Sonaban los himnos portugués y español y Pedro Sánchez y Antonio Costa pasaban revista a las tropas ante el Palacio Real con el sonido de fondo de unas estruendosas vuvuzelas. Frente a ellos, treinta metros más allá, formaban sus equipos ministeriales, alineados y sin mezclarse. Para colmo, en la fila española se alineaban once ministros.
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Imposible tener un contexto más futbolístico.
Porque aquí se venía a hablar del Mundial de fútbol 2030. O al menos era el tema al que más referencia se hacía por la mañana en los diferentes medios nacionales. «19:15. Firma de acuerdos», decía el programa de la cumbre. Y dado que las reuniones sectoriales tenían una duración prevista de una hora y 25 minutos, parece claro que los puntos que quedan por limar son los de esa candidatura tripartita que en teoría se va a lanzar a por el Mundial 2030.
Seguramente habrían preferido un encuentro futbolero, más amigable que la agenda de preocupaciones reales y urgentes que atañen a ambos territorios. Para empezar, el ministro de Interior tenía de frente a la grada de los cláxones, sirenas y vuvuzelas, que eran en realidad funcionarios de prisiones que plasmaron su descontento desde las tres de la tarde en la calle Esteban García Chico, junto al Palacio Real. «Hay mucha tensión», explicaba uno de los manifestantes poco antes de las tres. Aunque no se reprodujeron los incidentes, sí hubo algún instante en que esa tensión se pudo apreciar muy palpablemente.
El alcalde, Óscar Puente, tuvo ocasión de ejercer de anfitrión y el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, estuvo presente en la primera de las cuatro fotos oficiales del día, en la recepción a ambos equipos.
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El Airbus llegó en hora. Pedro Sánchez y sus ministros desembarcaron en San Pablo a la hora prevista, tras un viaje en autobús desde Villanubla. No venía Margarita Robles, que habría podido aprovechar para conocer esas partes del Palacio Real que el Ayuntamiento quiere abrir al público algún día. Tampoco la ministra de Justicia, que habría visto in situ esos terrenos que algún día podría ocupar la ciudad de la justica, y que tanto gustaron a su última enviada a la ciudad.
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Pero es que no era una cumbre local, sino hispano lusa. De ahí el medio centenar largo de periodistas arracimados en una tarima frente a San Pablo. Incluidos muchos medios lusos. «Sin micrófonos», era la condición para que los redactores pudieran ocupar un lugar junto a los cámaras y sus chubasqueros. Porque por un momento parecía que iba a descargar una tormenta de aúpa.
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De hecho, la amenaza de lluvia trajo de cabeza a los responsables de la tarima enmoquetada todo el día. Que si tápala...
Que si destápala...
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Antonio Costa, primer ministro portugués, saludó muy efusivamente a Josep Borrell, abrazo incluido, dio la mano a ministros y a ministras por igual y le dedicó dos cariñosos cachetes en las mejillas, a dos manos, a Ignacio Sánchez Amor, secretario de Estado de Política Territorial.
Y después del recibimiento, las fotos y la ciudad cortada, a trabajar. Incluidos los pocos curiosos que hicieron caso omiso de lo desapacible de la tarde y del cordón policial y se asomaron a ver el espectáculo.
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