Secciones
Servicios
Destacamos
Hay detalles que se escapan, diluidos en el desaguadero del olvido. Por ejemplo, dónde estaba exactamente aquel edificio en el que Daniel atendió durante horas llamadas temerosas de asomarse al horror. Aquel 11 de marzo, el teléfono no dejaba de sonar. Y él, junto a ... decenas de voluntarios, respondía a unas voces asustadas que, en medio de la tragedia, preguntaban por su familiar. Hay detalles desdibujados (son veinte años ya), pero otros que a menudo se inmiscuyen en el recuerdo de Daniel Morón, voluntario de Cruz Roja que en el año 2004 formó parte de la delegación que Valladolid envió para atender a las víctimas del 11-M en Madrid, el mayor atentado terrorista de la historia de España. «Cuando veo las noticias de aquellos días, cuando lo recuerdo, todavía se me pone un nudo en el estómago», rememora Morón, hoy formador del área sanitaria de la ONG, en programas de primeros auxilios y uso del desfibrilador.
Entonces, en 2004, Daniel ya era voluntario. Desde 1995. Aquella noche del 10 al 11 de marzo estaba de guardia en el servicio de ambulancias. Listo, en la sede de Cruz Roja en Huerta del Rey, para atender cualquier llamada de emergencia. Fue una noche tranquila. Sobre todo, si se piensa en todo lo que vino después. Estaba a punto de amanecer y Daniel, junto con varios compañeros, se acercó a un bar cercano para desayunar. Allí, en la televisión, vieron las primeras noticias. Las bombas que habían explotado en unos trenes de Cercanías en Madrid. El recuento de víctimas cada vez mayor. Dejaron todavía caliente el café para regresar a la sede de Cruz Roja Valladolid, donde de forma inmediata recibieron un mensaje de prealerta. Debían estar preparados porque, en cualquier momento, podían activar sus servicios y demandar su presencia en Madrid. Toda mano parecía poca. «Me fui a casa, cogí algo de ropa y me preparé». A las 13:00 horas llegó el mensaje para que Valladolid contribuyera en la medida de lo posible. La ONG envió desde Castilla y León hasta cuarenta voluntarios, siete ambulancias, tres vehículos de transporte colectivo. Las asambleas de Segovia y Ávila fueron las que más se volcaron, pero desde Valladolid se contribuyó con un camión lleno de material sanitario, con un todoterreno con remolque de puesto médico avanzado, con un autobús y una decena de voluntarios. Entre ellos Daniel.
¿Por qué un autobús? «Porque ya preveíamos que íbamos a tener que hacer el traslado de muchas personas. Por ejemplo, de voluntarios o de familiares que se acercaban hasta Ifema, donde estaban los cuerpos de las personas fallecidas».
Noticias relacionadas
Luis Javier González
Luis Javier González
Cuenta Daniel que llegaron a Madrid sobre las 15:30 horas y que le destinaron a ese edificio cuya ubicación no recuerda donde decenas de voluntarios atendían a los familiares que llamaban preocupados por el estado de sus allegados. «En aquel momento, hace veinte años, no había redes sociales ni 'whatsapp'. Los móviles no estaban tan extendidos. Muchas personas no tenían». Y eso hacía más difícil contactar con los familiares. Durante toda la tarde, Daniel estuvo pegado al auricular. «Fueron cientos de llamadas. Era constante. La gente llamaba para preguntar por el paradero de los suyos». En algunos casos, cuando había la confirmación de algún fallecido, se derivaba de forma rápida a los profesionales de atención psicológica.
Aquella noche, Daniel y sus compañeros la pasaron en Madrid. «Nos alojaron de forma gratuita en el hotel Barajas. Creo que no dormimos nada. La cabeza estaba todo el rato en el accidente. La tele no hablaba de otra cosa. Con los compañeros, no había otro tema de conversación». A la mañana siguiente, destinaron a Daniel a Ifema, el pabellón que sirvió de tanatorio para albergar a los fallecidos en el atentado. «Aquello fue todavía más duro que lo del día anterior», rememora Daniel, con la imagen de tantos féretros sobre la pista. Allí, también, acompañó a los familiares de las víctimas. «Pero ya no era por teléfono, sino cara a cara». Sin duda, uno de los momentos más duros (si no el que más) de su vida vinculada a Cruz Roja. «Unas horas imposibles de olvidar», concluye.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.