y cuántos milímetros tienen, te hacen desplazarte. Lo ponen muy difícil para compatibilizarlo con los trabajos», añade.
Ana está empadronada en un pueblo de menos de quinientos habitantes, lo que reviste su caso, además, de una serie de condiciones especiales. Para empezar, no ha contado nada -su nombre es ficticio-, lo que es algo común a muchas de estas mujeres, especialmente aquellas que trabajan y residen fuera de Valladolid. Los continuos viajes para someterse a las pruebas necesarias obligan a coger muchos días en las empresas y además 'desvelan' que quieren quedarse embarazadas, lo que puede ser un problema en algunos casos. «Nos dijeron hace un año que tendríamos que hacer tratamiento y en la Seguridad Social nos dieron 14 meses para empezar», explica. Aunque eso no fue lo que le dijeron en un primer momento. «La médico que me dijo lo de la lista de espera nos dijo que había doce meses, pero me faltaba una prueba, que me la hice al mes siguiente, y entonces ya eran catorce», cuenta. Antes de eso, pidió cita en octubre y le dieron para abril.
«He ido conociendo casos y vas viendo cada situación... Hay gente como una chica que la sacaron de las listas de espera por la edad. Yo tengo 37 años, pero cuando me vayan a mirar tendré 38. Y si a la primera no funciona...».
En ese caso volvería a la lista de espera. Otros catorce meses, si no cambia nada en este tiempo o si los responsables del programa no le dan un 'empujoncito' para que se la atienda antes que a otras pacientes más jóvenes y con más margen, por tanto, para tener éxito. «Si después de los intentos que tengas, en función de los embriones viables conseguidos, no lo consigues, para volver a extraer los ovocitos vuelves a la lista de espera».
Ana ya ha hecho dos intentos por la privada, mientras tanto, sin éxito. Eso le ha supuesto desembolsar «entre 6.000 y 7.000 euros».
La historia de Victoria es la de un ir y venir continuo de pruebas, diagnósticos e intentos fallidos. «Tengo 37 años y he perdido cinco años sin que nadie me diga realmente qué pasa», dice. En su caso, comenzó por acudir a la sanidad privada, un recurso que suele aparecer en uno u otro momento en estos casos si la economía lo permite. «Me hicieron pruebas y me dijero que tenía tabique en el útero, que era inoperable y me costaba cinco mil euros si me hacían una inseminación».
Dos años más tarde le dijeron que podían operarla. Esta vez en la pública. «Me operaron, pero sin hacerme una prueba de contraste que debían hacer para ver cómo estaba porque no podían meter la cánula. El cirujano me dijo uqe había quitado hasta donde había podido, pero había parado antes de liarla».
A partir de ahí comienza el tratamiento propiamente dicho. «Me pasan a inseminación artificial, donde supuestamente hay cuatro intentos y luego te pasan a in vitro. Me hicieron dos intentos y me pusieron en lista de espera para in vitro porque dijeron que no se iba a poder».
En su caso la lista de espera también era de 14 meses, aunque finalmente tuvo suerte, entre comillas. «Se habían cancelado algunos y nos llamaron a los 12 meses».
De momento cuenta con «dos transferencias negativas» y ahora está «esperando a la tercera».
Se queja de que en el mes de agosto, en todo Castilla y León «tan solo hay una ginecóloga de reproducción asistida» en la sanidad pública. Ella es de Valladolid, pero explica que cuando empieza el tratamiento «cada dos o tres días tienes que hacerte una ecografía», así como una serie de pruebas que en el caso de mujeres residentes fuera de Valladolid les obligan a disponer de mucho tiempo para poder trasladarse.
María lo ha conseguido. Ha sido en la sanidad privada después de haberlo intentado en la pública en dos fecundaciones in vitro que no salieron bien. «Hice una en 2016 y otra ne 2017 y ninguna de las dos funcionó», cuenta ahora, con 38 años y embarazada de diez semanas. Ha invertido mucho tiempo, pruebas y disgustos en esta aventura, pero también dinero. «El ciclo en la clínica privada son 5.000 euros más la medicación, que por la seguridad social pagas poco o nada y son 1.500 euros. En los cinco mil euros entra la transferencia de un embrión. Cada uno que transfieres después, 1.400 euros. Si quieres hacer analítica de ADN a los embriones, que te lo recomiendan por la edad, porque evita abortos y fallos de implantación, sale por otros 2.000 euros».
«Queríamos hacer otro intento y parar, porque nos daba miedo tener la sensación en un futuro de no haberlo intentado un poco más», señala. Vive al norte de Burgos, así que los dos intentos que hizo en Valladolid, en este caso en el Clínico, le supusieron un continuo ir y venir de aquí para allá. «Para cada ciclo igual tenía que hacer ocho viajes. Antes de que te venga la regla te miran, etc. Cuando empieza la regla te dan la medicación y te controlan los folículos, cada tres días tienes que ir para modificarte la medicación, etc. Luego la punción (extracción de ovocitos, que se hace con anestesia), ese día hay que estar allí. Y luego te avisan para la transferencia. Cada ciclo son siete u ocho viajes, siempre por la mañana, y para el trabajo era horroroso. Toda la mañana perdida cada vez», cuenta. «Empecé a buscar embarazo con 31 y ahora tengo 38», dice. En su caso, un problema con la 'desvitrificación' de los embriones conseguidos provocó el fracaso del tratamiento.
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