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La vocación religiosa no entiende de edades. A Atanasio Martín Coca (San Pedro de Latarce, 1939) y a Marcos Rebollo Usunáriz (Valladolid, 1996) les separan 57 años y dos realidades eclesiales bien distintas, sin embargo, son muchas más las cosas que les unen, como su ... amor por Dios, su entusiasmo y su deseo de servir a los demás. Atanasio tiene 83 años recibió la ordenación sacerdotal en 1964 y lleva 58 de servicio a la iglesia. Actualmente acude a dar misa matinal a la Casa de la Beneficencia y presta apoyo eucarístico en la parroquia de la Victoria donde se le quiere y aprecia, ya que allí ha ejercido como párroco durante décadas. Marcos es un joven aficionado a los deportes, sobre todo al fútbol y al ciclismo, amante de la naturaleza y de los animales. Fue ordenado diácono el pasado 12 de octubre y será ordenado sacerdote este domingo de Pentecostés en la Catedral de Valladolid por el Cardenal Arzobispo Ricardo Blázquez, en la que muy posiblemente será la última ordenación presbiteral de monseñor Blázquez. Él es hijo de Alejandro Rebollo, historiador del arte y un enamorado del patrimonio histórico vallisoletano y de su Semana Santa, que falleció en 2019. A él será a quien Marcos más eche de menos en el momento en el que se ordene.
Las andaduras eclesiásticas de estos hombres de Dios, se han desarrollado en contextos sociales y políticos muy diferentes. El veterano párroco entró al seminario antes de que ocurrieran los cambios más profundos del Concilio Vaticano II. El todavía diácono, supo con tan sólo 18 años (de eso hace 8), que quería consagrar su vida a Dios, en un momento en el que la iglesia vivía una crisis vocacional. A pesar del más de medio siglo que les separa, ambos coinciden en que la felicidad está en dedicar su vida a Dios y a los demás.
¿Cómo les llegó la vocación?
Atanasio: La mía no sé cómo surgió, porque ni siquiera había sido monaguillo. Un buen día les dije a mi padre que quería ser cura. Lo único que me dijo es que no le hiciera hacer el ridículo. Que si me metía a cura, era con todas las consecuencias y que no me echara para atrás. El cura de mi pueblo me preparó para entrar al seminario y a partir de ahí, he ido descubriendo más y más a Dios. Tengo que reconocer, que en el Seminario lo quise dejar en varias ocasiones. Cuando estaba en 4º de Teología, muchos conocidos no se terminaban de creer que acabaría siendo cura, y eso me dio más ganas para serlo. Me ordené sacerdote el 5 de julio de 1964. Jesucristo para mí, es 'El perseguidor', porque me ha perseguido y no me ha dejado escapar.
Marcos: Yo procedo de una familia cristiana, que me ha inculcado la fe desde pequeño y la he cultivado a lo largo de los años. Yo veía que Dios me pedía algo pero le daba largas porque quería seguir mi proyecto de vida, estudiar una carrera, tal vez opositar y formar una familia. Al terminar la selectividad me matriculé en Derecho y Administración y Dirección de Empresas y ese verano tuve un encuentro muy fuerte con el Señor. Fue una experiencia de gracia, que es difícil de explicar y de entender si no la vives, y me cambió los planes de tal manera que dije si al Señor y en lugar de entrar en la carrera, entré en el Seminario. Ser sacerdote no estaba en mis planes, pero Dios me llamó tan fuerte que no le pude decir que no. Me siento reflejado con Atanasio cuando llama a Jesucristo 'El perseguidor', porque a mí también me ha sucedido. Agradezco a Dios esa vocación que me ha dado y que, si él quiere, se llevará a término el domingo.
¿Cómo recibieron sus familias que quisieran ser curas?
Atanasio: Mi padre no puso objeción ninguna, pero le extrañó. Una de mis hermanas me desanimaba y me decía que me olvidara del seminario y que me fuera a estudiar al Instituto Zorrilla y, aunque tuve dudas, jamás me he arrepentido de mi decisión.
Marcos: Ni mi familia ni mis amigos se lo esperaban, pero gracias a Dios, lo recibieron muy bien y siempre me han apoyado. Están encantados y sé que mi padre hubiera disfrutado mucho de este día. Mis amigos me dicen que algún día les tendré que casar (risas). La ordenación la estoy viviendo con nervios e ilusión. Me llevo preparando 8 años para ello, estudiando filosofía, teología y haciendo la tesina. Tengo ganas de comenzar el ministerio porque no se puede ser seminarista de por vida.
¿Dónde dará su primera misa?
