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Parece –y es verdad– una lata de refresco.Sin sus burbujas dentro ni su anilla para tirar, pero sí con esas medidas compactas (66 milímetros de diámetro, como mucho 115 de alto) en cuyo interior hay que ensamblar una estación espacial. Es el desafío al ... que durante los últimos meses se han dedicado cuatro alumnos del instituto Diego de Praves (en Pajarillos).
Jorge Martín, nacido en 2005, y Ángela Pedraza, Jaime Sánchez y Álvaro Pérez (2004) son los integrantes de Austros-17, el equipo que ha representado a Castilla y León en CanSat, una competición convocada por la Agencia Espacial Europea que reta a estudiantes de Secundaria y Bachillerato a diseñar, construir y lanzar un minisatélite, con el tamaño de una lata de Coca Cola, a una altitud de hasta un kilómetro. Y después, durante la caída, el satélite debe recopilar y transmitir datos (de presión, temperatura...), así como desarrollar un experimento científico o una demostración tecnológica, antes de conseguir un aterrizaje seguro.
La misión no ha amilanado a los cuatro jóvenes, estudiantes del Bachillerato de Investigación/Excelencia en Ciencias, que la semana pasada viajaron a Granada para poner en órbita su prototipo. Allí, participaron en el torneo nacional, que ganó el equipo representante de Galicia.
La suerte fue esquiva con Castilla y León. En el último minuto, después de muchas pruebas y comprobaciones, falló uno de los componentes principales de su diseño, por lo que los integrantes de Austros-17 (el nombre hace referencia al dios griego del viento del sur)tuvieron que sobreponerse y, en apenas media hora, con todos los conocimientos adquiridos y gracias a disponer de piezas de repuesto, pudieron fabricar una solución de urgencia para lanzar al espacio. Cumplieron con la misión primaria de la competición (tomar datos de la atmósfera), pero no así la secundaria, preparada en exclusiva por cada equipo. En el caso de los vallisoletanos: un aterrizaje controlado con GPSutilizando motores y hélices de dron.
Fue un inconveniente de última hora que, sin embargo, no empaña sus logros. Porque en diciembre, cuando comenzaron con esta aventura espacial, era mucho el trabajo que tenían por delante. «Desde principios de curso teníamos la idea de trabajar juntos en un proyecto», cuenta Jaime Sánchez, llegado al Bachillerato de Excelencia desde el Ferrari.
«Lo bueno es que aquí compartes inquietudes e intereses con la mayoría de tus compañeros», añade Ángela Pedraza, hasta el curso pasado en el Ave María. Y esto, indican, crea un ambiente propicio para trabajar en equipo. Álvaro Pérez, procedente del San José, descubrió por Internet el torneo que promueve la Agencia Espacial Europea, con el objetivo de fomentar las vocaciones científicas y las iniciativas de ingeniería y robótica. Álvaro lo comentó en clase y convenció a Jaime, Ángela y Jorge Martín (llegado desde el Rafaela María) para formar el grupo de estudio y de trabajo que dio lugar al equipo Austros-17, con su profesor Adolfo González Pachón como mentor.
A partir de ahí, muchas horas de estudio, de documentación, de lecturas sobre satélites y misiones, sobre impresiones en 3D y robótica, sobre módulos espaciales, programas de localización por GPS, antenas de comunicaciones, giroscopios, microcontroladores, conducciones eléctricas y transmisión de datos. «Nos faltaba mucho por saber», reconoce Jaime, quien cifra en torno al 70% todo ese trabajo previo de información. El 30% restante es la fabricación de la propia estación. «Ese 70% es algo que ya hemos adquirido... y que nos servirá para futuros proyectos».
Porque su intención es repetir el próximo año. Volver a intentarlo y llevar la misión a buen puerto. Han aprendido de los inconvenientes y problemas de última hora de esta vez. «Hay equipos, vinculados con academias de robótica, que ya han participado en el certamen siete años seguidos». Para el grupo vallisoletano era el primero. Se han presentado por libre, por iniciativa propia, procedentes de un centro de educación pública, con el apoyo del Diego de Praves y del Grupo Universitario de Astronomía que, en ambos casos, contribuyeron económicamente a financiar un proyecto que, en ningún caso, podía superar los 500 euros de inversión. «También hemos tenido que aprender a gestionar presupuesto, a cumplir plazos de trabajos...».
En otras comunidades hay fases regionales de lanzamientos que permiten testar los diseños antes de la competición final. En Castilla y León, no. Aquí, un tribunal seleccionó el suyo como el mejor proyecto de la región, a la que ha representado en el certamen nacional, en Granada. Allí tuvieron que hacer una verificación técnica de su diseño, ajustarlo para que encajara en el cohete de la organización desde el que se lanzaría la estación y hacer una presentación pública ante un jurado compuesto por representantes de la Agencia Espacial Europea, Airbus y diversas universidades.
Galicia se hizo con el galardón, con un mecanismo de diseminación de semillas. La propuesta vallisoletana fue calificada de «original, muy creativa y ambiciosa» por parte del jurado, pero el fallo de última hora complicó su puesta en valor, al tener que concurrir con una estación secundaria (que se lanzó a 580 metros de altura). «Este proyecto nos ha servido para aprender mucho», explican. Y una parte muy importante de su camino ya está cubierta. Por eso, confían en el éxito de su misión para el próximo curso. Su nueva estación en una lata de refresco comienza a fraguarse para empezar a orbitar en unos meses. Y el lanzamiento es inminente: cinco, cuatro, tres, dos, uno...
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