Soy cofrade de la Iglesia de la Vera Cruz y me hace ilusión celebrar allí mi primera misa solemne rodeado de mi familia y amigos. Será el 18 de junio.
Atanasio ¿y la suya? ¿cómo la recuerda?
La mía fue en la iglesia de la Magdalena el 10 de julio de 1964. La viví con mucha ilusión, aunque también con miedo, porque había que cantar y no se me daba muy bien.
Parece que Peñafiel ha sido el punto de partida para ambos
Atanasio: Así es. Peñafiel fue mi primer destino con el cura don Pedro Herrero. Estuve cuatro años hasta que en 1968 me nombraron consiliario de jóvenes de acción católica. Don Pedro no se lo tomó muy bien. Me dijo que no hiciera el tonto. Que en Peñafiel prometía y como consiliario no iba a dejar de ser monaguillo. Eran años muy complicados en los que muchos sacerdotes abandonaron. Yo me fui a hacer Teología pastoral a Madrid y en 1974 me destinaron al barrio de la Victoria donde he sido feliz.
Marcos: Parece que seguimos el mismo camino (risas). Yo he estado destinado este último año en Peñafiel. No sé si seguiré allí cuando me ordene o me darán otro destino. Siento que al ministerio entro un poco a la aventura, porque los tiempos son muy inciertos tanto para el mundo como para la iglesia, por la restructuración que se necesita. Soy joven y me gustaría evangelizar para los jóvenes y las familias. He probado el medio rural y me gusta, pero donde me pongan, seré feliz.
A usted, Atanasio, le avalan 58 años de entrega al ministerio. ¿Qué recomendación haría a Marcos ahora que está a punto de ordenarse?
Atanasio: Lo único que le puedo decir es que cuando uno se ordena sacerdote, debe renunciar a todo. Debe ser apasionado, pero sin tener altas pretensiones. La actitud debe ser de total y absoluta disponibilidad, lo cual no quiere decir que no tenga sus principios y sus ideas. Las peores dificultades son las que surgen por actitudes negativas de los propios sacerdotes. Por eso hay que renunciar a todo.
Marcos: Creo que tiene razón. La clave está en la disponibilidad porque en mi corta experiencia he comprobado que cuando das todo al Señor, él siempre te da mucho más. Hay que hacer renuncias, pero merecen la pena porque Dios nos da una vida más plena.
¿Qué cualidades debe tener un buen sacerdote?
Atanasio: Lo principal es ser profundamente creyente y tener una estrechísima relación con Cristo a través de la palabra y de la entrega. El Papa dice que los curas tenemos que ir por los arrabales. Es evidente que hay que ser cercano a la gente. A lo largo de los años, me he encontrado con personas que son auténticos santos.
Marcos: Totalmente de acuerdo. El amor a Dios te lleva al amor a los hermanos. Un sacerdote debe ser una persona normal, con la que se pueda hablar de todo y que a la vez te haga pensar y de profundidad a la vida. Es una conjugación que a veces resulta difícil. Del ministerio me impresiona la confesión. Acercar la misericordia de Dios a las personas. El hecho de que Dios nos dé el poder y la fuerza para perdonar los pecados en su nombre, es algo muy fuerte. Es como estar en medio del mundo como un signo de Dios y de lo sobrenatural, que tanta falta hace.
¿Cómo ven la iglesia del futuro?
Atanasio: La falta de vocaciones es un problema de base. La familia es un semillero para las vocaciones sacerdotales y religiosas. No puede haber curas si nadie habla de la fe. Y no puede haber fe, si los creyentes somos cobardes y tragamos con todo tipo de estupideces que nos presentan desde los poderes establecidos y es que, actualmente hay una verdadera obsesión por ir en contra de la iglesia. Creo que estamos en un momento de purificación y de profundización de la iglesia. Durante muchos años hemos vivido la fe sin problemas y la fe, cuando más crece es cuando más dificultades tiene. La sangre de los mártires es semilla de cristianos. La iglesia tiene que cambiar y volver a los orígenes de Jesús de Nazaret y de los primeros cristianos.
Marcos: Las nuevas generaciones de sacerdotes no pensamos en los grandes números sino en las comunidades pequeñas. Queremos cultivar la fe de persona a persona. Eso es bueno, porque no tenemos grandes pretensiones. El mensaje de la iglesia a veces incomoda mucho, porque toca a la persona en lo más hondo. Los sacerdotes estamos dispuestos a ser luz de Dios en medio del mundo, para llevar a los demás hacia él. A aquellos jóvenes que se estén planteando su vocación, les diría que merece la pena. Que confíen y que se abandonen a Dios. Que le digan si, porque tendrán una vida plena.
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